domingo, 23 de marzo de 2008

Yo también amaba el demonio de Ludwig



A Julián del Casal, por sus flores de éter

Yo también amaba el demonio de Ludwig,
no sólo tu irrestricta fórmula de devoción es un poema tan vasto como la costumbre de aniquilarme cada vez en nombre de esta nostalgia.
Levantar un castillo de legítimas almenas y puente levadizo sobre la roca arquetípica será quizás el acto aducido por la posteridad.
El gesto de un amanuense de estancias feéricas, en su terror, se parece a la nieve de las almenas
-alguien ha pasado la última noche en la caverna,
afuera hay lobos macilentos, sombras voraces-
como conviene el blanco a los sacerdocios que nadie osa impugnar.
Existe un lago para acoger a los ahogados trashumantes, los perpetuos evadidos de la estancia donde otros sin urdimbre de reyes convocan los concilios.
El hielo no reniega de su tabernáculo en los bosques de Baviera aunque ya te hayas alejado y apenas te vea la nuca fría, el ademán congelado, la esquela que no llegas a escribirme y ahora te escribo.
Pero yo caminaba a solas sin que doliera el frío,
donde otro invierno empezaba para mí.

Luis de Wittelsbach, te amo por la escarcha de las coníferas que deslumbra;
mis fieles dragones debieron ahogarse contigo, que no anduvieras solo he querido mientras aguardo en un discreto cenador de Bayreuth.
Ninguna ofrenda será más noble que la inmolación de un regimiento de dragones en el instante de tu muerte, son los únicos jinetes que mueren como doncellas de cabellos cercenados.
Lejos se oye la voz de Isolda, un extraño acento.
De mí dicen siempre con insólita terquedad que favorezco
las uniones morganáticas.
Lo cierto es que tengo apetitos muy desiguales.
Por eso jamás iré a colmar con tanta asimetría
la sala grande de la ópera de Bayreuth.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Bravo!

Víctor Sampayo dijo...

Vaya sorpresa encontrar un blog tan extraño como éste. En fin, un trago a la salud del Nictálope.

odette farrell dijo...

Qué bello poema escribiste Nictalope, tan bello como su castillo de Neuschwanstein :)

Anónimo dijo...

Viajero, hoy soy un árbol.

Te espero, ya sabes el camino.... como sabes de la autora de estos versos:


....Amor es ponerse de almohada
para el cansancio de cada día;
es ponerse de sol vivo en el ansia
de la semilla ciega que perdió
el rumbo de la luz, aprisionada
por su tierra, vencida por su misma
tierra...Amor es desenredar marañas
de caminos en la tiniebla:
¡Amor es ser camino y ser escala!
Amor es este amar lo que nos duele,
lo que nos sangra
por dentro...
Es entrarse en la entraña
de la noche y adivinarle
la estrella en germen...¡La esperanza
de la estrella!... Amor es amar
desde la raíz negra.
Amor es perdonar; y lo que es más
que perdonar, es comprender...
Amor es apretarse a la cruz,
y clavarse a la cruz,
y morir y resucitar...

¡Amor es resucitar!

Maykel dijo...

Yordán, veo que hoy eres árbol, antes libélula, poeta siempre.
Y mañana, ¿qué serás?
(Que siga el juego)


Odette, tú sabes, quise que todo empezara ahí, no podía situarme en otro lugar, aunque la historia termine en Bayreuth, que fue otro sueño del rey de las quimeras...
Un abrazo grande para ti, y un beso.

Rey Mono, venga ese trago, en nombre de la sorpresa y de las próximas lecturas.
Salud!

Anónimo dijo...

Poeta, el Mañana no existe, es un invento nuestro, y como todo lo que inventamos, puede ser fácilmente transformado en polvo.

Árbol y Poeta no son mi esencia, Libélula soy cada día (toda su vida física bajo el agua, toda una vida, y sólo un minuto para dejar correr las alas sobre el viento, y crear y morir).

Cosa curiosa este juego del Ser. Mientras más cosas soy, mientras más dejo a mis límites correr, más cercano estoy de todo. Es perfecto.

Sigue escribiendo como lo haces, es un gran Camino también ese para la autotransformación. Te lo digo por experiencia propia, como señal, no como consejo, nunca escuches consejos, ni siquiera de tu sombra, las respuestas verdaderas están dentro y no "allá fuera" como siempre nos han hecho pensar.

Hoy no habrá juego salvo el de ser yo mismo e irme a dormir, debo madrugar para escuchar a Dios cantar un nuevo amanecer y poder seguir compartiendo su música con todos ustedes, esa es mi misión.

Maykel dijo...

Libélula, qué bien debe sentirse la certeza de tener una misión...
No puedo cansarme de hacerte confesiones: he querido tener una misión y no la encuentro.
Leí en las memorias de Santa Teresa cómo ella y su hermano, en la infancia, soñaban con irse a tierra de moros para perecer en nombre de Dios martirizados, y jugaban también a levantar sitios de adoración con unas piedras del camino.
Yo he querido una misión. De niño también jugué a tener misión, como Teresa que terminó fundando conventos, aunque mis hermanos y yo solíamos jugar al feudalismo de las jerarquías -es que también leí muy temprano una Historia de la Edad Media que me fascinó- y yo los hacía duques y marqueses a cambio de fidelidad. Ahora soy yo el que ofrece su capacidad de ser fiel a cambio de un credo, una fe, una verdadera misión. Siempre he envidiado la condición de los misioneros, esos que van comunicando algo que es urgente a todas partes.

Un beso para ti, Libélula, por hacerme confesar. Y ven mañana que te mostraré un árbol. Mi árbol.