miércoles, 13 de abril de 2011

Su oreja es la mía

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Nadie sonríe en las fotos de la viuda de Rom. Los clientes vienen persuadidos de que posan para un ojo eterno. La fotógrafa se permite alguna coquetería cuando enfoca a un hombre apuesto. Abroche solo el primer botón –recomienda sin sostener la mirada del retratado y esconde su fingido rubor detrás de la ingeniosa máquina. La suya era una viudez juvenil y forzosa; su oficio, infrecuente en una dama finisecular, la hizo independiente y segura de sí. Muchos la tenían por extravagante.

La foto apareció en un cajón olvidado. Nadie puede decirme de quién se trata; los que supieron de él también han muerto. ¿Tatarabuelo o tío remoto? ¿Acaso novio de alguien? ¿Y a dónde mira con esa certeza afín a algunos muertos rotundos? ¿Cómo podía mirar con tal firmeza a un punto ignoto –a una extraña mancha de humedad premonitoria- si todavía respiraba cuando se hizo retratar por Clara García de Bravo? ¿Previó esta frágil eternidad garantizada por un cartón al fondo y la gran viñeta de la Fotografía Eléctrica?

Él es mi antepasado. Me inquieta no conocer su nombre y haber hallado, contra toda previsión, su imagen ensimismada. Su oreja es la mía. Oigo -tan nítido como él oía- el rumor de los transeúntes por la calle de Colón. Asisto, con él, a una suerte de siglo XIX perviviente.

Voy siendo cada vez más interrogativo. Mis indagaciones se pueblan de preguntas hirsutas como árboles. El vacío lo salvo con intuiciones; otros las considerarán invenciones. No discuto. Sé que luego la viuda se yergue:

-El retrato está listo –comunica, impertubable, y camina hacia él. Ahora, desnúdese.

domingo, 10 de abril de 2011

He aquí vuestro príncipe

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Se ciñe a la ropa cándida
un polvo abusivo que no escardaré;
soporto esos fragmentos
que impiden alzarse de la cama para tornar
contigo al abrevadero.
Algunos convidados cobraron terror
a la noche que irrogaba gran mortandad
entre los compañeros;
sólo tú no temías a mi mala sangre.

Bajo admoniciones procelosas
me esperas como una enfermedad
que aqueja con los años,
como se aguarda a un príncipe augurado
y tardo que elude desfiladeros y trasgos
para hacerse desear.
He sido Iván:
perfil de una medalla y héroe mínimo
que esgrime una aguja contra la
muerte de ustedes.

La nariz gusta a los héroes
prestos a mutilarme,
los emboscados en la bruma que decanto
con mi caída perseverante
y devuelvo en la respiración.

Soy un príncipe gravoso
filtrado por un vidrio puesto
entre dos oscuridades, separado de sí
en mitades repetidas y opuestas,
como una baraja;
un Iván que se deja completar por la saeta
que le rompe.

...

En el campo deportivo
, la noche
de bruces contra el muro se experimenta
como un cuerpo obtenido pese a la timidez;
el ramo de jacintos que desgajó la lluvia
y otros objetos mustios como balcones
condenados que merodean sobre la ciudad vacía.

Y sólo he venido a guarecerme de peligros invisibles.

Ella se hirió la mano.
A sí misma se ha dado cuchilladas
que resuenan en las cornisas
como el eco mordaz de un aguacero;
un aviso de la razón que sostiene
este dolor impregnado.

La destrucción me abraza desde el conciso dominio de la mano.

Se ha herido.
Bajo las lámparas apagadas
se ha herido a perpetuidad
a sí misma
con el hierro de los actos tácitos
-la ira del muérdago
encajada en la sien- para que la muerte
se manifieste en lo íntimo.

viernes, 8 de abril de 2011

Un buhonero

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Un buhonero desde lejos
avisa que sobrevienen
los humores y lastiman
las espaldas doblándose sobre el broquel.

Podría guarecerse bajo los arcos
si no viniese guarnecido
de su propio ingenio, porque
a los transeúntes replica
con galimatías que imponen
el signo protector de un manto
cuando se repliega
y parece una piel inmarcesible.

Consideré qué anunciaba
y fui incitado por la avidez de
la posesión.
Como sucede cuando
me convidan a poseer y acudo
a ejercitarme
fui menguado
por tales mercaderías.


...

El viaje

Descarté dos centavos en la estación
penúltima del víacrucis
para que mi abuelo reclamase
la ofrenda de agonía que se abona
en el tren que sigue
hasta el pueblo vecino
y permite regresar con el mismo boleto.
El camino -como una misa larga-
transcurre según el esquema responsorial.

Digo –puedo describir con insólita videncia-
lo que ignoro:
fue muerto en la sabana y no volvió
a retribuirme aquella ofrenda
que exigían en la cancela para consentirnos a bordo.


...


Este hilo

Que hable soez como un buhonero
castigado por un niño inclemente
se deja apedrar y devuelve sus rocas
aturdidas con el puño roto
no me dota de coraje para confesarte
cómo subo a la casa,
qué piernas delicadas me alzan
frente al parteluz
y qué voz no alcanza a llamarte
como debiera y desprende
de mis ropas al suelo este hilo de voz.

...
Foto: La mercancía del buhonero de esta mañana.

martes, 5 de abril de 2011

Un Juan Prim

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Aparece un advenedizo. Un nadie. ¿Quién es? Un Juan Prim. La frase era común en Cuba hace unas décadas. Se usó todavía cuando nadie recordaba al hombre que puso rey en España y quiso que los cubanos decidieran su suerte en un referendo. A los que preferían vender la isla al mejor postor respondió: Cuba no se vende, porque su venta sería la deshonra de España, y a España se la vence, pero no se la deshonra.

A Juan Prim, si advenedizo lo consideraron, fue a causa de su origen burgués. Su padre era notario. Se incorporó al ejército sin ninguna prebenda, como soldado raso. A los veintiséis años exhibía una heroica reputación y el grado de coronel. Por sus primeras victorias en Marruecos sería general.

La leyenda de Prim lo muestra condecorado por el sultán otomano en pago a su desempeño en la Guerra de Crimea, a caballo contra los beréberes en Tetuán y los Castillejos, yéndose de México para no hacerse cómplice del nacimiento de un nuevo imperio. En La Habana estuvo dos veces: al momento de conducir la expedición española a Veracruz y al regreso de aquella aventura. Por sus hazañas fue agraciado con los títulos de conde de Reus y marqués de los Castillejos, aunque tales honores no impidieron que después fuera el alma del levantamiento que derrocó a Isabel II. Esto que parece un radicalismo suyo no impidió que el general afirmara que solo habría república en España sobre su cadáver. Y así fue: Amadeo de Saboya, el rey electo por designio de Prim, llegó a Madrid para el funeral de su bienhechor. Al hombre más poderoso de España lo sorprendieron los asesinos en un callejón madrileño. No lo salvó su cota de malla. Salpicado de metralla pudo subir la escalera de su casa, pero a los pocos días se moría.

¿Cuba lloró a Prim? No hay noticias de ningún duelo ostensible, pero la muerte de un español razonable, dispuesto a conceder la independencia a la Isla, debió suscitar algún luto en los cubanos que pugnaban por la libertad. La villa de Sagua la Grande, entusiasmada con el nombramiento de Amadeo I, organizó “fiestas de carácter militaresco”(1); no se registra qué aconteció cuando se supo, un mes después, que habían matado a Prim. Los viejos planos, sin embargo, consignan que el actual barrio de Pueblo Nuevo se llamó oficialmente Tetuán en honor de la campaña africana del conde de Reus. Una de las calles llevaba el nombre de Prim. Cuando acabó la dominación española el ayuntamiento adjudicó la vía a la memoria de Ignacio Agramonte.

Muchos años después de la muerte de Prim, en la comarca del Undoso aún se recitaban los versos de un romance anónimo que lamenta el atentado y corrobora la simpatía de los cubanos por el carismático general:

Al bajar del palacio
le dijeron a Prim:
Baje usted con cuidado
que lo quieren herir.
Si me quieren herir
que me dejen hablar,
para entregar la espada
al cuartel general.
Por la calle del Turco,
allí mataron a Prim,
sentadito en su coche
con la guardia civil.
Cuatro tiros le dieron
a boca de cañón.
¿Quién sería el infame,
quién sería el traidor?
¿Quién sería el rebelde
que a mi padre mató?
Y aunque soy chiquitico
y no tengo la edad,
la muerte de mi padre,
madre, la he de vengar.(2)

Los culpables no fueron identificados. Cuando el rey prometió hacer justicia, la viuda le pidió que mirase en torno.

De Prim solo quedó en Cuba el romance y la frase que alude a cualquier sujeto desdeñable. Bizarro e inolvidable se le recordaba en Marruecos, donde los padres asustaban a sus críos avisándoles que venía Prim. Siempre bizarro aparece en las páginas de una parca biografía decimonónica(3) que refiere las hazañas del más ilustre de los advenedizos.

...

Notas:

(1) Antonio Miguel Alcover y Beltrán: Historia de la villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 240.
(2) Ana María Arissó: Estudio del folklore Sagüero, Instituto de Sagua la Grande. 1940, pág. 59.
(3) Biografía del general don Juan Prim, conde de Reus y marqués de los Castillejos, Imprenta de Marés y Compañía, Madrid, 1866.

Ilustración: General Prim, óleo de Serrano.