martes, 24 de mayo de 2011

Al que sueña que le he matado

-

El campo desciende hacia el flujo desnudo,
culmina la bajada con una línea abrupta;
un puente cubre esa articulación
de sendos mundos inconciliables.
La música hiela sobre el campo.

El muerto y yo -reconciliados
y ciertos camaradas-, luego
de advertir que acude una tremolina
de horas y la enemistad
se resuelve con una oración
por nuestras almas,
deliramos juntos con el postrer asentimiento.

El asesino que soñabas te ha visitado
y ya se despide.
Has tenido una muerte
de soplos apacibles y tu ánima
sigue lejos de mí, lo mismo que vivía.

_____
Foto: Escalinata en el río Sagua la Grande.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Moebius

-

Frente a un mar interior,
y deseándole que haga reflotar
los pecios hundidos en mí
durante el retroceso –el atrás involuntario-
hacia la calma del mar de Moebius,
adonde quise fijarme tenaz
como un risco; pero es paisaje suave
–no hay rocas- y quien declina
la única planicie de una cinta
sigue el hilo de su caída infinita.

Quien crea exiguo el reino de Moebius
no decaerá –será confundido por sus filigranas-
delante de este mar que le acompaña
como la sinfonía más apacible de Mahler.

Recuerdo la falsa piedra
-una senda para nadie- y las habitaciones
que agita el terral.
Era sombrío nuestro retrato.
Aparecemos impresos sobre la humedad
que nos caló como la marea
inversa de un mar interior.