viernes, 24 de septiembre de 2010

Matarile rile rile…


¿Qué decía el juego aquel de los oficios? Esta mañana, al leer el artículo sobre el apremiante tránsito de tantos insulares al trabajo por cuenta propia, constaté que este oficio de espectador callado no me agrada. Se sabe que carezco de vocación periodística, pero encima de esa ausencia haré mi propia travesura de analista trasnochado.

Veamos: ¿serán útiles tantos servicios si habrá que pagarlos, al final, con el ingreso que los asalariados perciben del Estado? ¿Qué generarán de sí mismas estas ocupaciones? En la misma línea: ¿son oficios reales u oficios de chiste?

Mi abuela ya no usa botones forrados. ¿Qué bichos trasquilar en un país sin ovejas? ¿Y adónde iría el trillador con tantos pies y tan poco camino? A no ser que todos los trillos conduzan a Roma está condenado a perderse en el espejismo de una siega…

A partir de ahora las cartománticas podrán pagar su impuesto y ejercer con derecho a jubilarse como sibilas. Se lo dije a mi tía, que siempre ha cobrado cinco pesos por vaticinio y al vez suba sus tarifas para pagar los últimos tributos oraculares.

Los instructores de prácticas deportivas enseñarán preferentemente ajedrez y otras disciplinas de la mente porque las artes marciales dañan la salud, y son los buenos los que ganan a la larga.

El desmochador de palmas volverá a instalarse en las copas, da igual si teme a las alturas, pues torres más altas han caído.

¡Tenedor de libros! ¡Oficio de matemáticos! También necesitará un buen cuchillo para trinchar.

Y las figuras de yeso, ¿por fin trascenderán a las galerías de arte como modalidad del naïf?

El eufemismo de moda, “disponibles”, no me agrada. ¿A disposición de quién?

He revisado la lista; por si me torno eufemístico, ya decidí qué oficio profesaré. Me haré dandy. Es la ocupación número ciento cincuenta y seis.

Madame –digo con gravedad engolada a la recién contratada empleada doméstica, mientras releo unos poemas del barón de Grotesquié-, hacedme planchar el frac.

...
Ver artículo y lista de oficios.

martes, 21 de septiembre de 2010

Rosalía Castro (1885-1922)

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A Rosalía Castro puede aplicársele la sentencia dedicada por Borges a un poeta menor: “eres una palabra en un índice”. Se le ha considerado poetisa, y apenas se han salvado parcos fragmentos de su prosa en una antología relegada. Se especuló sobre su parentesco con la autora de “Follas Novas” -¿sobrina o prima? ¿pariente ya lejana?- pero muy poco se sabe de su genealogía.

Rosalía Castro nació en Sagua la Grande el 19 de septiembre de 1885. Esta semana se cumplieron ciento veinticinco años de su natalicio. Murió joven, en La Habana, el 19 de noviembre de 1922.

Divaldo Salom, alias de un autor que no consiguió identificar Figarola Caneda en su “Diccionario cubano de seudónimos”, aludió al origen gallego de la escritora sagüera. En la semblanza, fechada en mayo de 1907 y publicada por “El Fígaro” habanero, el cronista se embelesaba con la modestia de Rosalía en el mejor estilo laudatorio de la prensa republicana, y elogiaba su iniciativa, condenada de antemano a causa de la indolencia insular, de perpetuar la memoria de los poetas cubanos como se disponía a hacer entonces España con Campoamor.

Este recorte de prensa, donde Rosalía Castro posó para el lente de Handel en su única fotografía conocida, lo guardaba Manino Aguilera –decano de los periodistas sagüeros- junto a una carta inédita de José María Chacón y Calvo que responde a una consulta sobre la olvidada Chalía.

Chacón, tan ocupado con Enrique Loynaz durante la década de 1920, le confesó a Manino su ignorancia acerca de la autora sagüera. ¿Quién es Rosalía Castro? ¿Cómo no la conozco, si dicen que solía publicar en la revista “Cuba y América” y en “Letras”, que tantas veces he revisado? Si el sexto conde Casa Bayona se hizo esas preguntas o simplemente atribuyó su ignorancia a los olvidos comunes de la longevidad, no lo demostró a su interlocutor epistolar. Se disculpó con aristocrática cortesía, agradeció el dato, aunque tardío, sobre la existencia de una poetisa casi ágrafa, y en el acto mudó el menester poético por el gastronómico para recordarle a Manino su promesa de enviarle un pargo de La Isabela. “Es uno de mis platos preferidos y hace mucho que no lo como” –explicaba el gran hispanista.

Chacón no probó el pargo isabelino; murió ese mismo año. Manino, que ya había hurtado de la biblioteca del Liceo el volumen XVI de la antología de José Manuel Carbonell y Rivero donde le dedican unas páginas a Rosalía Castro, no reparó en el oropel modernista de aquellas líneas sueltas que bastan para hacerle sitio a Chalía entre los poetas. Se conformó con subrayar un pasaje de analogías, escrito según la norma de cierta crítica decimónica:

Tuvo la tristeza ingénita de Mercedes Matamoros, la delicadeza de Luisa Pérez de Zambrana, la singularidad de la Avellaneda, la vibración de Dulce María Borrero, el temple de Aurelia Castillo; en una palabra, la personalidad complementaria, psicológica de nuestras escritoras; pero todo esto en su propia luz, una luz purísima y tenue, de misticismo profano, de teresismo secular, de fe propia, de ansia oculta y de susceptibilidad cristalina.

Creo que Carbonell, cuya medriocridad es proverbial pues no supo discernir entre la poesía perenne y la fruslería literaria, conoció bien a Rosalía Castro. Debió tratarla en aquellos días de medianía poética. Aquí pervive una imagen que no brotó de la retórica:

Su paso por la vida fue breve. Casi toda la existencia la consagró al magisterio y a las bellas letras, y murió como vivió, dentro de su mundo, como esos seres que llevan la casa a cuestas, mezclada por necesidad con el conjunto, pero no confundida. (…)

Como agobiada por un sueño retrospectivo o prematuro, más acá o más allá de la realidad ambiente, inspiraba la misteriosa simpatía de una princesa Carlota, superiorizada por recóndita finura del sentimiento que traducía tan bien, como una nota el timbre y la resonancia del instrumento, en sus deliciosos y exquisitos trabajos, todo sencillez y todo devoción.


El estro de Rosalía Castro, su vocación diáfana, late todavía en una página de claridad modernista, alborada de tintes art nouveau, con sensualidad de vals y profusos calificativos para la luz:

Olor de rosas tempranas y de jazmines abrileños subía por el jardín y bañaba en la onda suave de una caricia perfumada, el pequeño gabinete, alegre y coquetón como jaula de oro.

El sol penetraba en cálidos chorros de luz a través de las persianas, haciendo espejear el suelo de mármol blanco y reluciente.

De trecho en trecho, grandes manchas polícromas fingían bordar sobre el pavimento una complicada labor de argenteados reflejos.


Jirones de cielo azul anunciaban la gloria de un día esplendoroso.

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Notas.

Foto: Rosalía Castro, en “El Fígaro”, fotografiada por Handel.

La carta inédita de Chacón y Calvo a Manino Aguilera la conserva Adrián Quintero, albacea del historiador.
Los fragmentos de José Manuel Carbonell y Rosalía Castro proceden de “La prosa en Cuba”, Tomo V, Evolución de la cultura cubana (1608-1927), Vol. XVI, Edición Oficial, Imprenta de Montalvo y Cárdenas, La Habana, 1928, pp. 313-315.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Amélie D...

En julio de 1886 compareció ante un tribunal francés, Amélie D…, una joven de veintiún años y talle endeble, que había nacido en la villa de Sagua la Grande, isla de Cuba. En marzo de aquel año fue examinada por el doctor Paul Descoust, y luego por el trío pericial donde figuraban los respetables Fournier, Gallard y Brouardel. Fue este último -futuro decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de París-, el compilador de las consideraciones en torno al caso de Amélie, publicadas en 1900 para ilustración de un curso de medicina legal.

Amélie D… era hermafrodita.

En la primera entrevista médica ya se vislumbró el veredicto:

Amélie D… se presenta ante nosotros bajo el traje femenino que ha llevado siempre. Su talla es de 1,53 m. (…) El aspecto general, el gesto y la manera de andar hacen sospechar fácilmente en ella un sexo diferente al que indica su vestimenta de mujer.

Amélie D… jamás ha menstruado; afirma experimentar a veces, al contacto de mujeres, erecciones seguidas de un espasmo voluptuoso (…).
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Según esta apreciación, nada le faltaba para considerarse hombre. Pero, ¿en verdad estaba apta para desempeñarse virilmente en la Francia de la belle époque? Y lo principal: ¿cómo se asumía Amélie? ¿Hombre o mujer? ¿Es que no hay alternativa?

Así la describió Descoust, desnuda de cualquier simulación, en su sobrecogedora singularidad:

Debajo del pubis hay una pequeña verga, con 2 centímetros de extensión en estado de flacidez, terminada por un glande redondeado, (…) esta verga no presenta ni meato urinario, ni trazas de canal uretral (…).

Inmediatamente debajo de la base de esta pequeña verga, comienza una hendidura que presenta el aspecto de un orificio vulvar ordinario, aunque mucho más estrecho y mucho menos extenso. Los bordes anteriores de esta hendidura ofrecen cierta similitud con labios mayores.

(…)

El examen microscópico que hicimos del líquido blanquecino emitido por Amélie D… en el curso de sus erecciones, no nos permitió descubrir ningún espermatozoide; ese líquido, recientemente emitido, tiene una consistencia espesa; almidona el lienzo sobre el cual fue depuesto, pero es absolutamente límpido (…).
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La ciencia decimonónica había conocido procesos semejantes. Entre los más difundidos estuvo el de Herculine Barbin, la infeliz Alexina, que fue obligada a adoptar una personalidad masculina y acabó suicidándose. Esta tarde leí sus memorias, redescubiertas un siglo después. Según Michel Foucault, Alexina gozó de los “limbos felices de una no identidad”. Su infortunio, que la obligó a asumir una masculinidad disociada de su formación como en colegios religiosos, se originó al confesar su amor por una mujer. Eso bastó para que le asignaran un rol extraño de hombre incompleto y visto bajo sospecha. Mademoiselle Barbin se convirtió en Abel. Con vacilación conmovedora, sus memorias alternan el género gramatical cuando se refiere a sí mismo/a. Al asumir el suicidio como una opción excusable para su liberación, Herculine lanzó un reto lacerante a los facultativos:

Cuando llegue ese día, algunos médicos, harán un poco de ruido alrededor de mis despojos: destrozarán todos los resortes extinguidos, traerán nuevas luces, analizarán todos los misterioso sufrimientos agolpados en un solo ser. ¡Oh, príncipes de la ciencia, químicos preclaros, cuyos nombres resuenan en el mundo, analizad pues, si es posible, todos los dolores que me han abrasado, que han devorado este corazón hasta sus últimas fibras; todas esas lágrimas ardientes que lo han ahogado, que lo han sofocado bajo opresiones salvajes!
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¿Y Amélie, que según el último informe acudió al tribunal con hábitos masculinos, consiguió insertarse en la sociedad implacable de los normales? ¿Se hizo amar por una mujer? ¿Siguió el destino de Alexina, a quien las prostitutas abrazaban –confesaba ella misma- como a un reptil?

El hombre es una invención –razonó Foucault. Según la invención decimonónica sólo había hombres y mujeres. Los llamados “pseudohermafroditas” pertenecían necesariamente a uno de los géneros convencionales. Correspondía a los galenos identificarlo y a los tribunales su legalización. A Amélie le diagnosticaron una “hypospadias perineo-escrotal”. El criterio médico, que indujo el fallo judicial, interpretó a favor de su tesis algunos estereotipos sicológicos:

Amélie D… declara jamás haber tenido regla, añade que la presencia de mujeres le despierta deseos voluptuosos. Ella se complace en el estudio de las ciencias. Jamás ha podido atenerse a los quehaceres femeninos. Tiene un gusto vivísimo por los ejercicios corporales.

Esto fue suficiente para los magistrados del departamento del Sena. Amélie amaneció con atuendo de garzón. Tomó un coche hasta la sala del tribunal y se hizo reinscribir en los registros. Si el rumor de su conversión llegó hasta Sagua la Grande la célebre comadrona Bernardina habrá recordado el nacimiento de una niña de curiosa anatomía. El padre Lirola tal vez enmendó la partida de bautismo con alguna nota de evidente rubor. Estoy tentado a revisar el archivo parroquial para restablecer su primera identidad. Los informes publicados por Brouardel omiten cualquier dato que pudiera delatar a su paciente, excepto uno que a mí me basta: nació el 12 de febrero de 1865, en la Villa del Undoso, y fue inscripta en los registros de la iglesia de la Purísima Concepción.

¿Quién era Amélie D…? ¿Pertenecía a una ilustre familia sagüera? ¿Podría rastrearse a los protagonistas de aquel drama en las páginas de los cronistas locales? Tal vez, pero no me decido a emprender la indagación. Sería escudriñarla, otra vez, semejante a una criatura extraña, como si no bastara su turbadora belleza.

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Notas.

Ilustración: Hermafrodita fotografiado por Félix Nadar en 1860.

La traducción de los informes forenses es mía. El texto original apareció en P. Brouardel: Le mariage, nullité, divorce, grossesse, accouchement..., Cours de Medécine Légale de la Faculté de Médecine de Paris, Librairie J.-B. Baillière et Fils, París, 1900, pp. 369-371.

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Anexo.

Informe de los Sres. Alf. Fournier, Gallard, P. Brouardel.

Los infrascritos, Alf. Fournier, Gallard, P. Brouardel, comisionados por juicio de la primera cámara del Tribunal civil de primera instancia del departamento del Sena, el 16 de julio de 1886, al efecto de constatar el sexo de Natalie-Amélie-Josépha D…, dispensados del juramento, hemos procedido al examen de la antedicha.

Amélie D… nació en Sagua la Grande (isla de Cuba), el 12 de febrero de 1865. Fue registrada en la iglesia parroquial de Ascenso de la Carissima (sic) Concepción de esa ciudad, como hija legítima del Sr. D… y de la señora M…, su esposa.

Amélie D… lleva actualmente hábitos masculinos. Su talla es de 1,53 m. Tiene la marcha y el porte general de un hombre joven. Sus gestos son bruscos.

Los cabellos son escasos y cortos. La faz es huesuda. Los labios y el mentón están adornados por una barba normalmente dispuesta, bastante dura, abundante; las mejillas están cubiertas de pelos un poco más espaciados.

La voz es fuerte. El pecho está aplanado, cubierto sobre la región esternal de vellos bastante numerosos. No hay ningún saliente que recuerde senos de mujer. Bajo el pezón, la palpación no permite descubrir ninguna traza de glándula mamaria.

Los miembros superiores e inferiores están cubiertos de numeroso pelo. El codo, los brazos, los antebrazos, son los de un hombre; los músculos forman salientes muy pronunciados. La piel no está cubierta por la capa “célulo-grasienta” a la cual se deben las formas redondeadas de los miembros femeninos.

Las nalgas están bastante desarrolladas. Los muslos están algo aplanados lateralmente, no son redondeados como en la mujer. De manera general, los miembros abdominales son relativamente más pequeños que los miembros superiores.

La vejiga es estrecha, no ancha como en la mujer.

Examen de los órganos genitales.- Los vellos que cubren la región pubiana forman un triángulo que se remonta hasta el ombligo. Esta disposición es propia del sexo masculino; comúnmente, en la mujer, los vellos del pubis forman un triángulo cuya base dirigida hacia arriba suele estar completamente limitada.

La región llamada monte de Venus, saliente en la mujer, está aplanada en Amélie D…

Debajo del pubis se halla una pequeña verga con poco más de 2 centímetros; está terminada por un glande de forma redondeada. No hay depresión que represente el meato urinario, pero debajo de la verga se ve un surco netamente limitado, dirigido de atrás a adelante, ocupando el sitio de la uretra en el hombre. Este surco tiene una gran importancia, pues no se ve ninguna traza sobre el clítoris. Se prolonga por detrás hasta el orificio de una hendidura, de la que vamos a hablar. La verga y el glande están recubiertos de una funda que termina en un prepucio móvil, plegado, fácil de desplazar, y cuyos pliegues indican que, cuando esta verga rudimentaria y el glande entran en erección, alcanzan un volumen notablemente mayor.

Debajo de la verga, se halla una brida fibrosa, que rodea los bordes del surco descrito arriba y se prolonga hasta el orificio de una hendidura que presenta cierta analogía con el orificio “vulvo-vaginal” ordinario. Pero si los bordes de esa hendidura recuerdan hasta cierto punto los labios mayores, no se halla traza de labios menores; nada representa el pliegue creciente de la horquilla; no hay traza de una membrana himen ni restos (caroncules myrtiformes) que suceden a su rotura.

Esta hendidura estrecha permite, con cierta dificultad, la penetración del índice en una cavidad que alcanza alrededor de 11 centímetros de profundidad. La mucosa que tapiza esta cavidad es lisa, no se sienten los salientes rugosos de la mucosa vaginal.

Hemos tratado metódicamente de constatar, sea en el exterior, sea durante la exploración practicada en esa cavidad, sea por la palpación abdominal, la traza de un órgano genital (útero, ovario, testículo). Podemos afirmar que, ni en los pliegues inguinales, ni a lo largo del canal inguinal, ni sobre la cara anterior del recto, se siente ningún saliente, ninguna resistencia, no se provoca ningún dolor que permita sospechar la presencia de uno de esos órganos.

Sobre la pared anterior de la cavidad, a 2 centímetros aproximadamente del orificio de la hendidura, se siente una pequeña bolsa en la cual se abre el canal uretral. Debajo se halla una brida. Interrogada sobre la manera de expulsar la orina, Amélie D… declara que no hay chorro, sino una emisión diseminada, lo que se explica por la disposición misma de esa brida. Amélie D… declara jamás haber tenido regla, añade que la presencia de mujeres le despierta deseos voluptuosos. Ella se complace en el estudio de las ciencias. Jamás ha podido atenerse a los quehaceres femeninos. Tiene un gusto vivísimo por los ejercicios corporales.

Conclusiones.- 1. Amélie D… no presenta ninguno de los órganos que caracterizan al sexo femenino (útero, ovarios, mamas).

2. No se descubre la presencia de testículos, lo que permitiría afirmar que esta persona pertenece al sexo masculino.

Pero ella padece de una malformación de los órganos genitales descrita bajo el nombre de hypospadias perineo-escrotal. La autopsia de individuos que padecían esta malformación ha demostrado que pertenecían al sexo masculino. Los testículos, retenidos en la cavidad abdominal, no se desarrollan, y a menudo los canales deferentes no existen. Estos individuos son criptorquídeos: sus testículos atrofiados no secretan espermatozoides.

Estas consideraciones, extraídas de la experiencia, permiten creer que Amélie D… es un hombre.

3. Esta opinión se halla confirmada en este caso particular por el surco que se encuentra sobre la cara inferior de la verga y del glande, surco que representa una uretra masculina detenida en su desarrollo normal durante el segundo mes de vida intrauterina, y del cual no existe ninguna traza sobre el clítoris; por la ausencia de labios menores y huellas de la membrana himen.

Ella lo es, además, por el examen del resto del cuerpo: rostro, barba, cabellos, ausencia de mamas, disposición general de los vellos, forma de los miembros; por la ausencia de menstruación.

Concluimos por consiguiente que la persona nacida el 12 de febrero de 1865 en Sagua la Grande, y nombrada entonces Nathalie-Amélie-Josépha D… pertenece al sexo masculino.


domingo, 5 de septiembre de 2010

En Sagua la Grande, por primera vez…

Otra ciudad de primicias.


A Olguita,
sagüera en Cárdenas,

y a Gino,
cardenense
en Santiago de Chile.


No he concebido este inventario de primicias para emular con los cardenenses. Sólo noté que estaban dispersas y que sería útil juntarlas para galardón de la Villa del Undoso. La provocación, eso sí, la suscitó la extensa nómina de inauguraciones patrocinadas por Cárdenas. Al izamiento primigenio de la bandera cubana, a la primera estatua dedicada a Colón, a la primera destilería de Cuba, Sagua contesta, por sí misma, sin vocación emulativa, con el primer buque de vapor, el primer alcantarillado y el primer cielo estrellado de la poesía cubana.

Después de examinar afinidades que relacionan a la comarca del Undoso con otras ciudades cubanas, he corroborado que no hay urbes más semejantes que Sagua y Cárdenas. Ambas fueron fundadas en el siglo XIX, con la misma pujanza azucarera, portuaria y ferroviaria. Cada una quiso honrar a la otra: en Sagua, la antigua calle de la Esperanza se llamó luego Paseo Cárdenas; en Cárdenas, la vetusta Pinillos fue rebautizada como Sagua. Para viajar a Sagua desde occidente era imprescindible hacer escala en Cárdenas; para llegar a Cárdenas desde oriente había que tocar antes el puerto sagüero. Muchos viajeros hicieron paralelos entre ambas ciudades. Ramón de La Sagra, Samuel Hazard, Carrerá, Juliá y Eva Canel, asumieron que Cárdenas y Sagua podían compartir en perfecta fraternidad el mismo capítulo de sus viajes. Ambas han poseído idénticos epítetos: Perla del Norte, Ciudad de los Coches y las Bicicletas… No parezca raro a nadie entonces que también compartan la avidez de comienzos. Por eso he colectado estas noticias sagüeras, que no aspiran a empañar la divisa del escudo cardenense donde con orgullo se declaran “Primus in Cuba”.

He aquí las primicias del Undoso. Cada dato fue cotejado con la fuente bibliográfica original. Pese a la extensa indagación, la lista sigue incompleta. Abarca sólo el siglo XIX. Este inventario, entonces, permanece abierto para otros hallazgos.



1. Primer buque de vapor construido en Cuba. “Se botó al agua y comenzó sus viajes por el río el vapor Sagua la Grande, de la casa de Beronda, teniendo este puerto la gloria de ser el primero de la Isla en que se construyera un buque de esta clase.” La botadura acaeció en 1849.

2. Primer alcantarillado de Cuba. “A Sagua la Grande le cabe el honor de ser la única ciudad de Cuba con un alcantarillado construido a mediados del siglo XIX.” Los planos se levantaron en 1852 por los ingenieros O’Campo, Henrique y Couspeire. En julio del año siguiente quedó concluido el desagüe de la calle Gloria.


3. “[…] el primer gran cielo estrellado de nuestra poesía y el primer diálogo del hombre con las estrellas.” Según Cintio Vitier, estas primicias poéticas corresponden a “La ilusión”, poema de de “El Trovador Cubano” –seudónimo de Francisco Pobeda y Armenteros- fechado en Sagua, 1853. Pobeda, fundador del criollismo romántico en la poesía cubana, murió a los 85 años en la Villa del Undoso.

4. Primer periódico científico publicado en el interior del país. “El Eco Científico de Las Villas”, dirigido por el Dr. Agustín W. Reyes, comenzó a publicarse con frecuencia mensual a partir de 1883 y durante cuatro años. Ha trascendido como la primera publicación periódica dedicada a las ciencias que se publicó fuera de la capital cubana.

5. Primer movimiento reformista de alcance nacional para enfrentar la crisis económica de la década de 1880. Los hacendados de Sagua suscribieron un manifiesto solicitando reformas al gobierno español. Se imprimieron 4 mil ejemplares y se enviaron cablegramas a los ministerios peninsulares. El movimiento iniciado en la Villa del Undoso se extendió a otras regiones del país.

6. Primer colegio laico de Cuba. Se fundó en 1886, a iniciativa del sagüero Juan J. de Garay, recién llegado de Europa. Se llamó “Luz y Verdad”. Aceptaba a “niños de todas las razas y por pensiones insignificantes.” Duró cuatro años.

7. Primera red telefónica del centro de Cuba. Ya se hablaba del proyecto desde los primeros meses de 1892, pero los postes del tendido no se instalaron hasta diciembre. El gestor del proyecto fue Andrés Casas Aulet, que debió enfrentar la desconfianza que a menudo suscitan los adelantos. Sagua la Grande fue la 4ta. entre las primeras ciudades cubanas dotadas de telefonía.

8. Primera estatua erigida en Cuba a un magnate capitalista. “[…] el 2 de febrero [1894], se inauguraba la estatua en mármol de Carrara, del Conde de Casa Moré, erigida por la Compañía del Ferrocarril en el jardín de la Estación.”

9. Primer partido político fundado al finalizar la dominación española en Cuba. El 14 de diciembre de 1898 se constituyó el Partido Democrático Sagüero, pionero de la futura vida política republicana. Algunos días después, el PDS concibió e hizo difundir un manifiesto a todos los cubanos. Dice el historiador José E. Pérez que “Sagua la Grande fue la primera población de Cuba que empezó a mostrar sus anhelos políticos para lo porvenir, cuando se dio por terminada la dominación española.”

10. Primer centro de enseñanza preescolar de Cuba. Se fundó en la Villa del Undoso gracias a la gestión de Francisco de P. Machado, que consiguió los fondos sobrantes de un comité neoyorkino de auxilio a los reconcentrados. Las primeras educadoras fueron las norteamericanas Turner y Layer. Se le reconoció oficialmente la condición de primer “kindergarten” de Cuba.

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Notas.

[1] Antonio Miguel Alcover; Historia de la Villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 102.

[2] Juan de las Cuevas Toraya: Quinientos años de construcciones en Cuba, D. V. Chavín, Servicios Gráficos y Editoriales, Madrid, p.135.

[3] Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1998, pp. 114-115.

[4]Antonio Miguel Alcover: El Periodismo en Sagua, Tipografía La Australia, La Habana, 1901, pp. 184-192.

[5] Alcover: Historia… pp. 362-365.

[6] José María Martínez: Ligeros apuntes sobre la enseñanza escolar y el magisterio en Sagua la Grande, Magazine de La Lucha, Provincia de Santa Clara, 1926, p. 395.

[7] Alcover: Ibídem, pp. 448-449.

[8] Alcover; Ibídem, p. 461.

[9] José E. Pérez [Pepe Hillo]: Con Sagua, por Sagua y para Sagua, Imprenta de Pompilio Montero e Hijo, La Habana, 1945, pp. 101-106.

[10] José María Martínez: Escuela de kindergarten, Ibídem, p. 397.