jueves, 20 de marzo de 2014

Orbiutes


Mi hermana me comenta su última lectura: la autobiografía inédita de un viejo médico camagüeyano. El memorialista era octogenario cuando redactó sus recuerdos. La llegada de la electricidad al pueblo de Cascorro, por ejemplo, figuraba en el repaso. Un gallego instaló el dinamo, movió una palanca, se estremeció algo y hubo luz. Creí estar allí –concluyó mi hermana.

Yo también disfruto la lectura de memorias. Estimo la sobrevida del tiempo tanto como Proust. La recherche me obsede desde que era niño, cuando pedía a mi abuela que me contara algo de “los tiempos de antes”. El antes, en su carácter de incógnita certidumbre, me fascina, me incita más que el ahora.

Los viejos de la familia, afincados en su actualidad, no acostumbraban a obsequiarnos con noticias del pasado. A menudo conjeturo que habían olvidado, y recuerdo un pasaje de Cintio Vitier que se refiere a la misteriosa capacidad de olvidar. Yo, acaso a mi pesar, no consigo borrar nada. La memoria me lastra, me afinca en esta ciudad preterida, en su perturbador cementerio de imágenes. He aquí un ejemplo que sorprende a mi hermana: recuerdo inexplicablemente qué ropa llevaba ella hace casi veinticinco años, cuando nos despertaron en la madrugada para llevarnos al funeral del abuelo. No sé cómo hicimos el viaje ni cómo iba vestido yo mismo. Era invierno, no nos dejaron acercarnos al ataúd y mi hermana, muy pequeña, llevaba una saya plisada. Abundaba el rojo luctuoso, probablemente una cortina o un crespón de terciopelo, semejante al marrón de la chaqueta.

Mi hermana razonaba, con alarma, que no sabemos nada de nuestros antepasados. Retrocedemos un par de generaciones y se pierde el rastro. A diferencia del viejo doctor, nadie dejó memorias. Hay una explicación: descendemos de gente forzosamente ágrafa. Una vieja partida consigna que nuestros tatarabuelos no refrendaron con su firma el nacimiento de un hijo porque no sabían escribir. Clasifican entre la denominada “gente sin historia” que ha preocupado a los historiadores contemporáneos. Que figuren ahí, entre los anónimos, no implica que hayan vivido al margen de las vicisitudes de sus épocas. Cuando la famosa huelga del 9 de abril de 1958, mi abuela escondió a su prole bajo la cama. Ante los disturbios de la revolución antimachadista, en 1933, mi bisabuelo prohibió a sus vástagos que salieran de casa. En 1896, tras el bando de Weyler, los parientes acataron la orden letal de irse al pueblo. El sitio de nuestros antepasados –expliqué a mi hermana- fue un agujero, un escondite, un reducto intrahistórico. Los pocos que se expusieron al devenir carecían de experiencia para lidiar con la Historia y no supieron qué hacer.     

De los olvidos familiares y de los relatos sesgados, de la parcialidad de numerosos historiógrafos, hemos alcanzado una tardía y peculiar compensación: mi hermana pasó  la adolescencia coleccionando volúmenes acerca de la Segunda Guerra Mundial; yo asumí que tuve legítimos ancestros en los memoriosos Madame de Sevigné, Hans Christian Andersen, George Sand, Lola María de Ximeno y Renée Méndez-Capote. A Sand debo la recuperación de un recuerdo, una palabra: orbiute. Creí que no existía un término para aludir a las manchas que el sol deja en la vista después de haber mirado el resplandor durante un rato. Yo las veía hace muchos veranos. Me calaban, las innombradas. Existe en el Berry: orbiute. Y no es indeleble, como el recuerdo.

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La foto procede del archivo familiar. Es la moda de la década de 1920. No reconocemos a nadie.

sábado, 15 de marzo de 2014

Mi respuesta a Manuel Vázquez Seijido, asesor jurídico de CENESEX


A pesar de que mi último post sólo repetía viejos criterios míos con respecto a la gestión de CENESEX, la institución recién decidió replicarme. Enhorabuena. Me gusta discutir. Hagámoslo.

Manuel Vázquez Seijido, en su análisis ideológico -y también semántico-, me pregunta qué es una ONG de legítimo carácter LGBT y por qué responsabilicé en parte al CENESEX de la ausencia de organizaciones de esa índole en Cuba. Es fácil: la genuina naturaleza LGBT de un proyecto o institución depende, estrictamente, de la gestión autónoma, libre y militante de sus miembros. No es el caso de CENESEX, constituida por decreto y con el auspicio del Ministerio de Salud Pública. La cualidad oficial ni siquiera bastaría para descalificar a un centro de reconocida utilidad. Nadie discute su pertinencia. CENESEX sí se torna ilegítima en su pretensión de conducir -¿”acompañar”?- las luchas por los derechos sexuales, con la voluntad de ejercer el único mando. Desconfío del liderazgo excluyente de Mariela Castro. Creo en su buena voluntad, sólo no me resigno a que pontifique en nombre de un colectivo heterogéneo por definición. Han pasado varios años desde que declaré mi posición. Nunca aceptaré que la existencia de CENESEX impida el reconocimiento jurídico de otras asociaciones LGBT.

Vázquez Sejido debió resultar más diáfano aquí:

¿Usted conoce la legislación vigente en nuestro país para conformar organizaciones no gubernamentales? Habría que preguntarse en qué punto entran en colisión los intentos de formar estas organizaciones con la precitada legislación.

¿Habría que preguntarse dónde colisionamos? ¿El abogado no conoce la respuesta? Algunas leyes están muy bien escritas, pero no se cumplen.

Cuando CENESEX, en la voz de Mariela Castro, declara que los LGBT de Cuba no necesitamos insertarnos sin mediaciones en la sociedad civil, traiciona su propia causa. Declarar, ex cathedra, que nos bastaría por ahora una unión civil, implica renunciar tácitamente a la igualdad. Si CENESEX, por razones soterradas, prefiere no causar desazón a sus patrocinadores, otras organizaciones LGBT, más legítimas, deberían ocuparse de la tarea.

¿Cómo se explica Vázquez Seijido el silencio cómplice ante la homofobia del último censo? Desde mi atalaya advertí el borrón, lo estrujé y lancé al patio de CENESEX. El aviso llegó una semana antes del recuento y no hubo rectificación por parte de la ONEI. A los colegas que solicitaron un pronunciamiento a la institución dirigida por Mariela Castro, se les dijo que no habría ninguna declaración. Confirmé ahí que CENESEX no nos basta ni debemos consentirle un liderazgo excluyente.

Con respecto a la escasa difusión que ha recibido la VI Conferencia de ILGALAC y a los tropiezos para la presencia de quienes no nos adherimos a CENESEX, el jurista usa un símil infeliz:

“Las trans de mi remota ciudad, las que se prostituyen por unos pocos pesos, no saben que ILGA estará en Cuba”, dice usted, y probablemente tampoco lo sepan los mineros de Moa o los azucareros de otra provincia […]

La relación no procede: a los mineros de Moa y a los azucareros de cualquier parte no les interesa tanto la cita como a las trans de mi provincia. La Asociación de Transgéneros del Níquel o la Federación Azucarera Dulce Lujuria no existirán tampoco mientras CENESEX sea la única organización consentida por el Estado y la excusa para que no surjan otras.

Manuel Vázquez Seijido parece más aficionado a las preguntas retóricas que yo:

¿Conoce que impulsada por el CENESEX, ese al que no le deben nada “las que se procuran hormonas y esculpen sus propios cuerpos sin auxilio médico en los parajes marginales de Cuba”, se creó la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales en el año 2008 por la Resolución Ministerial No. 126? ¿Conoce usted que Cuba es el único país en Latinoamérica donde se garantiza el derecho a la libre expresión sexual y autonomía sobre los cuerpos de las personas transexuales? ¿Conoce usted los derechos sexuales de estas personas?

Respondo. La Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales no funciona en los parajes marginales de la Isla. Las mujeres que requieren esa asistencia suelen vivir desempleadas y violentadas por las estructuras sociales. Las que he entrevistado optan por hormonarse sin consulta porque no tienen adónde acudir. La violencia simbólica, encima, las desarma. El discurso de Vázquez Seijido es habanerocentrista. La Habana nos queda lejos a otros.

Sigo: ni remotamente Cuba es “el único país latinoamericano donde se garantiza el derecho a la libre expresión sexual y autonomía sobre los cuerpos de las personas transexuales”. Conozco la legislación argentina. Cuba y Argentina, como dijo el impertinente de Borges una vez, son cosas muy distintas. Parece que también lo somos en materia de derechos para las trans. Cuba, como me alecciona Vázquez Seijido, consiguió gracias a CENESEX que el MININT admita fotos acordes a la identidad de género. Lo celebro. En Argentina basta con una declaración ante el Registro Civil para asumir la plenitud jurídica como hombre o mujer trans. Somos distintos. Mi interés por la cuestión jurídica también ha quedado demostrado desde el ámbito de la comunicación y el activismo LGBT.

De haber leído mi blog, el asesor jurídico sabría que estuve entre los que propusieron la alusión a la discriminación por orientación sexual e identidad de género en el nuevo Código de Trabajo. Según el texto de Vázquez Seijido, ni yo ni otros activistas propiciamos la modificación. Todo lo hizo Mariela Castro. El discurso de CENESEX, ya sabemos, está sesgado por su constreñida noción del activismo y de los liderazgos. Recuerdo al jurista, en pos de la precisión, que la cláusula se aprobó incompleta, sin aludir a la identidad de género.

La réplica que me dedica CENESEX corrobora que las sillas de la conferencia ya están separadas. Vázquez Seijido ocupará la suya. Alguna red social lo nominará. En la declaración que precede al texto del jurista figura una afirmación irresponsable o cínica: “existen variantes que las personas con menos posibilidades económicas pueden valorar”. Instrúyannos, por favor.

El activismo LGBT necesita empoderamiento, no “acompañamiento”. Al abogado se le escapa que la pugna por los derechos negados al colectivo LGBT obliga a luchar por la plenitud civil.

Disensiones aparte, CENESEX debe saber que tenemos los mismos objetivos. Urge respetarnos. El recurso apropiado para dialogar nunca debería ser la descalificación que sugerían las entrelíneas de la réplica de Manuel Vázquez Seijido. Un comentarista anónimo también me asaeteó en el blog con semejante tono, dudando de mi currículo profesional y  mi compromiso. Yo, sin ningún temblor, firmo mis opiniones e incluso mis diatribas.

Maykel González Vivero
Sagua la Grande, 15 de marzo de 2014.