viernes, 24 de diciembre de 2010

Música dormida

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Yo quería describirles cómo hago
para espiarlos desde el postigo
sin que adviertan el obsequio que me dedican.

En las madrugadas mueven
bujías en la ventana de los altos
como si tendieran una trampa para mi obsesión de ellos.

Por las falsas almenas de la casa
penetra el adagio de Samuel Barber
con la música de un animal dormido a la intemperie.

Diciéndose “aléjate, oh fantasma”
abren las puertas y reciben la verdad de golpe,
con inaudito valor, como no la soporta ningún héroe de hogaño.

Tanto coraje da miedo. ¿Qué osarían
si yo fuera música dormida? Me colocarán en el piano
hasta reducirme a misterio consabido;
luego en la intemperie insomne de sus almenas, hasta rendirme.

Yo quería describírselos -sugerirles qué hacer
conmigo, cómo exponerme al fuego
de las bujías, cómo lacerarme-
pero recelo que no aprobarán mi deseo de despertar.

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Foto: 10 de noviembre, desde el postigo.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Autorretrato con eclipse

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Miré las aguas oscuras de la taza:
un secreto humeante se resiste,
irresoluto como los brazos cruzados sobre el pecho.

Me enciendo con un rubor ajeno.
Excluido de mí,
el rojo infame va cubriéndome.

Han dispuesto una escala pesadísima
-otro palmo falta para arrimarte-,
descolorida como cualquier descenso.

Supongo que mi pecho -deshecha la cruz vacilante-
sea un buen sitio para encender un hogar
de briznas vivas y asomarte a la luna
que sobrevuela con su hechura deforme.

En el té se levanta un oleaje oscuro
que me empuja hasta la inanidad.

Te adjudico un letrero arcaizante:
La belle Angèle.

Como la dama horrible del cuadro de Gauguin
cíñete la cofia de contender y embísteme con la sombra.

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Foto: Eclipse, desde el pasillo. 21 de diciembre de 2010.

domingo, 19 de diciembre de 2010

El estertor de Klaus en el cielo helado de la casa

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El estertor de Klaus en el cielo helado de la casa
va enjugándome el frío
apurado como un sorbo perentorio.
Y el ventisquero interpuesto en el umbral
que le aguarda también
lo sugirió: que me figurase la infinita serventía
y el niño bajo la mesa, construyéndome una tienda para reposar junto a un perro de aguas,
echando una manta sobre su voz.

Iba a decirle que la belladona perdió
la virtud de adormecerte -el gesto ineluctable de callar-:
la luz que filtran las lucetas
ha enfriado el mediodía con un soplo de odio.

Oírte acaso me aliviaría de lo suyo nevando.

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Foto: Niño guajiro, camino adentro, cerca de Viana.

martes, 7 de diciembre de 2010

Sagua la Grande celebró la muerte de Maceo

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El episodio no ha sido reivindicado. Nadie lo refiere, ni siquiera como curiosidad histórica. La memoria colectiva prefiere olvidar los espectáculos de esta índole.

Sagua la Grande celebró la muerte de Antonio Maceo.

No queremos recordar que sucedió. Alcover, más cronista que historiador, sí supo que este mal ejemplo debería figurar en los anales de la ciudad.

Maceo fue un excelente militar, pero se le reconoce también como hombre honorable, delicado, incapaz de ordenar la muerte de una mujer aunque fuera una espía a sueldo de España. No recuerdo dónde leí que Julián del Casal conservaba su retrato autografiado. Ahí está la correspondencia con Martínez Campos para probar que guardaba cortesía y razones para los oponentes.

Pero Sagua la Grande celebró su muerte, y además lo consignó en un acta:

En la Villa de Sagua la Grande á los nueve días del mes de Diciembre de mil ochocientos noventa y seis, se reunieron en la Sala Capitular prévia citación y bajo la Presidencia del Sr. Alcalde Municipal D. Emilio Noriega y Gómez, los Sres. Concejales que al márgen se expresan con objeto de celebrar sesión extraordinaria para dar cuenta de una Comunicación del Excmo. Sr. General de Brigada y siendo las diez de la mañana hora señalada en la convocatoria se dió principio al acto del modo siguiente: Se dio lectura á una comunicación del Excmo. Sr. General de Brigada D. Ignacio de Montaner trasladando un telegrama del General de la División en el que participa que en combate efectuado el diez y siete(1) el corriente, cerca del ingenio Matilde provincia de la Habana, ha sido muerto el cabecilla Antonio Maceo por columna Cirujeda, y el Ayuntamiento considerando de suma importancia para la causa de nuestra Patria la muerte de ese cabecilla acordó dirigir al Excmo. Sr. General en Jefe el siguiente telegrama: “Ayuntamiento reunido sesión extraordinaria, acordó felicitar á V. E. calurosamente por nuevo triunfo alcanzado contra enemigos Patria rogándole haga extensiva esta felicitación á valiente columna Cirujeda por muerte Maceo, recibida con verdadero entusiasmo en esta Villa.” Y no habiendo más asuntos de que tratar se dio por terminado el acto &a.(2)

Hasta aquí parece apenas una zalema ante los jerarcas coloniales. Alcover, sin embargó, registró el júbilo de otros, gente llana:

Triste es decirlo, pero no fue el Ayuntamiento que presidía el obcecado Noriega el único que dió la nota discordante ante la muerte del caudillo indomable que tanto jaque dio á las más aguerridas tropas de España y á sus más expertos generales. También se celebró con júbilo la muerte del glorioso titán de la Revolución en muchos sitios y centros y no pocos tomaron fenomenales borracheras por el contento que les producía la muerte del invencible guerrillero. ¡Qué tristeza causa tener que recordar estas miserias humanas…!(3)

Sí, tristeza no sanada que vuelve. La sentí regresar cuando alguien deseó la muerte de un cubano casi exánime.

A Maceo quisieron desagraviarlo durante la República con un óleo que encargó la sociedad Unión Sagüera al pintor Manuel Mesa. Ni siquiera perdura este homenaje: el cuadro se destruyó hace muchos años. También le dedicaron un busto y una placa que han transitado por varios rincones de un parque sin hallar un sitio definitivo.

Maceo llamaron en 1899 a la antigua calle de la Estrella. No se sabe si alguien tuvo la vergüenza de evadirla en sus paseos por la ciudad.

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Notas.

(1) Error del acta.
(2) Antonio Miguel y Beltrán: Historia de la villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, pp. 492-493.
(3) Ibídem, p. 493.


Foto: Busto de Antonio Maceo en Sagua la Grande (detalle).