Un grupo de artistas cubanos abordó un barco militar para despedir a la trovadora que quiso permanecer inmersa en la entrada de la bahía de La Habana. Nadie habló de reposo; se dijo que Sara, en todo caso, será una centinela. La televisión cubana procuró declaraciones de los asistentes. Hablaron Amaury Pérez, Liuba María Hevia, Frank Fernández, Marta Campos; todos fueron definidos como amigos de Sara. Más tarde, una señora lanzó un jarrón de cenizas sobre la estela que dejaba la embarcación. Esperé que también la llamaran “amiga de Sara”, y admito que la televisión me sorprendió: era la “compañera de Sara González”. El periódico Granma –lo leí después- narraba cómo Diana Balboa, la que echó el jarrón de cenizas lejos de sí, “compañera de Sara” otra vez, había recibido las condolencias de Fidel Castro.
Sara González y Diana Balboa vinieron juntas a Sagua la Grande antes de que arreciara la enfermedad de la cantante. Diana construyó unos peregrinos instrumentos musicales a partir de objetos domésticos y los expuso en la galería Wifredo Lam. Sara cantó luego en el patio del antiguo palacio de Moré. Ante la televisión sagüera, Diana comentó: “me ha gustado mucho la ciudad, deberíamos quedarnos, dando conciertos, hasta que la exposición sea sustituida”. Sara respondió, en broma: “¡qué dices, se van a aburrir y acabarán botándonos de aquí!” Los sagüeros, que advirtieron la intimidad sosegada de ambas, habrán confirmado ahora que Sara González y Diana Balboa eran compañeras en la acepción postrera del término según los diccionarios canónicos.
Supongo que la mayoría de los televidentes y muchos lectores de Granma pasaron por alto esa línea, ese epíteto que me parece el primer manifiesto de su índole en los medios cubanos. Un manifiesto contra la homofobia: “la compañera de Sara”, su viuda, la mujer que la secundó en sus proyectos, la asistió en sus dolencias y cedió sus cenizas al mar. No puedo mensurar el significado de esa línea. Es una señal contundente para los escépticos; es, sobre todo, un aviso para los fóbicos que sólo admiten, con esfuerzo, el carácter absolutamente privado de estos amores.
Haber propiciado este tácito reconocimiento para las parejas del mismo sexo es quizás el último gran servicio que Sara González prestó a Cuba.
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Foto: Sara González y Diana Balboa, después de la comparecencia de la trovadora en el programa Con dos que se quieran, de Amaury Pérez.
13 comentarios:
Oye, qué bien. A mí también me pareció genial. Claro, para mí es tan normal, que no le veo nada de raro... Pero sí que tienes razón, nuestros medios oficiales tienden a esconder estas verdades... creo que Sara merecía este signo de respeto. Se lo ganó con su vida, con una existencia recta (que no quiere decir perfecta o inmaculada). Hasta muerta abre caminos Sara... Y nuestros dirigentes mostraron sabiduría y respeto hacia sus elecciones de vida... qué bien. Y Diana, debe ser muy especial también para que Sara la amara, así que quienes no la conocíamos, la amamos ya un poco. Ella es un pedacito de Sara que nos queda...
te dejo este vínculo a mi blog... http://pedazodecuba.blogspot.com/2012/02/la-vez-que-sara-me-hizo-llorar.html
Me ha gustado mucho lo que has escrito porque estoy completamente de acuerdo. Ya creo que era hora de que los medios cubanos dejaran a un lado ese conservadurismo inútil. la muerte de Sara, de por sí, ha tenido gran repercusión, pero a su vez, ha llamado la atención por el desenfado con que se ha tratado a Diana Balboa y su relación con Sara. De verdad que ella, aún muerta, sigue luchando.
Carlos Alejandro
Maykel, cómo se puede contactar contigo???
Mi correo es crmartinez@uclv.edu.cu
Yirmara, conozco tu blog. Eres matancera. Yo digo que si no fuera sagüero y pudiera escoger otra ciudad, sería matancero.
Un abrazo.
Carlos Alejandro, este "desenfado" que dices debe generalizarse. Esa línea, espero, anticipa una época.
¿No sería una errata del periódico?
Habrá sido, en ese caso, una errata muy difundida...
¿En qué andará esa cabecita tuya saltarina?
Ahora veo que has matizado tu blog con una "utilidad social" mientras aprovechas tus virtudes como cronista. Echo de menos no obstante los monstruos de la imaginación y de siglos anteriores que poblaban estos espacios. Pero no se puede tener todo. Y cuando te hablo de Whitman no respondes.
Yo sigo lejos, como ves.
Querido Félix, ya me ves, rompo lanzas, jaja... No te preocupes por los siglos idos, que retornarán. ¿Recuerdas a Amélie D...? La he rastreado, pronto tendrás noticias.
Hablaste de Whitman y te leí con atención. Fuiste contundente, Félix. Yo, que apenas he entrevisto a Whitman desde la acera de enfrente, sólo puedo asentir a lo que dices. Y asentí. Y te agradezco que me hayas ilustrado.
Dale, un beso. Seguimos andando juntos.
Querido Maykel:
Eres más bello ahora después de escribir esa crónica sobre Sara y su compañera que ha dado la vuelta al mundo. La Historia de Cuba se divide en dos partes: antes y después de tu crónica.
No te conocía, ahora pienso seguirte con frecuencia desde estas tierras africanas
Yo soy...
Ay, que lindo eres, escribe muchas cosas como esas para derribar muros y construir puentes
Maykel mío, dos años después debo recordar inevitablemente este día. Pues un mensaje en un blog puede cambiar la vida (y gracias a eso, ahora la mía está compartida contigo).
Otra vez (¿pura casualidad?) Diana Balboa y Sara González vienen a mí. A ellas nada más las separó la muerte, ese lugar común sin remedio. Yo quiero amarte a ti en contra, incluso, de todos los pronósticos humanos. Te quiero mucho. Te extraño.
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