Invento un sonido porque no sé
cómo decir, con música nueva,
que la trompa de las antiguas orquestas no sirve
para ir de caza
ni los árboles recién germinados
serán talados nunca por mí.
Y entonces inventé la tuba wagneriana,
cuyo timbre cinegético
hará germinar un sonido nuevo
que habrá de talarme.
De aquella música subsiste una trompa estentórea;
sus crescendos rematan a los ciervos del jardín.
A ellos, que jamás huyeron de los venablos
por simpatía de mis invenciones.
Aprehendidos en un consabido terror,
aquellos ciervos contemplan la calle desde su verja,
se internan en un campo de árboles recién germinados,
ocultos entre los brotes,
con fingida fe en la impericia de los cazadores,
gente mundana y distraída.
Un pasaje – pues esto es música programática-
recuerda las lluvias sanguinolentas, la horchata de mis aguas.
...
Absenta
A los pobres que beben una sopa de hojasy se sacian de mi árbol más raído
obsequio con las vegetales alas del hada verde
en un bar arcaico,
junto al río que devasta a menudo la ciudad.
Es común que me porte afectado si he bebido absenta:
me arrastran las volutas perifrásticas,
me asola el río
y semejo un árbol mendicante.
2 comentarios:
¡El hada verde de Baudelaire y otros! Ahora es difícil encontrarla.
Un fuerte abrazo.
Después de leerme, extrañado de mí mismo, me asumo como un sobreviviente del simbolismo, jajaja...
Gracias por darte una vuelta.
Un beso.
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