domingo, 31 de julio de 2011

Narración de domingo

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El joven Eliseo Diego escribía una novela que jamás concluyó. Era noviembre y 1944. Años después murió dormido como Cayetano, uno que se adentra en un escenario provinciano y advierte la minuciosa perennidad de un pueblo. Narración de domingo escribió el poeta a la cabeza de su manuscrito. Y este domingo, contingente y providencial, supe de la muerte de Lichi –Eliseo, el hijo-, que heredó todos los pueblos extraños y quiso además concluir la saga de Cayetano adentrándose en aquellos huertos misteriosos:

Yo volví avanzada la tarde a este pueblo. Caminé de la estación a mi casa entre los sembrados geométricos de los chinos, cuyas inflexibles líneas eran las mismas de cuando me marché. (1)

La novela empieza de tarde y no acaba con el advenimiento de la noche, ni el alba le concede un desenlace luminoso. Hay sueños sin aurora y cuentos inacabados. Eliseo trashumante iba escribiendo fragmentos de su novela entre La Habana y Santiago de Cuba. En la página catorce del manuscrito aparece otro escenario: Sagua la Grande. Eliseo iba por los pueblos. El descenso de Cayetano en una estación ignota, el paisaje inamovible, la azada de los chinos que remueve los canteros de coliflores semejantes a un jardín de Le Nôtre; lo que él vio esta vez no fue la penumbra de la enorme Calzada de Jesús del Monte: Cayetano llegaba a Sagua. Está en la página catorce, pero también se declara al principio de la novela trunca y sólo puede tratarse de este pueblo.

Acudí a Lichi para saber a qué vino Cayetano, qué abuela le esperaba más allá de las líneas inalteradas de esta ciudad. Fue por marzo que pude hablarle. En esos años –dijo- papá estaba muy neurótico y se refugiaba mucho en casas de amigos o familiares, en provincia. Yo recordé “los mares de una melancolía relojera” que el propio Eliseo Alberto menciona en el prólogo destinado a esa novela maldita de los que mueren dormidos y van llegando a mi pueblo.

Sagua, “una ciudad señorial, de las más bellas” –añadió Lichi-. También prometió indagar con su hermana Fefé acerca de la estancia del poeta en la comarca del Undoso. Perdona mi silencio –se excusó-, he estado muy enfermo.

Hoy, domingo, supe que ha muerto. En un triple salto mortal -me dijo Eliseo Alberto-, decidí un juego literario: terminar esa novela de papá... Ahora la narración dominical no terminará. Por eso Cayetano sigue atravesando los huertos de chinos y su alter ego, el poeta, vuelve. Como yo vuelvo a indagar en vano sobre el secreto de su paso.

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(1) Eliseo Diego: Narración de domingo (1944-1945). Eliseo Alberto: La novela de mi padre. Prólogo. En La Isla Infinita, Revista de Poesía, Año III, Número 8, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2004, p. 12.

2 comentarios:

Yuris Nórido dijo...

Mejor que ya no termine, peligroso juego el de continuar una novela ajena, inconclusa. Por más que la haya estado escribiendo tu padre. Como dices, Cayetano sigue atravesando los huertos de chinos, en un peregrinar marcado por el misterio, por las preguntas sin contestar. Tú hiciste algunas...

Maykel dijo...

Parece que hasta aquí llegamos.