martes, 22 de marzo de 2011

Una patria

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Es mi tristeza viejísima que ahora tampoco me deja escribir. He recapitulado según los ciclos míos con un poco de amor fati que alterna con el horror y se resuelven en este mutismo de los últimos meses.

Mi abuela murió el once de enero. Tuvo una neumonía súbita. Era vieja –nació en 1929- y creo que nunca fue feliz. Decidí mi primera fuga para reunirme con ella, hace más de veinte años; no lo conseguí. Atravesé una ciudad extraña, a hurtadillas, disimulando que iba solo. Estaba decidido a regresar. En el pasillo para tomar el ómnibus me detuvieron. Abuela lo refería con admiración, dejaba ostentar su orgullo al referirlo. Desde entonces siempre he sentido que me fugo de algún lado para volver a mi patria. Es lo que he denominado con dramática altisonancia mi propia metafísica del no. No sigo, regreso. No. La ejercí otra vez cuando tomé la carretera oscura para salir de la escuela aislada en un descampado infinito. Regreso. Siempre estoy regresando.

¿Qué es la patria? ¿Y por qué –pensará alguno- me tocaría a mí definirla? La patria solo es el sitio que nos pertenece. No pienso en un sitio de escueta materialidad. Incluye también a la gente que nos pertenece y al pasado que nos explica. Si Abuela es mi patria, ¿entonces qué sería Cuba? Cuba es el sueño de una patria para todos los que hemos argüido su nombre a la hora de adjudicarnos un sitio, una legítima pertenencia. Cuba también es la patria de Abuela, que acabaría confundiéndose con la tierra lloviznada de su niñez.

He hilvanado genealogías persuadido de mi humilde abolengo. Para mis antepasados la única patria fueron los escasos terrones que cultivaban en las riberas del Undoso. Para mí, esa tierra que los ha reunido a todos se magnifica, se torna sagrada y me exige extraños pactos; el primero, permanecer.

Conozco gente que asume la patria como un lastre insoportable. ¿Cómo entendernos? La lógica impone sus trampas, empieza por borrar los rezagos afectivos. Luego nada importa. ¿Cómo renegar de la pobreza que ha sido nuestro galardón? Desde Europa un emigrado me dijo: “me dan lástima los cubanos”. Habló de los cubanos como si él mismo no lo fuese. A mí, por el contrario, me enorgullece haber sobrevivido sin envilecerme. Sentiría lástima de mí si esta pobreza me hubiese empobrecido en otros ámbitos, si de pronto mi patria consustancial pudiese trocarse por un poco de ¿confort? ¿Y qué plena comodidad puede haber cuando se nos desconoce y discrimina solo por venir de Cuba, un sitio tan exótico y a la vez tan solemne?

De niño quise parecerme a los hombres que tuvieron una patria: Heredia, cuyo país fueron las palmas; Luz, que enseñaba a tener patria y acabó teniéndola; Martí, que tuvo dos, Cuba y la noche, y después de declarar esta dualidad se preguntaba ¿o son una?; también Casal, que hizo de la poesía un país.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Patria es Revolución.
No te preocupes, es un chiste de muy mal gusto.
Entiendo perfectamente, no solo porque también era mi abuela (y parte de mi patria), sino porque la definición de patria siempre me ha perseguido desde que me largue de la isla.
Te demorastes pero valió la pena esperar.
Un abrazo.
Boris

Animal de Fondo dijo...

Está muy bello y muy claro el escrito, Maykel, tanto que ha conmovido mi silencio de no tener nada que decir. Siempre me has hecho sentir la patria común y que de alguna manera -siempre más maravillosa la realidad que los sueños- ya eres lo que soñaste ser.
Quise mucho a mi abuela yo también y me haces pensar que quizás nuestras abuelas son también pequeños ruiseñores de Yeats, como tantas otras cosas que permanecen en la memoria de los afectos y de los sentidos.
Quisiera seguir, pero te mando un abrazo.

Yoel Rivero dijo...

No creo que sean palabras las que se necesite para agregar algo a lo que dejas aquí escrito

Reinier Barrios Mesa dijo...

Hermoso.. muy hermoso. La Patria está siempre. Nos marca, nos guía y a veces nos hiere. Yo tengo en mi vida tantas Patrias, que no me alcanzan con Cuba y la noche, como a Martí....R