domingo, 7 de diciembre de 2008

El último amolador de tijeras

-
Es leyenda que Abuela cosía y cantaba mientras yo jugaba al prisionero resignado, en un corral de madera, hasta que tuve dos años. No recuerdo nada de lo que cantaba, sólo el sonido de las tijeras rasgando la tela.

La casa de mis abuelos tenía un pasillo por cada lado y al fondo un patio grande, donde un pequeño puede perderse. Había muchos árboles. Todavía se describen con nostalgia aquellos aguacates: grandes, amarillos, con la semilla mínima para no quitarle espacio a la carne. No recuerdo qué clase de muros establecían la frontera de este patio. Han pasado veinte años y por eso, tal vez, aquel mundo se me antoja infinito. También había un cafeto. ¿Aguacates con café?

Abuela cosía batas en una máquina Singer. Artesanía, de la calle Martí, le pagaba unos pesos. Las batas eran rosadas y tenían unos botones inmensos de un plástico ambarino.

-Niño, ensártame este hilo.

Entonces lo corto, lo muerdo y mojo con saliva. El procedimiento no ha variado: sólo una hebra bien mojada y tiesa puede pasar al otro lado, al sitio donde se redime la inutilidad de las cosas inertes.

Evangelio según San Mateo: más fácil pasará un camello por el ojo de una aguja. Mi abuela sin duda fue una mujer opulenta: nació en una finca junto al río, entre dos puentes; fue pastora de cerdos: se le describe jinete sobre los lomos del animal más grueso de la piara; tuvo quince hermanos, de los cuales sólo sobrevivieron siete, y le tocó criar a los más jóvenes; estudió hasta el tercer grado de la primaria, pero sigue siendo muy sagaz. Se salvará.

-Abuela, ¿cómo dice aquel verso que aprendías en la escuela?

Sólo quiero escuchárselo, otra vez. Que lo dibuje la voz:

-Yo he visto un cangrejo arando y un puerco tocando un pito; morir de risa un mosquito al ver un burro estudiando; y un buey viejo regañando sentado en una butaca a una ternerita flaca, que de risa estaba muerta, al ver una chiva tuerta remendando unas hamacas.

Hice que lo copiara en la hoja blanca al final del cuaderno de Renée Potts, la maestra cubana que escribía romances y adivinanzas en verso. La página está amarilla; hace años que Abuela no cose. La casa grande fue permutada por un apartamento, paredes de hormigón. Nosotros también hemos mudado la casa y las costumbres.

Hay tijeras en la memoria, filosas, hirientes tijeras. Antes se anunciaban los amoladores con una armónica en los labios. ¿Veinte o cuarenta centavos por dejarlas relucientes? Se cambian tijeras viejas por nuevas tijeras, se trueca el orín por la plata…




Esta mañana ha pasado el último amolador de tijeras. Ni siquiera pude fotografiarlo. Iba con prisa. Recordé el asunto de una litografía de Grandville: en una vitrina, embalsamada, alza una de sus patas para saludar al cazador la última liebre de Europa. El amolador ha sido cazado. En el trino de su armónica el tiempo hace arabescos. El amolador se mueve rápido, calle abajo, impulsando la piedra, el monociclo: sabe que nadie traerá sus tijeras. Las últimas costureras por encargo abandonaron la ciudad rumbo al olvido. La armónica del amolador suena, cuesta abajo. Ha venido a afilar las tijeras; sin querer lo cortan las tijeras del tiempo.
-

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me saltan las lágrimas... intertextualidad con mi pasado

la máquina Singer, negra, con las gavetitas llenas de ovillos y bolitas de naftalina revueltas con bolitas de madera (carcoma de comején.)
La abuela.
Renée Potts y el librito suyo aquel cuyos dibujos originales parecían garabatos de niño (aún pinto así, la cabeza una bolita, brazos y piernas palitos rayados.)
El amolador de tijeras..... pasaba por los bajos sonando unas cañitas unidas entre sí como una filarmónica.

Es medianoche, ando de viaje, estoy escribiendo esto a sólo unos pasos de donde dormía San Francisco de Borja.

Hoy un cisne blanco se acercó a comer de mi mano en una charca.. Símbolos? Alguien me tomó una foto, cuando regrese la susurraré en mi espacio. Es el primer cisne blanco que veo, los del parque a donde voy, son negros como tu noche.

También te tengo una foto que le tomé a un Convento de Clarisas, de las de clausura,la hice pensándote, pero a este no pude pasar porque no fui invitado, solo está la fachada y los coches, pero tú verás más.... pronto comenzaré a saldar deudas.

Te bendigo y espero escuches mil veces más al amolador de tijeras, son verdaderas criaturas mágicas.

Te quiero

Y.

P.d Los miopes ensartamos las agujas sin que nos tiemble el pulso.

P.p.d Hoy extraño a las garzas del Almendares y el respirar de mi abuelo en la habitación de al lado.

Anónimo dijo...

Ya regresé a casa, vine en tren de madrugada, hacía mucho que no viajaba de noche en tren. Me hubiesen hecho falta tus ojos para adivinar las montañas a lo lejos, y los puentes sobre ríos.

Qué tal tu semana?

Maykel dijo...

Mi querido Astro, se confirma que somos, felizmente, mutuos intertextos. El amolador, la abuela, el patio, la ciudad añeja... en todo se cruzan nuestras redes de analogías.
El libro de Renée Potts, cómo me gustaba! Creo que lo conservo, tendría que buscar. Ha pasado mucho tiempo y todo ha sobrevivido según sus merecimientos.
La estampa de Grandville también procede de un libro que tuvimos los dos, aquel "Alrededor de la naturaleza", catálogo alemán de las bestias extintas...
En estos días se celebra aquí la XXVIII Semana de la Cultura. Dicen que la Villa fue fundada el 8 de diciembre de 1812 y ahora cumple 196 años. Ya sabes, gustamos de inventar pretextos para celebrar. Yo descreo. Pero son días bulliciosos en los que la ciudad -la esencial, la misteriosa- permanece indiferente.
Qué suerte tienes: viajas! Conviene sacudirse las costumbres porque es delicioso volver a ellas.
Esta noche, mientras transitaba el camino de siempre, un parque desolado donde hay una tumba, he visto un pájaro muerto, un gorrión yerto que yacía justo en la esquina. Me aparté para no rozarlo. ¿Una señal? ¿Un símbolo?
¿Qué piensas tú, mi sibila, la única?
Gracias por el regalo de hoy; ya empiezo a disfrutarlo.

Anónimo dijo...

Mi Querido Viajero, estás oficiándome de "Demian", el de Hesse. Me gusta.

Pásate por nuestro templo, te dejé un eco de mis caminos.

te beso,

Astro.

Anónimo dijo...

Ay viajero mío, es que me acaban de contar un chiste y no podía dejar de pasártelo, un beso

tu Astro.

Estaba San Pedro en la puerta del cielo, cuando siente imperiosa necesidad de ir al baño... entonces le pide a Jesús que lo reemplace unos minutos.

Jesús se sienta en el escritorio a recibir a los que intentaban entrar. En eso aparece un anciano y Jesús le pregunta:

- Abuelo, ¿a qué se dedicaba usted en la Tierra?

- ¡Ah...! -dice el abuelo- yo era un carpintero, muy pobre pero tuve un hijo fruto de un milagro y que fue muy, pero que muy famoso y muy querido por todos los hombres, especialmente por los niños, hasta que murió y luego resucitó...

Jesús emocionado lo mira y le dice sollozando:

- ¡¡¡PAPÁ, soy yo, tu Hijo!!!

Y el abuelito lo mira sorprendido y, también emocionado, le contesta:

- ¡¡¡PINOCHO!!!

Maykel dijo...

Las apariencias engañan.
Pobre Ingenuo Señor Jesús!!
Jajaaj...

Jorge Bousoño dijo...

en realidad aprecio mucho lo que se expone en vuestro blog (me tiene fascinado desde hace varios días). Mis felicitaciones, Siempre, JB (ElDuende de AlasCUBA)

Maykel dijo...

Jorge, gracias. Es un placer hallarte aquí, tan cerca...
Un abrazo.