miércoles, 21 de diciembre de 2011

El único alfabetizado

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Cuando comenzó la campaña mi papá no pudo irse a alfabetizar. Su madre no se lo permitió. Las lomas quedaban lejos y estaban asoladas por los bandidos; él era apenas un niño. Hubo un primo que sí consiguió el permiso. Mi papá lo imaginaba en algún bohío remoto, corrigiendo los trazos de un guajiro y enderezando las líneas torcidas de la historia de la nación. Las palabras parecían más sagradas que nunca, el acto de aprender a trazarlas obsedía a los cubanos. Querían reescribirlo todo.

La Campaña de Alfabetización es el episodio de la épica revolucionaria que me conmociona más. Quizás me abate la evidencia de casi un millón de analfabetos porque he estado muy apegado a los libros. Una de las peores miserias que puedo conjeturar es la del hombre incapaz de consignar su propio nombre.

Mi padre tenía trece años y había leído pocos libros; los remanentes de la Cuba pretérita seguían gobernando a gente como mis abuelos, que apenas habían estudiado hasta el tercer grado de la primaria. Mi papá, sin embargo, perseveró. Una de sus tías intercedió ante unas maestras de la familia. Es tarde para inscribirlo, dijeron, pero algo puede hacerse todavía. Le entregaron entonces el manual y la cartilla con la encomienda de alfabetizar en un barrio de la ciudad. No era como la aventura del primo, pero él supo que las sagradas palabras ejercen su ministerio con la misma dignidad en cualquier sitio.

Mi papá alfabetizó en Pueblo Nuevo. Iba todos los días hasta los límites del barrio con sus cartillas bajo el brazo. Algunos alumnos se arrepintieron de la empresa, ¡los trazos eran arduos! Sólo uno pudo alfabetizarse a término.

Cuando mis hermanos y yo supimos que nuestro padre fue un alfabetizador quisimos saber cuántos se beneficiaron de su trabajo. Enterarnos de que había conseguido enseñar las primeras letras a un solo hombre -lo confieso- nos decepcionó. Estábamos demasiado influidos por las imágenes épicas de la campaña, deseábamos una estampa más gloriosa, acaso una familia completa de guajiros curtidos. Mi papá no podía mostrarnos más saldo que un alfabetizado.

Hace algunos años Cuba instituyó un reconocimiento para el esfuerzo de aquellos jóvenes. Jamás inscrito, sin expediente oficial, maestro tardío y parco de un solo hombre, mi padre tardó en solicitar la medalla. Pruébenos que usted alfabetizó, le pidieron cuando hizo la solicitud. Apórtenos al menos el manual que usó, cualquier testimonio sirve, insistieron. Pero mi papá no conservaba los manuales. Después de pensar un poco halló el gran recurso inapelable: recorrió el viejo camino hasta Pueblo Nuevo y trajo a su alfabetizado, al único. El antiguo analfabeto confirmó que mi padre es el adolescente que lo enseñó a escribir y a leer en 1961. Así obtuvo la medalla, que es la retribución menor.

El único alfabetizado, que ha escrito y leído durante los últimos cincuenta años, debió bastarnos; hoy nos basta.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Mariela Castro bajo sospecha

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Mariela Castro bajo sospecha otra vez. Ella sigue manifestando que el matrimonio entre personas del mismo sexo no es necesario en Cuba; parece creer que la aspiración de alcanzar los mismos derechos de cualquier pareja debe refrendarse fundamentalmente en el ámbito del patrimonio. Concede, sopesa las gracias que otorga, legisla desde su otredad. Pese a su profesión de fe contraria a la homofobia y al talante pugnaz que ha mostrado en estos años sigue pareciéndome demasiado prudente. ¿Quién puede liderar tales batallas por oficio o por designio, sin sentirse parte decidida, beneficiario del propósito que se quiere conseguir?

Mariela hizo sus últimas declaraciones a un periódico comunista francés. A la prensa cubana, igualmente comunista, debería interesarle el tema, que sólo atañe a Cuba. ¿La política editorial de los medios nacionales evade el asunto o es que la directora del CENESEX prefiere debatirlo en Europa para provecho intelectual de los franceses?

Siempre que analizo el liderazgo de Mariela Castro en la lucha de mi país por los derechos de las minorías sexuales planteo más preguntas que respuestas. La mediación de las iglesias quizás sea el punto más polémico. Pienso en los primeros años de la revolución cubana, cuando los progresistas de la nación se pronunciaron con vehemencia contra el racismo y a favor de la igualdad de la mujer. La norma de aquella sociedad era el racismo; la mujer ocupada en “las labores de su sexo”, como puede leerse en tantos documentos legales de la época, era lo corriente; el otro gran prejuicio, de índole política, iba contra los comunistas. Todo fue trascendido a pesar de las resistencias, los remanentes de la discriminación quedaron relegados al ámbito doméstico.

¿Por qué ahora se nos pide paciencia, tránsito gradual, persuasión inútil de instituciones intransigentes cuyos criterios en ningún caso deben influir sobre el Estado? ¿La lucha contra la homofobia se realiza por convicciones sociales y científicas o por cálculo político? ¿Accedería Mariela Castro a darme una entrevista para este blog?

Cuba está urgida de proscribir las actitudes homofóbicas que lesionan la dignidad de los agredidos y la integridad ética de los agresores. No existe, por ejemplo, ninguna estrategia efectiva para combatir la homofobia en las escuelas. ¿Hasta cuándo los niños y adolescentes cubanos seguirán desprotegidos ante los ataques verbales y no descarto que algunas veces físicos de otros condiscípulos?

Recientemente se actualizaron las disposiciones para la admisión de convivientes en las viviendas habaneras. Se exige parentesco. ¿Cómo probarlo en el caso de las parejas del mismo sexo? ¿Ya se instruyó a las instituciones responsables sobre esta posibilidad?

Es imposible evitar en estas circunstancias que las personas LGTB se sientan desprotegidas, menospreciadas, ciudadanos de segunda, y la sociedad no debe tolerarlo más. La proscripción legal de la homofobia y sus conexiones más lejanas es tan urgente como cualquiera de las actualizaciones socioeconómicas que se han promovido en estos meses. La colectividad completa, sin fisuras, sería la gran beneficiaria. El español Paco Vidarte (1970-2008) lo explicaba con argumentos irrebatibles:

[…] la homofobia, como forma sistémica de opresión, forma un entramado muy tupido con el resto de formas de opresión, está imbricado con ellas, articulado con ellas de tal modo que, si tiras de un extremo, el nudo se aprieta por el otro, y si aflojas un cabo, tensas otro. Si una mujer es maltratada, ello repercute en la homofobia de la sociedad. Si una marica es apedreada, ello repercute en el racismo de la sociedad. Si un obrero es explotado por su patrón, ello repercute en la misoginia de la sociedad. Si un negro es agredido por unos nazis, ello repercute en la transfobia de la sociedad. Si un niño es bautizado, ello repercute en la lesbofobia de la sociedad.

Cuando Mariela Castro declara, desde su rol de líder, que el matrimonio de personas del mismo sexo no es necesario y que la igualdad entre las parejas homosexuales y el resto de las parejas será efectivo sobre todo “desde el punto de vista del patrimonio”, sus palabras, que sugieren un avance, repercuten sutilmente en la pervivencia de la misoginia y del racismo. Porque los derechos deben otorgarse sin concesiones, sin atenuantes; porque no están sujetos a negociación.

Mientras en Europa leen las últimas declaraciones de Mariela he planteado –confieso que sin notarlo- las preguntas que le haré cuando ella acceda a darme una entrevista para este blog. Sus últimas manifestaciones públicas, de provecho para los franceses, me alientan: La libertad está en asumir sus responsabilidades, jugárselo el todo por el todo […]

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¿Y qué piensas tú, Harvey Milk?

Rezaré por Jesucristo. Lo que sucedió en la reunión de los católicos de Sagua la Grande con un grupo de seropositivos al VIH.

La tribuna vacía: ¿unión civil o matrimonio igualitario en Cuba?

Con alma de mujer varon formado

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Con alma de mujer varon formado

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Toda la mañana he buscado el Diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes. Parece haberse perdido ahora también para mí.

El cuaderno fue una especie de trofeo de guerra. Céspedes lo llevaba consigo al momento de morir. Propietarios sucesivos lo mantuvieron a la sombra hasta que Eusebio Leal obtuvo los folios y los dio a conocer.

La tragedia política de la primera guerra de independencia está consignada ahí. La amargura del presidente asediado y depuesto se descarga sobre Salvador Cisneros Betancourt, que aparece vulgar y libidinoso, aunque marqués. Un insulto peor dedica a Juan Bautista Spottorno. Después de observar que se trata un sujeto de maneras algo raras, dueño de un timbre demasiado agudo, Céspedes, refiriéndose a algún agravio recibido, ironiza: ¡Dios te lo pague, maricón!

Sé muy poco de Spottorno. Era de Trinidad y fue uno de los miembros más influyentes de la Cámara. ¿Ocupó alguno de los ministerios llamados entonces secretarías? En Lagunas de Varona lo nombraron Presidente de la República en Armas, acaso por dúctil. Regía Vicente García, que no vacilaba en rebelarse contra cualquier gobierno decidido a gobernar.

Del incidente deduzco que es bastante antigua entre nosotros la costumbre de disimular la homofobia –callarla para que su causa parezca también inexistente- y luego, ante un disgusto de cualquier índole, echarla de súbito a la cara del otro.

En vano he rastreado algún desliz homofóbico en la obra de José Martí. Solo echo de menos que no dejara margen, en el obituario dedicado a Julián del Casal, para que al menos algunos hombres también lloraran al poeta ostensiblemente homosexual. Cuando dice las mujeres lo lloran parece que nadie más tiene derecho a llorarlo. Admito que es una interpretación sutil. Muchos años antes Martí se definió a sí mismo en un poema como desventurado con alma de mujer varón formado. Esta dualidad, que alude a su delicadeza, quizás le permitió entender.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Sagua la Grande: Monumento Nacional por votación unánime

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Sagua la Grande fue declarada Monumento Nacional este lunes por votación unánime de la Comisión Nacional de Monumentos reunida en el antiguo ayuntamiento de Matanzas. La declaratoria se hizo esperar varios años. Los límites del centro histórico urbano fueron reajustados, algunos pasajes del expediente debieron reescribirse; antier se dudaba todavía de la veracidad de la noticia.

Además del valor arquitectónico de la villa, exponente valioso de las urbanizaciones del siglo XIX, importó el renombre de algunos notables que Cuba y el mundo acunaron en esta ciudad. En el reducido ámbito de las 34 manzanas del centro histórico nacieron Ramón Solís, llamado un día “el mejor flautista del mundo”; Joaquín Albarrán, uno de los padres de la urología moderna; Rodrigo Prats, gran artífice del teatro lírico cubano; Jorge Mañach, el escudero de Martí; Enrique González Mántici, compositor cerebral, innovador y cubanísimo. En las inmediaciones de la zona declarada nacieron Wifredo Lam y Antonio Machín. En algún sitio que nadie recuerda nació también Enrique Labrador Ruiz, reinventor de la narrativa cubana en el siglo XX. Sagua es la patria accidental de Peter Henry Emerson, uno de los pioneros mundiales de la fotografía artística. Y la ciudad no solo tuvo la fortuna de auspiciar nacimientos: fue el postrer paisaje de Juan Jorge Peoli, el pintor romántico, y acoge todavía en alguna parcela ignota a Francisco Pobeda y Armenteros, vate humilde que consignó el primer cielo de la poesía cubana.

Desde la zona reconocida ahora en su trascendencia, que abarca 32,07 hectáreas y posee 567 inmuebles, se extenderá la protección a otras 13 manzanas que circundan al nuevo Monumento Nacional.

Arelys Fernández, la arquitecta que dirigió el proyecto, estuvo en Matanzas y defendió la aspiración de la Villa del Undoso ante la Comisión Nacional de Monumentos. Dice Arelys que la intervención de Felicia Chateloín, profesora de la Universidad de La Habana, fue rotunda. Los comisionados votaron unánimes. Entre ellos se hallaban arquitectos tan acreditados como Daniel Taboada, Gina Reyes e Isabel Rigol.

Sagua la Grande es Monumento Nacional desde este 5 de diciembre de 2011 y yo he pensado en Joaquín Fernández Casariego (1814-1867), a quien llamaron una vez “genio protector de Sagua la Grande” y fue el visionario que nos dotó del primer alcantarillado de Cuba, y en Antonio Miguel Alcover y Beltrán (1875-1915), el tenaz cronista de la villa, sagüero trasnochado que pretendió celebrar aquí una exposición universal. He pensado en Juan Caballero, el misterioso fundador. Que este reconocimiento sea también un homenaje a ellos y a todos los que creyeron en el carácter trascendental del acto de fundar una ciudad.

Los amigos que me han frecuentado durante estos años saben del apego que siento por Sagua, conocen cómo he hurgado en su misterioso devenir y cuánto he pugnado por persuadir de que -en su aparente medianía- es un sitio de resonancias universales. Por eso entenderán que yo esté tan contento.

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Foto: Iglesia de la Inmaculada Concepción, Sagua la Grande.