No seas uno más es el nuevo lema. No 1+, escriben. La campaña contra el SIDA en los medios de comunicación sufre un retroceso. Hasta hace unos meses la actitud era distinta: abundaban los mensajes destinados a combatir el estigma contra las personas seropositivas como una legítima forma de lucha contra la epidemia. Hasta se proponía el uso del condón con sugerencias lúdicas. Ahora –¿el mensaje de anoche en la televisión será una excepción?- se promueve otra vez la fobia. Ocho de cada diez infectados en Cuba son hombres, comenzaba. Se refería después a
los rechazos y límites que impone una enfermedad mortal y terminaba con un imperativo
protégete, no seas uno más. No 1+. Esta apelación basada en el miedo a la enfermedad y a los enfermos no ayuda. El
no seas uno más, antecedido por la noticia de que la mayoría de los infectados son hombres también me parece sutilmente homofóbico. Para lo seropositivos queda, a saber, una otredad vergonzosa: No 1+.
He rastreado ciertas pervivencias de la discriminación por VIH. Me interesan especialmente las manifestaciones de discriminación institucional. A la sociedad, por abigarrada, se le toleran los cambios graduales, pero la discriminación que ejercen las instituciones es intolerable.
Antes de emprender la pesquisa manejaba algunas pistas. Había escuchado, por ejemplo, que el VIH invalida a los aspirantes al ingreso en las universidades de ciencias médicas. Los jóvenes seropositivos con vocación por la medicina o la enfermería no son admitidos. Para corroborarlo llamé dos veces a la Comisión de Ingreso del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara. El funcionario no poseía el dato, no pudo confirmarlo ni desmentirlo en ninguna de las dos ocasiones. Intenté averiguarlo en la Universidad Médica de Sagua la Grande, ahí jamás respondieron al teléfono. El resto de las universidades no distingue las condiciones serológicas, al menos en lo que atañe a los becarios nacionales; algunos informes plantean que Cuba no admite a becarios extranjero cuyo diagnóstico de VIH se conozca de antemano.
La web de la embajada cubana en Colombia lo confirma. Los extranjeros que estudian aquí casi siempre proceden de etnias o clases desfavorecidas. Nuestro país descabeza muchos estigmas sociales cuando ofrece estas becas; el programa, tan celebrado, se empaña sin embargo cuando niega la opción a otros jóvenes que se debaten por su vocación en esas etnias y clases.
He leído acerca de las dificultades que enfrentan los seropositivos en el capitalismo, ante la imposibilidad de adquirir seguros, requisito imprescindible para obtener ciertos empleos. En Cuba los seguros son menos importantes, nadie los requiere para recibir atención médica, por ejemplo. Pero sí existen seguros de vida. Según un talonario de la ESEN –la aseguradora cubana-, un anciano de setenta años puede contratar un seguro; un miope con más de diez dioptrías, aunque sea joven, no podría. Un seropositivo joven y saludable tampoco podría asegurarse, infiero. Hablé con una especialista de la ESEN y me aclaró que el SIDA es invalidante, pero las normas de elegibilidad nada dicen sobre los portadores asintomáticos del VIH. Yo mismo, seropositivo, asintomático, con un estado inmunológico excelente según revela mi último conteo de células CD4, ¿soy elegible? ¿Me someto a la prueba e intento contratar un seguro de la ESEN? Por suerte soy un miope moderado y me faltan décadas para cumplir setenta años…
Numerosos patrones –centros de trabajo se les llama en Cuba- imponen a sus trabajadores la prueba del VIH como parte de chequeos periódicos. Existen principios, convenciones internacionales, que prohíben tales imposiciones. El test sólo puede indicarse con el consentimiento del investigado, después de explicar todos los inconvenientes clínicos y sociales del probable diagnóstico. A un conocido mío, seropositivo desde hace años, también le indicaron la prueba.
Hasta aquí, por ahora. Soy uno más; seguiré indagando.