El año pasado pugné en vano por asistir a un taller de género y comunicación. Creímos que sólo interesaría a las mujeres -explicaron mis jefes, que ya habían repartido las cinco plazas correspondientes a Radio Sagua.
En enero escribí al Instituto Internacional de Periodismo José Martí para inscribirme en un postgrado del mismo tema. Envíanos tu currículo -respondió una funcionaria-. Redacté laboriosamente un compendio que incluyó mis empresas académicas –un diplomado en literatura y género, por ejemplo-, además de una lista de los artículos que he escrito en mi perseverante activismo por los derechos LGBT en Cuba. Llené dos páginas. Después de una semana sin recibir respuesta volví a dirigirme al instituto. Iba a escribirte ahora mismo –se justificó la funcionaria- para comunicarte que sólo admitieron a tres periodistas de provincia y no estás incluido. Será para otra ocasión –concluyó-. Creí ingenuamente que no me admitían por mi condición de provinciano y repliqué: “no se preocupe por el alojamiento, yo podría conseguir un sitio en La Habana”. La funcionaria, ya impaciente, me remitió una respuesta lacónica: “no podemos admitirte esta vez”. Supe más tarde que al resto de los periodistas cubanos no les demandaron ningún currículo; encima, parece que la coordinadora del postgrado nunca recibió las dos páginas mías, según alguien averiguó.
Ayer, por último, escribí a mi amigo Francisco Rodríguez Cruz, periodista y activista LGBT, para que me asesorara en el propósito de asistir a la VI Conferencia Regional de ILGA (Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales). Tienes que pertenecer a alguna de las organizaciones miembros de ILGA -me informó-. Revisé la web: en Cuba sólo CENESEX y SOCUMES figuran en la membresía. De la escuetísima comunicación de Paquito inferí entonces que CENESEX repartirá a sus edecanes los escaños cubanos en la conferencia. No creo que nadie se pueda adherir voluntariamente a CENESEX, pues no es una asociación LGBT, sino una institución del Ministerio de Salud Pública. En cuanto a SOCUMES, la tengo asumida como una dependencia de CENESEX cuya influencia no trasciende el ámbito científico, posee escasa relevancia en materia de activismo e incluso se permite contradicciones cuando alude, en su Código de Ética, a conceptos tan impugnables como “la moral” y las “debilidades sexuales”. Cuando el código de SOCUMES afirma, en su artículo segundo, que el sexólogo debe proponerse “una permanente reflexión sobre sus cualidades y limitaciones o debilidades sexuales a fin de potenciar las primeras y controlar o superar las segundas de manera que no las transmita a los pacientes/clientes o educandos”, ¿a qué alude?
Revisemos: en unos sitios no me admitieron acaso por hombre y homosexual, la ausencia de otros se la debo a mi provinciana independencia. Le dije a mi novio que tengo muy mala suerte, pero al instante rectifiqué la frivolidad de esa afirmación: es el precio que pago. Los accesos son verticales. Casi nunca se demanda competencia ni activismo ni currículo; se prefieren los avales, las cartas de recomendación, las membresías…
CENESEX, que ahora administra la presencia de los cubanos en la conferencia de ILGA, es la misma institución que hace un año y medio descartó pronunciarse acerca de la homofobia del Censo de Población y Viviendas Cuba 2012. CENESEX, que muy democráticamente enlaza este blog en su sitio web, es en parte responsable de que no haya ninguna ONG cubana de legítimo carácter LGBT. Las trans de mi remota ciudad, las que se prostituyen por unos pocos pesos, no saben que ILGA estará en Cuba el próximo mayo. Las locas silbadas y agredidas que conozco no saben nada de SOCUMES. Las que se procuran hormonas y esculpen sus propios cuerpos sin auxilio médico en los parajes marginales de Cuba, no deben nada a CENESEX. Esta es la verdad: el rol de CENESEX en función del activismo LGBT ha tendido a la tácita contención, a la moderación y a la regulación, antes que al empoderamiento.
Ya Paquito me contará los pormenores de la conferencia. Estas negativas continuas sirvieron al menos para obligarme a volver al blog. Sigo en mi atalaya, ensimismado. Hoy sólo apura que me presten una grabadora para entrevistar a Daniela, la última trans agredida en las calles de Sagua la Grande. Preparo un reportaje para enviarlo a un encuentro de género y comunicación que acogerá Camagüey. Mi novio me alienta a producirlo entre ambos, aunque sea probable que sigamos ausentes…