Anda apostada en su atalaya, acechándote. Tras la persiana mira, camuflada en la atmósfera claroscura de las historias que no son suyas, pero acaban perteneciéndole. No es un personaje de carne; es un arquetipo: la chismosa perfecta, astuta y locuaz; una especie inmortal de todos los tiempos…
Cuando Chicha pelea con la nieta, una chica común y díscola, sube la voz hasta el aposento de la chismosa de balcón; cuando M. recibe a hurtadillas a un muchacho demasiado apuesto, también lo saben arriba y ya lo comentará la señora de marras, francotiradora con ojos de halcón, ave de rapiña en el antepecho ruinoso. Dirá que M. tiene muy buen gusto.
La chismosa por excelencia siempre es una profesional en su oficio; el chisme amateur, ocasional, no tiene mucho eco para ella: apenas será un desliz del discurso, aderezo leve para su infinita capacidad de urdir y relacionar; tampoco se caracteriza por una predilección temática: a la chismosa todo le sirve, nada le sobra. La chismosa es una artista: no hay materia que se le resista.
¿Es la habladuría de esquina un fenómeno exclusivo de las aldeas? Esto no es una de mis frecuentes interrogaciones retóricas, sino una pregunta muy científica, apropiada para encabezar una investigación seria. Los pequeños pueblos han sido confinados al estereotipo de figurar como la única patria de las chismosas heroicas de todas las épocas.
Esto que escribo, a pesar del tono crítico de ciertos pasajes, es una vindicación de la chismosa. Ay del barrio que no tenga la suya, cordial y bien compuesta, madrugadora y vespertina, carcomida como las tejas lloviznadas por un torrente de palabras bien liadas…
La chismosa es una creadora que exige mucho a sí misma: donde no hay certezas, suple con conjeturas. Si se le ocurriese escribir novelas, podría emular ventajosamente con la fama de algunos escritores que yo conozco. La chismosa distorsiona, baraja situaciones, las comunica; en fin, hace literatura.
La chismosa maneja archivos, expedientes, esquelas olvidadas, papeles que arrastra el viento, palabras que nunca salieron a la luz. Conoce los métodos historiográficos y los usa en beneficio de la ficción. ¿Qué fue Madame de Sevigné sino una chismosa muy estilizada?
Otro portento de la chismosa es la ubicuidad: está en la acera, en la oficina, en la bodega, en el portal de enfrente, en todos los parques. Es una gran humanista empapada en la vocación de Erasmo: nada como el hombre para solaz del hombre. La chismosa ejerce una filosofía propia que nunca es nihilista, si acaso filantrópica. Ama la gente, ama las rarezas y las aficiones cotidianas.
La chismosa, salvo que esté ocupada por esta vez en recomponer la historia clínica de alguien, es alegre, muy histriónica: da gusto tratarla. Es capaz de elaborar increíbles síntesis, selladas con la fórmula solemne: “no digas que te lo he dicho yo”.
Conservo una galería de chismosas entrañables, pero ahora sólo me ocuparé de Z., la que lleva el cetro de su estirpe en mi calle. Hoy la veo desde mi ventana. Se ocupa de escudriñar una conversación. La puerta entreabierta de la familia R. deja escapar un murmullo que la música de los vecinos inmediatos torna aún más nebuloso. Z. se esfuerza. Lleva décadas entrenando el oído. Ah, je ris de me voir. Me acompaña Gounod. Experimento cierto gozo en hacerle contraespionaje a Z.
Eh, Z. psss… -la chismosa me descubre y no sabe disimular la perplejidad.
Hago un gesto cómplice: un guiño, un ademán oblicuo hacia el territorio donde se originan las voces…
-¿Cómo anda, Z.?
Ella sonríe. Comprende mi insinuación. Vislumbra un cliente. Se regocija. Que me verá luego parece decir. Para disimular, asume un tono fatigado y calcula un recurso para que todos conozcan su inocencia: habla del sol, de la lluvia en ciernes, de la mala salud… Se santigua. Bajo sus pies crujen las vigas de un balcón ruinoso.
Cuando Chicha pelea con la nieta, una chica común y díscola, sube la voz hasta el aposento de la chismosa de balcón; cuando M. recibe a hurtadillas a un muchacho demasiado apuesto, también lo saben arriba y ya lo comentará la señora de marras, francotiradora con ojos de halcón, ave de rapiña en el antepecho ruinoso. Dirá que M. tiene muy buen gusto.
La chismosa por excelencia siempre es una profesional en su oficio; el chisme amateur, ocasional, no tiene mucho eco para ella: apenas será un desliz del discurso, aderezo leve para su infinita capacidad de urdir y relacionar; tampoco se caracteriza por una predilección temática: a la chismosa todo le sirve, nada le sobra. La chismosa es una artista: no hay materia que se le resista.
¿Es la habladuría de esquina un fenómeno exclusivo de las aldeas? Esto no es una de mis frecuentes interrogaciones retóricas, sino una pregunta muy científica, apropiada para encabezar una investigación seria. Los pequeños pueblos han sido confinados al estereotipo de figurar como la única patria de las chismosas heroicas de todas las épocas.
Esto que escribo, a pesar del tono crítico de ciertos pasajes, es una vindicación de la chismosa. Ay del barrio que no tenga la suya, cordial y bien compuesta, madrugadora y vespertina, carcomida como las tejas lloviznadas por un torrente de palabras bien liadas…
La chismosa es una creadora que exige mucho a sí misma: donde no hay certezas, suple con conjeturas. Si se le ocurriese escribir novelas, podría emular ventajosamente con la fama de algunos escritores que yo conozco. La chismosa distorsiona, baraja situaciones, las comunica; en fin, hace literatura.
La chismosa maneja archivos, expedientes, esquelas olvidadas, papeles que arrastra el viento, palabras que nunca salieron a la luz. Conoce los métodos historiográficos y los usa en beneficio de la ficción. ¿Qué fue Madame de Sevigné sino una chismosa muy estilizada?
Otro portento de la chismosa es la ubicuidad: está en la acera, en la oficina, en la bodega, en el portal de enfrente, en todos los parques. Es una gran humanista empapada en la vocación de Erasmo: nada como el hombre para solaz del hombre. La chismosa ejerce una filosofía propia que nunca es nihilista, si acaso filantrópica. Ama la gente, ama las rarezas y las aficiones cotidianas.
La chismosa, salvo que esté ocupada por esta vez en recomponer la historia clínica de alguien, es alegre, muy histriónica: da gusto tratarla. Es capaz de elaborar increíbles síntesis, selladas con la fórmula solemne: “no digas que te lo he dicho yo”.
Conservo una galería de chismosas entrañables, pero ahora sólo me ocuparé de Z., la que lleva el cetro de su estirpe en mi calle. Hoy la veo desde mi ventana. Se ocupa de escudriñar una conversación. La puerta entreabierta de la familia R. deja escapar un murmullo que la música de los vecinos inmediatos torna aún más nebuloso. Z. se esfuerza. Lleva décadas entrenando el oído. Ah, je ris de me voir. Me acompaña Gounod. Experimento cierto gozo en hacerle contraespionaje a Z.
Eh, Z. psss… -la chismosa me descubre y no sabe disimular la perplejidad.
Hago un gesto cómplice: un guiño, un ademán oblicuo hacia el territorio donde se originan las voces…
-¿Cómo anda, Z.?
Ella sonríe. Comprende mi insinuación. Vislumbra un cliente. Se regocija. Que me verá luego parece decir. Para disimular, asume un tono fatigado y calcula un recurso para que todos conozcan su inocencia: habla del sol, de la lluvia en ciernes, de la mala salud… Se santigua. Bajo sus pies crujen las vigas de un balcón ruinoso.
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8 comentarios:
¿Cómo puedes ser tan generoso? Serás propuesto a canonización por el numeroso clan de chismosas, seguro que las de barrio buscan apoyo para respaldar tu propuesta con las de los centros de trabajo...Increíble tanta hermosura nacida de la malidicencia.
Genial, me he divertido tanto con esta oda a las cotillas!!!
Mi familia posee (me has hecho pensar en el valioso tesoro familiar que poseo) dos chismosas gemelas dignas de Antología. No pongo acá mi parentesco con las dos hermanas porque tendría que "desaparecerme", (créeme amigo mío, a pesar de ser octogenarias su territorio pudiera llegar a la blogósfera donde escribo). El cotilleo de estas dos es temible y terrible, imagina, no sólo se lo inventan todo, sino que ponen como testigos al primero que se les ocurra. Ni siquiera tienen balcón, pero tienen cuatro oídos poderosísimos, lo curioso es que sólo oyen cuando hay "rumores", como las caracolas (que se dice que sólo suenan cuando la mar está brava.)
Para una de ellas, yo no estoy en Valencia sino que he muerto de un tumor cerebral producto de la epilepsia, y todos le ocultan la desgracia para hacerla menos infeliz. Por si acaso, me dedica un vaso de agua y una rosa de vez en cuando para aliviarme del purgatorio al que estamos destinados "los sodomitas" por un ratico que allá son milenios. La otra hermana "me idolatra" y me escribe todas las semanas, sin falta, una carta donde cuenta los pormenores y pormayores familiares, vecinales y universales concluyendo con una cifra: la cantidad de dinero que ha ido acumulando en deudas a mi nombre para pagar el coste de los sellos postales certificados y del mensajero que le hace el favor de llevarle las cartas a correo. Su pensión de viuda no le alcanza: es adicta al chocolate Nestlé y prefiere la carta manuscrita a los emails.. Mis tíos les llaman Chichón y Pelota. Cuando hay un muerto en la familia, salen de su ostracismo, desempolvan manuscritos ( los del panteón familiar) y deciden la suerte del cadáver según los impulsos de su digestión. Ya van como cuatro parientes lejanos que terminaron en un osario colectivo por maldad. Dice mi madre que cuando se muera la deporten para su tierra, Granma, porque si cae en manos de estas dos eternas, son capaces de venderla como fritangas, y yo no lo dudo.
Excelente crónica. Te felicito. Aborrecibles, omnipresentes,criticables,incorregibles, detestables, insufribles, ubícuas... Todo eso. Y más. Pero existen. Para ellas no tendremos que crear jamás reservas. Se trata de un especimen que jamás estará en peligro extinción.
Juan Morales Aguero
Excelente cronica. Diga de figurar en alguno de nuestros periódicos o revistas. No porque sean más interesantes que tu blog, sino porque me parece injusto que muchas personas se pierdan el placer de leerla.
Me ha encantado el final..el sol,la lluvia,la salud.."qué inocente soy",parecía decir jajaja así son y aunque ciertamente no son exclusivas de las aldeas,dicen que "Pueblo chico,infierno grande"... Un beso
Yolanda, creo que aceptaré incluirme en el canon, pero sólo si la buena de Z. se retira del balcón y me da garantías de anonimato, al menos por un tiempo...
Astro, qué genealogía la tuya... Pero no puedo decir que la mía se quede atrás. Tengo unas tías, habitantes de mansiones ruinosas, que hacen transitar informes de un balcón a otro con celeridad de palomas mensajeras. Para ellas, yo vivo a oscuras por miedo a la luz, creen que nunca salgo de día y soy un vampiro que se muerde la cola...
Juan, es un placer recibir este comentario tuyo. Gracias, amigo. Un abrazo...
Adrián... déjame a la sombra del blog, entre las huellas de los que se detienen a saludar y los que siguen sin notar estas siluetas recortadas sobre lo oscuro. Me encanta ser una sociedad anónima... jejje...
Noche!
Tuve presente lo que hablamos cuando planteé la interrogante sobre la predisposición al chisme en las aldeas... Tengo propensión a recapitular, y las palabras siempre vuelven a mí con imágenes añadidas. De ahí la chismosa sobre con viga del balcón en su propio ojo; de ahí que parezca muy perpleja y abra la boca cuando ve revolar frente a su atalaya toda la paja frágil de los ojos ajenos...
Parece que si nos veremos será en esta misma aldea. Trae todos los antifaces.
Te quiero... Un beso.
...
A todos:
gracias por la lectura, por la benevolencia, por las historias compartidas...
maikel, sigues siendo la persona mas asombrosa que jamas haya conocido....siempre he creido que no eres de este mundo pues no hay nada en el que pueda hacer honor a mente tan maravillosa ni a tan autentica manera de desnudar tu alma....tu amigo jorgito ferrer
Jorge, no te esperaba...
Gracias por dejar este comentario.
Ahora mismo recuerdo nuestras vocación de compinches vespertinos, emulando en la lectura de cada libro, en cada mirada hacia afuera y hacia adentro también...
Oye, un beso.
Estoy contento de saber que estás bien. No te pierdas...
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