Hoy hemos visto sol por primera vez desde el tránsito de Ike. Todavía las calles están cubiertas de escombros; esta mañana levantamos la alfombra de hojas y ramas trituradas que el ciclón colocó en el umbral de mi casa. La ciudad resurge; el río nunca sobrepasó los límites de sus riberas.
Fuimos afortunados -todos asienten-. La Villa del Undoso, tan castigada, sólo estuvo en la periferia de la ruta de Ike. A primera vista estamos ilesos. Hasta electricidad tenemos gracias a la central de fuel oil que nos sustenta a pesar de la caída de una torre de alta tensión; localidades tan cercanas como Quemado de Güines y Corralillo permanecen a oscuras. Tenemos mucha suerte los sagüeros, pero no hay demasiado júbilo: con el país devastado, ¿cuántos años tardará la recuperación? Mejor ni intentar el cálculo.
Estoy obligado a abandonar mi tono habitual por otro, casi periodístico. Quisiera embellecerlo todo con un relato épico de la recuperación, del esfuerzo, pero no puedo. Hay centenares de miles de casas mordiendo el polvo desde Guantánamo hasta Pinar del Río: la isla entera sobre las espaldas de todos.
He visto fotos del desastre; las mías, de las calles sagüeras al día siguiente, no son dignas de emular con las imágenes de Baracoa, Gibara o Los Palacios. Prefiero guardarlas y mostrar aquí la luz sobre el campanario neogótico del Sagrado Corazón; no es una luz eufemística, ni un tópico simbólico tan socorrido como la aurora que asociamos a los renacimientos; quiero decir, sencillamente, que no lloverá. Hoy podemos frecuentar, junto a las gárgolas sobrevivientes, el azul donde todavía se alzan las torres de Sagua la Grande.
6 comentarios:
Maykel,
Supongo que como a todos nos asusta la magnitud de lo que vemos, y la que imaginamos de lo que está por venir, me alegra saber al menos tu villa sin males mayores, sentí mucha pena al ver las raíces de los árboles de los parques de Holguín, a la sombra de ellos mi hija mayor aprendió a caminar, y también tenían guardado bastante de mis primeros años de juventud, podrán ser sustituidos, pero no tendrán el encanto centenario...
Gibara duele de modo especial y de Pinar ni hablar, ni siquiera sé que escribir, porque creo que ya la ola de lamentos es muy grande y dentro de la recuperación es más la esperanza que lo posible lograr, me ha conmovido la solidaridad de la gente y los incontables gestos altruistas que se han hecho con una sencillez encomiable, mi isla, tu isla,nuestra isla, duele, Gustav, Ike, se llevaron no sólo árboles, techos, postes, arrancaron años de vida y me esfuerzo por ser optimista, pero no lo logro...
Más que las inundaciones los vientos y los derrumbes me asustan las miradas, creo que si no llega por sí solo tendré que inventarme un pretexto para ir a Sagua, tus relatos y fotos han abierto la brecha para la tentación, un abrazo
Hola Maikel
Me gusta esa foto del campanario con la gárgola. Muy interesante.
Criatura de isla, la naturaleza tiene mil y una forma de renovar. El demonio "Huracán" es uno de sus instrumentos. Lo único difícil es renovar las conciencias humanas, para ello ni siquiera un rabo de nube puede ser capaz. Ayer en el centro hicimos un taller para jóvenes, el tema fue "Renovarse y Adaptarse a los cambios", es interesante. La conclusión que saqué fue que el autoconocimiento de tu propia Verdad ( entiéndase por Verdad aquello que no cambia) es la base para afrontar y para renovarse puesto que esta, si se pone de centro, sirve como guía para alinear el resto de nuestras "esferas" de manera que se tornen, "verdaderas". Por eso me gusta mucho el camino espiritual, es mu fuente de Novedad.
Qué bueno te haya llegado la libélula, siento no haberte dicho lo que hacer con ella. La libélula es mi mensajera. Es una llave con Alas. Lo que tienes que hacer cuando veas la próxima, muy pronto, es abrir las manos y visualizar una luz que va desde ella a ti. Luego, en sueños, obtendrás mensajes. Quizás vienen cambios interesantes en tu vida, recuerda que la libélula es fuego transformador y agua purificadora, y tierra sostenedora y aire inspirador y tú, poeta, amas los elementos.
Hice un ritual hace dos días, donde enterré ciertas cosas a los pies de mi árbol favorito, ( son en realidad cuatro árboles en uno solo, cuatro hermanos idénticos muy unicos) entre ellas enterré mi tarot, mi oráculo. De esta manera su poder pasaría a mí, es parte de mis votos ser canal y oráculo y para ello el tarot era un pretexto. También fueron enterradas cartas de amor, poemas, medallas, premios, recuerdos antiguos familiares, todo. Un regalo a la tierra, me siento ahora más ligero puesto que no tengo nada. Mis libros, los pocos que me traje, van a una biblioteca, y yo Todo, voy hacia la Luz, en camino a ella, reconforta, sienta bien porque podré compartir sin que nada me ate.
Ahora solo me queda un baúl enorme que uso como armario para mis ropas blancas, como en tiempos de viajar, y porque en él cabrá mi vajilla y este ordenador cuando me mude a mi nueva casita, será cerca del antiguo Turia y desde allí veré el campanario de una iglesia.. Faltan algunos meses, pero será genial. Luego de la mudanza, me tocará visitar mi isla, como tu libélula. Por una promesa de mi paje, aterrizaremos primero en Santiago, y luego regresaremos a la Habana, quizás en coche o en autobus. Pero recorreremos la isla, que es lo importante.
Es bueno saber que estás a salvo del río. Conjuraba protecciones desde que vi las noticias. A mi tía, la ermitaña de la isla de Pino, se le fue la casa volando, como en Oz. Por suerte ella estaba bebiendo tila, en sus tazas de loza azul en casa de una amiga. Dice que se le escapó la tortuga a la ciénaga. Seguro ahora hay una pitonisa por aquellos fangales, como la vetusta Morla del libro y filme "La historia interminable".
Un beso muy grande, tanto como el sol.
Tu otro río, el Jordán.
Yolanda, cuesta ser optimista, pero si de algo no ha carecido nuestra isla es de azotes. De este también emergerá, siempre leve, como la isla de corcho que es...
Y tú no vaciles, a la Cuba que asumes en primera persona le falta escudriñar este recodo. Un día nos veremos por acá, sin más pretexto que la amistad.
Un abrazo restaurador.
Antonio, gracias por pasar, por la gentileza... de cualquier manera, tus fotos son mucho más osadas que las mías. Esta del campanario ni siquiera da vértigo; en cambio las tuyas -yo sólo me entiendo- cómo no...
Libélula, da un poco de miedo -al menos a mí, con tanto apego por las cosas entrañables- ese ritual de enterramiento. Pero lo entiendo necesario y supongo que te sientas muy ligera cuando te desembarazas de cualquier peso.
Al fin me dices qué hacer con las libélulas que empiezan a llegar. No es tiempo de perder un minuto con ellas. Siento que todo urge. Gracias por la llave de luz.
Un beso alado.
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