Eran tiempos belicosos y todavía navegaban algunos rufianes. El viajero Ildefonso Vivanco, por los rumbos de Sagua en un pequeño velero, juzgaba “tan natural recordar entre los cayos á los piratas ó musulmanes y á los raqueros como en Roma al Papa, como en Italia á Miguel Ángel y a Rosini [sic]”(1). Pocos años después John Wurdemann, médico de Charleston, consignó la creencia de que la población “fue al principio sustentada por piratas y contrabandistas”(2). Aquellos salteadores del mar que ejercieron durante el crepúsculo del oficio pervivieron en la memoria de los habitantes de la naciente villa, y lo que fue suposición trascendió como hecho indiscutible más entrado el siglo XIX.
Después también se llamó filibusteros a los enemigos de España. Cualquier escaramuza política que involucrara al decaído imperio hispánico exponía a otra oleada de corsarios sobre las costas de la isla. Sagua la Grande, expuesta a tantos peligros, proyectó entonces un castillo. Las noticias sobre la fortaleza que nunca se alzó en las márgenes del Undoso -quizás por escasas y escuetas- no han interesado a los historiadores.
El acceso al Undoso ocupó a los ingenieros militares desde finales del siglo XVIII. En 1784, Francisco de Paula Gelabert cartografió la boca de Sagua la Grande. (3) ¿Demasiada preocupación por una ruta poco frecuentada, exclusiva del comercio maderero? Veintidós años antes de los trabajos del ingeniero Gelabert se produjo en esas aguas el primer encuentro de buques españoles con la armada inglesa antes del asedio británico a la capital cubana. Tres barcas que iban por madera fueron apresadas junto a la fragata Tetis y la urca Fénix, sus escoltas, luego de una persecución. La captura de la pequeña flota que se dirigía a Sagua hizo perder trescientos potenciales defensores a La Habana. (4) Quizás los superiores de Gelabert ya pensaran en la erección de un baluarte.
Por 1840, cuando Wurdemann se internaba en el Undoso a bordo del vapor Jején, solo se advirtía “una casita en la playa que tenía un alto mástil de bandera, lo que indicaba que era un puesto militar; pero tan insignificante, que una canoa pesquera no lo respetaría”. (5) A la partida, el buen doctor fue benévolo: “pequeño cuartel” llamó al enclave.(6) Un viajero desconocido que vino por la misma época sí supo de la intención de erigir una fortaleza e incluso aludió a la existencia de los planos:
En la punta estrema de barlovento de la boca del río está el lugar escogido la construccion del fuerte para la defensa de la entrada de él y seguridad de la bahía, cuyo plano levantó dicho agrimensor Estrada. [sic](7)
A Rodrigo de Bernardo y Estrada se le recuerda por sus proyectos urbanísticos –solo parcialmente respetados- para la Villa del Undoso. Su prolongada ejecutoria como urbanista le convirtió en perito inapelable ante litigios como el que sostuvieron los sagüeros con una compañía capitalista a causa de la reapertura de la calzada de Jumagua. Se discutía el derecho público a transitar por aquella vía y ahí terció el agrimensor con el argumento de haber trazado él mismo la ruta clausurada. En Sagua la Grande publicó un manual de agrimensura que fue consultado y citado a menudo por Esteban Pichardo, la mayor autoridad geográfica del siglo XIX cubano. Entre tantas obras emprendidas por Estrada sorprende sin embargo esta faceta de arquitecto militar.
Precisamente de Pichardo procede la última alusión a la fortificación que debió proteger a una de las ciudades más pujantes de su tiempo. Según se infiere de este comentario, que alude al proyecto en un pretérito rotundo, la idea de erigir un bastión estaba abandonada en 1857:
La punta de la lengüeta de barlovento es conocida con el título de Cementerio de los Ingleses, donde se han sepultado personas de ambos secsos y de diversas edades: su piso es más firme y allí se proyectó una fortaleza. [sic](8)
El llamado “Cementerio de los Ingleses” aparece en el mapa de la jurisdicción sagüera que dibujó Pichardo unas décadas más tarde. Frente a esas restingas debió erigirse el castillo que nunca poseyó Sagua la Grande.
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Notas.
(1) Ildefonso Vivanco: Sagua la Grande, en La Siempreviva, Tomo 3º., Imprenta del Gobierno y Capitanía general por S. M., Habana, 1839, p. 47
(2) John G. Wurdemann: Notas sobre Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, p. 340.
(3) Horacio Capel Saez, Lourdes García Lanceta, José Omar Moncada Maya et al: Los ingenieros militares en España. Siglo XVIII., Universidad de Barcelona, Barcelona, p. 206.
(4) Jacobo de la Pezuela: Sitio y rendición de La Habana en 1762, Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, Madrid, 1859, p. 17.
(5) John G. Wurdemann: Ibídem, p. 338.
(6) Little barracks. Notes on Cuba, containing an account of its discovery and early history... by a Physician, James Munroe and Company, Boston, 1844, p. 290.
(7) J. M. J.: Apuntaciones históricas y geográficas del partido de Sagua la Grande en 1844, en las Memorias de la Real Sociedad Económica de La Habana, Segunda Serie-Tomo II, Imprenta del Gobierno y de la Real Sociedad Económica por S. M., Habana, 1846, p. 286
(8) Esteban Pichardo: Ligero paseo por Sagua la Grande, abril de 1857, publicado en “La Alborada” de Santa Clara. Antonio Miguel Alcover y Beltrán: Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 589.
Ilustraciones.
Fragmento del mapa de Esteban Pichardo donde aparece el Cementerio de los Ingleses, sitio destinado a la fortaleza.
Retrato de Rodrigo de Bernardo y Estrada, proyectista de la fortificación.
3 comentarios:
Otro castillo en el aire...
Bien documentado y muy atractivo para tipos como yo.
Un abrazo
Si les hubiera dado de verdad por edificar un castillo, muy mal quedarían sus arcas... Maykel, pronto podrás escribir mejor que nadie la historia de esa ciudad tuya.
Yuris, pues como dijo un escritor sagüero de antaño: es mejor edificar castillos en el aire que en ningún lado...
Un abrazo.
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