lunes, 11 de julio de 2011

Abur a las chinelas: palabras extraviadas

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Mientras Marcel Proust describe los giros arcaicos en la conversación de la duquesa de Guermantes, he recordado a mis tías abuelas, que no eran mujeres ilustradas pero usaban un vocabulario extraño y elegante. Aquellas palabras se me presentan asociadas a objetos extraviados de la belle époque. Algunos entendidos pretenden que el siglo XIX acabó con la I Guerra Mundial y yo también lo creo. La más joven de mis tías nació en 1912. Ellas recibieron una educación decimonónica.

Recuerdo que decían “chinelas”. Mi idea de la chinela es una chancleta de tela gruesa, cerrada por los dedos; había algunas en un armario de zapatos viejos. Para mis tías cualquier par de chancletas plásticas eran chinelas. Solían enfatizar la “ch” al decirlo: sshinelas… No he visto caminar a nadie más con la anticuada intimidad de esa palabra.

Cuando mis hermanos y yo íbamos a clases, no salíamos hacia la escuela, sino al colegio. Siempre dijeron “colegio”. Sé que el término se usa frecuentemente en otros países hispánicos. Viene del latín. Solo me parece raro que jamás dijeran “escuela”. ¿Les parecía vulgar?

Por último, tengo nítida memoria de que acostumbraban a decir “esencia” por “perfume”. ¿”Perfume” es una palabra muy francesa? Una fragancia casi diluida de una antigua “esencia” conservo en un frasco de vidrio azul que les perteneció. Un verdadero “frasco de esencia” se me presenta con un prestigio alquímico que no tiene ningún “pomo de perfume” al uso.

Hace poco conocí a una anciana que se despide diciendo “abur”. En pocos años habrá cumplido un siglo y recuerda, entre tantas estampas de la primera mitad del siglo XX, el estrepitoso paso de los tranvías. Como Marcel, yo “[…] la escuchaba casi con la tranquila despreocupación que tenemos cuando estamos solos, con los pies sobre los morillos de la chimenea, como si estuviera leyendo un libro escrito en lenguaje de otro tiempo.” Al despedirme: ¡abur!

Hay palabras que se despiden de la gente y no retornan.

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Foto: Angélica González -de blanco, a la izquierda- y unas amigas que nadie reconoce, a principios de la década de 1920.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

De un ciudadano de la noche a otro! Hace algun tiempo que tus textos me transportan a la noche cubana... a esa noche clara, tibia, lejana. Espero con ansias tu siguiente post.

Yuris Nórido dijo...

Mi abuelo, que nació en 1914, no decía "merienda", sino "refrigerio". Reviso ahora en el diccionario y veo que no es exactamente lo mismo, pero se le acerca... Tienes razón, vamos extraviando palabras. De todas formas, tenemos la suerte de hablar un idioma muy rico, aunque a veces uno siente que se va empobreciendo. Pero también vamos ganando otras palabras nuevas, que ahora mismo no suenan nada elegantes, pero quién sabe de aquí a un siglo...
¡Qué bueno que volviste al blog! Un abrazo...

Animal de Fondo dijo...

Querido Maykel, me alegra que me recuerdes que algún día debo releer "El mundo de los Guermantes". La verdad es que muchas veces he vuelto a "Un amor de Swann", pero acaso no converso con Oriane desde los diecisiete años. No obstante, todavía recuerdo que mi familia siempre se refirió a una de mis novias de entonces por el nombre de "Palamedes", que fue el que improvisé cuando me lo preguntaron por primera vez.
Siempre quise secretamente ser digno de su amor, del de Oriane; tal vez por eso al fin no me casé hasta que lo hice con una cubana, quién sabe.
Ah, qué ganas de pasarme por tu casa con la fresca, o después del corto aguacero de la tarde, a tomar café y fumar y hablar y hablar contigo, con tus tías, con la mías, con Oriane, con Albertina, con todos ellos, vivos en nuestros recuerdos, sabiendo que mañana habrá más aguacero, más fresca, más café, más tabaco y más duquesa...
Abrazos, Maykel.

Maykel dijo...

Ciudadadano de la noche: ¿quién eres?

Yuris: Acaso aparezcan otras palabras extraviadas. También estuve pensando en la asombrosa sobrevida de algunas marcas comerciales de antaño que hoy nombran objetos comunes: luz brillante, peter, frigidaire... Mi tía América nunca dijo "refrigerador", siempre "frigidaire".

Maykel dijo...

Animal de Fondo, querido amigo "du coté de chez Swann"...

Me gusta mucho Oriana. Albertina me perturba. He tenido más albertinas que duquesas de Guermantes con el rostro de vidriera y un castillo entre las manos.

Oye, si vinieras creo que me decido a encender un tabaco, yo, que jamás he fumado.

Un gran abrazo.

Anónimo dijo...

Hombre

Soy hombre, he nacido,
tengo piel y esperanza.
Yo exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.
No soy dios: soy un hombre
(como decir un alga).
Pero exijo calor en mis raíces,
almuerzo en mis entrañas.
No pido eternidades
llenas de estrellas blancas.
Pido ternura, cena,
silencio, pan y casa...
Soy hombre, es decir,
animal con palabras.
Y exijo por lo tanto,
que me dejen usarlas.

Jorge Debravo

Con cariño,

Ciudadano de la noche