jueves, 31 de julio de 2008

Jean Laffite, último pirata varado en la mar de Sagua la Grande

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A la memoria de Francisco Canto Nores,
el poeta que soñó con piratas.
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Cerrado el capítulo de sus grandes empresas
comerciales, de los buenos piratas puede decirse,
como de las mujeres honestas, que no tienen historia.
Eliseo Diego: Noticias de Esquemeling
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La imaginería romántica hizo presa de los sagüeros en el siglo XIX; anhelaron un origen novelesco para la villa, y a falta de pretextos más convencionales, echaron mano a los piratas.

Antonio Miguel Alcover y Beltrán (1875-1915), a quien nunca me cansaré de frecuentar en la "Historia de la Villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción (1905), dedica varias páginas a refutar lo que consideraba una flagrante inexactitud. En primer lugar, Alcover desestima la veracidad histórica de la piratería decimonónica; luego, hace la apología de los rústicos colonos y vegueros que considera legítimos patriarcas de la ciudad. Así queda zanjada aparentemente la vieja cuestión pirática, con una apelación del historiador a los jóvenes sagüeros para que defiendan "el decoro de localidad" y rechacen cualquier infundado rumor sobre los piratas fundadores.

El abismo que separa la precisión positivista de los devaneos románticos, es el mismo que enturbió en este caso la mirada de Alcover.

La Historia no debe reñirse nunca con la Leyenda -lección bien impartida por el griego Heródoto- pues donde no alcanzan los métodos de la primera, la segunda sabe cómo poblar el país que sería, sin su concurso, menos que ruina, puro llano sin árboles.
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Para singularizar unos orígenes tan nebulosos como los de Sagua, la presencia de los filibusteros me parece un recurso fascinante. La imagen de un pirata, hombre proscrito venido de las antípodas en busca de fortuna, se me presenta muy seductora, abriéndose paso con el ímpetu de su sable en la maleza oscura de aquel tiempo legendario, de naturaleza tan distinta al tiempo histórico.
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La anéctoda más difundida en las postrimerías del siglo XIX la recogió Alcover de manos de Francisco Canto y Nores, poeta que se dejó conquistar por el recuerdo de Morgan, Drake y El Olonés. Es una narración bastante truculenta sobre los mentados tesoros del Mogote y el expediente habílisimo que usara el segundo a bordo de un bergantín corsario para hurtar el oro al resto de la tripulación.
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Lo que pueda haber de cierto en todo esto -peripecias contadas por comadres en noches de ocio y jactancia de "carcamanes", según la opinión lapidaria de nuestro historiador- ya no es esencial. Basta, para los fines dilucidadores del imaginario, que se hayan trazado aquí derroteros de tesoros en cada playa y caverna de la costa sagüera. Francisco M. Mota, investigador de las tradiciones marítimas cubanas, cita a Sagua la Grande como uno de los sitios más frecuentados por los ladrones del mar, circunstancia irrefutable sobre todo si enarbolamos como referencia la obsesión sobre las incursiones piráticas en la memoria de los sagüeros.
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Recientemente supe de otra "leyenda" que, a diferencia de las más antiguas, siempre nebulosas y anónimas, tiene autor y pretensiones de verosimilitud. Rafael Rasco, escritor sagüero, profesor universitario en Long Island, afirma haber heredado este reporte de presencia filibusteril en los cayos de la bahía de Sagua de su propia abuela, que a su vez lo había oído hacia 1895, como singular confidencia, de labios de su amiga María, que confesó ser la hija del célebre Jean Laffite, a quien Lord Byron, seducido por su carácter irreductible, dedicó un poema.
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Doña Mariquita le contó a la abuela de Rasco que su padre, el Rey de Barataria, luego Defensor de Nueva Orleans, último pirata de veras grande en los anales del filibusterismo caribeño, se instaló en cayo Cristo, enclave deshabitado, hacia 1821. Hasta ese islote paradisíaco de aguas verdeazules trasladó a Madame Laffite, de soltera Dubois, educanda de las ursulinas nacida en Luisiana que renegó de su familia para seguirlo al exilio. La leyenda incluye además un misterioso clavicordio, distracción recurrente de Marie cuando el marido se hallaba de correrías, en contrabandos y tráfico de negros. En uno de aquellos viajes, Laffite desapareció. Hoy se barajan numerosas hipótesis sobre su último paradero.
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Para colmo de sorpresas, he hallado un documento oficial sobre las acciones navales norteamericanas desde 1798 que consigna, sin ninguna ambigüedad de interpretación, el desembarco de fuerzas británicas y yanquis en Sagua la Grande con el fin de capturar piratas, donde además se alude a una "pirate station", "on the northweast coast of Cuba".
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Entonces, Antonio Miguel Alcover, positivismo aparte, Auguste Comte ya en el cielo, ¿hubo piratas en Sagua? ¿Sí o no? La respuesta más concluyente está seguramente deshecha bajo la arena de algún cayo: es un clavicordio roto que antaño intentaba conjurar la soledad del destierro en estos parajes sagüeros hace dos siglos.
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6 comentarios:

Maykel dijo...

El retrato a la cabeza del texto es, al parecer, el verdadero Jean Laffite. Al menos, podemos hacerle esa fe, pues aunque anónimo, fue pintado a principios del siglo XIX y lo conservan como tal en la Biblioteca Rosenberg, de Galveston, Texas.

Anónimo dijo...

Fantástico mapa de los tesoros es este espacio tuyo, lo mejor de todo es que se revive la aventura siempre de distinta forma y límite

me encanta el detalle del clavicordio!

Abrazos

Astro

Anónimo dijo...

Mi Nocturno, tú, el que estremece con su música, como Chopin que me parece siempre una lluvia muy fina sobre el tejado de mi casa.

Ando en estos días un poco lejos de toda realidad y orden, pero no lejos de vos. Quería que lo supieras, y que nos vemos pronto de nuevo. Para nuestros largos coloquios.

Otra cosa, aprovecha la energía del día 8 del 8 del 2008, ese día muchas almas meditarán por la ascensión del mundo a una nueva realidad, es como abrir una puerta...

El eclipse de sol pasado me ha mermado las energías, pero ya estaré bien pronto, el día 11 cumplo 26 años de haber tomado este cuerpo, numerológicamente el 8, un número muy mágico. ¿Cuándo es tu cumple?

Un beso muy grande en cada dedo,los de repasar guijarros, pianista de las cosas pasadas....

Tu Astro.

Anónimo dijo...

En el curso del mundo hay de vez en cuando momentos —explicó el maestro “Hora”— en que las cosas y los seres, hasta lo alto de los astros, colaboran de un modo muy especial, de modo que puede ocurrir algo que no habría sido posible ni antes ni después. Por desgracia, los hombres no son demasiado afortunados al usarlas, de modo que las horas astrosas pasan, muchas veces, sin que nadie se dé cuenta. Pero si hay alguien que la reconoce, pasan grandes cosas en el mundo.

"Momo" de Michael Ende

Maykel dijo...

Gracias por pasar. Siempre me renueva saber que andas cerca, y que hurgas adentro, y que se te siente el mismo aunque distinto.
Espero con fervor esos "días astrosos"; sé que estaremos atentos y no pasarán inadvertidos siempre.
Un abrazo grande.
M.

Anónimo dijo...

Hola,
Fui alumno del Dr. Rasco y quisiera saber si está vivo o muerto.
Un saludo