Para Reinaldo Cedeño, viajero sagaz,
la fama de nuestra María, en obsequio por su pasión de Sagua la Grande.
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Por 1905, en la conmemoración del tercer aniversario de la República -el 20 de mayo- los prohombres sagüeros, caballeros de levita y bombín, cortaron la cinta inaugural y abrieron al tránsito el gran puente del Triunfo, que luego de bizantinas disputas sobre el sitio más indicado para su emplazamiento comunica -hasta nuestros días- las dos riberas del río hipócrita de Sagua la Grande, que si parece manso a los forasteros, siempre está aguardando una distracción de Dios para abalanzarse sobre la ciudad. Los jesuitas, reverendísimos padres que recién habían comprado un gran lote de tierra en el barrio de San Juan para edificarse un colegio y una iglesia gótica, acudieron al acto con sus hisopos, prestos a bendecir. Para llegarse a la otra orilla, unas damas se adelantaron, las primeras, a despecho del sol, a dejar sus congratulaciones al cónsul de Francia, Monsieur Froides, por la feliz culminación de las obras. Jesuitas y señoras de la feligresía, curiosamente, como si tuvieran el cuello gobernado por una brújula, miraban al norte, donde los flamboyanes entonces ya exhibían toda la obscenidad de su rojo. Era primavera: toda la fauna de ambas orillas se apareaba a la vista de la cautelosa procesión; sólo los caballeros miraban al sur, a la Chorrera, encubriendo, con sus oblicuas miradas, la corrosiva apetencia que los asaltaba un día tan señalado.
Por 1905, en la conmemoración del tercer aniversario de la República -el 20 de mayo- los prohombres sagüeros, caballeros de levita y bombín, cortaron la cinta inaugural y abrieron al tránsito el gran puente del Triunfo, que luego de bizantinas disputas sobre el sitio más indicado para su emplazamiento comunica -hasta nuestros días- las dos riberas del río hipócrita de Sagua la Grande, que si parece manso a los forasteros, siempre está aguardando una distracción de Dios para abalanzarse sobre la ciudad. Los jesuitas, reverendísimos padres que recién habían comprado un gran lote de tierra en el barrio de San Juan para edificarse un colegio y una iglesia gótica, acudieron al acto con sus hisopos, prestos a bendecir. Para llegarse a la otra orilla, unas damas se adelantaron, las primeras, a despecho del sol, a dejar sus congratulaciones al cónsul de Francia, Monsieur Froides, por la feliz culminación de las obras. Jesuitas y señoras de la feligresía, curiosamente, como si tuvieran el cuello gobernado por una brújula, miraban al norte, donde los flamboyanes entonces ya exhibían toda la obscenidad de su rojo. Era primavera: toda la fauna de ambas orillas se apareaba a la vista de la cautelosa procesión; sólo los caballeros miraban al sur, a la Chorrera, encubriendo, con sus oblicuas miradas, la corrosiva apetencia que los asaltaba un día tan señalado.
Un mes antes de la solemnidad, el periódico "La Patria" comentaba, con la aprobación de las señoras y los jesuitas antedichos, sobre la ofensiva presencia de los prostíbulos de las márgenes del río. "Es que el sitio será muy frecuentado a partir de ahora por damas y señoritas, que no deben verse sometidas al repugnante espectáculo de las mujeres mundanas" -argumentaban los mojigatos y las calambucas. Entre los hombres, muchos que asentían en público, a solas se encogían de hombros y sonreían con cierto sarcasmo. No faltaron algunos -fue vox populi- que se manifestaron inexorables sobre cualquier mudanza del puente a otra calle. Y en cuanto a recolocar a las de "mal vivir" en otro barrio de la villa, ni pensarlo. No tenía Sagua rincón más ventilado que esa calle de la Ribera para ciertas acaloradas peripecias.
Roso Panchales, célebre gacetillero de la prensa satírica, dedicó divertidas coplas a los disturbios ocasionados por el puente. Unos creyeron que si lo ponían en la calle de Colón los burdeles podrían permanecer en su sitio, eternos como pirámides y, sobre todo, florecientes; los curas empeñados en levantar sus edificios precisamente enfrente, ni querían debatir el asunto: en la dicotomía de colegio sin puente y colegio con puente y burdeles, preferían la segunda opción; las cortesanas, mientras tanto, aunque no fueron consultadas por nadie, allí tenían sus raíces: "de aquí no nos saca nadie" -aseguraban. Se entiende, claro, que no querían perder la hermosa vista del río y su puerto fluvial; estaban seguras, además, de que el nuevo puente también avivaría el flujo de clientes y la prosperidad de la calle más añeja, la de más rancia tradición, donde felizmente se habían instalado desde décadas anteriores, poniendo los lechos donde antes dictaba decretos el gobernador de Sagua y su jurisdicción.
El día de la inauguración, las damas sagüeras bajaron los velos para no mirar siquiera el subido tono de la vegetación; las cocottes enarcaron los escotes desde abajo, retadoras se abanicaban como las víctimas de aquella mañana incendiaria; algún caballero perdió el monóculo; un jesuita dejó caer el hisopo al río en un rapto de torpeza que algunos atribuyeron a la insolación.
-De aquí no se va nadie -las mujeres de las márgenes miraban, desdeñosas, la vistosa procesión.
Una flor cayó, silenciosa, desde una anónima solapa hasta los pies de las espectadoras.
-¿Quién dice que nos vamos, si es ahora que acabamos de llegar? -una adolescente frunce el ceño sin dejar de sonreír a los transeúntes del puente, mientras abanica a la que parece, por la dignidad del porte, la matrona de la casa.
-De aquí no nos saca ni una inundación -la jovencita, sentenciosa, se recoge la falda y va a colocarse en el pórtico con arcos de madera, una antigualla de la tenencia de gobierno disuelta antes de su nacimiento. Sabe que allí, absorta en la fluencia de las aguas, la respetará el tiempo. Un día, ella regirá en este lado, de cara a la torre gótica; entregada a la contemplación de las aguas desafiará lo que tiene de efímero el placer de la carne.
Le dicen "güin", "espárrago", "pabilo de yuca seca"; es la más delgada de la dotación. Pero se sabe ambiciosa, un día la respetarán; y no se irá; la desearán; la llamarán señora María y algo que no puede imaginarse le dirán a usted, señora María Camión.
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13 comentarios:
Cada día me gusta más tu manera de decir, espero ansiosa por María Camión II, un abrazo
La saga de María Camión la voy escribiendo sobre la marcha de las indagaciones...
Fue el entusiasmo de Cedeño lo que me hizo evocar a la célebre cortesana.
Ya veremos qué más averiguo sobre sus hechos y dichos.
Un abrazo, Yolanda, gracias por aparecer siempre.
Me encanta esta crónica!
Escribes como los ángeles.
I miss U
See you
Astrolabio
Hola ...pues es taan bueno saber que hay gente como tú,dispuesto a rescatar a personajes como éste...Impusaldo por ti,como suele pasar,he hallado que "sentarse a hablar con María Camión era como consultar a la Enciclopedia Británica"..vaya personaje no?
Con todo lo malo que se diga de las "cortesanas" y demás adjetivos,la verdad que han enriquecido enormemente la literatura y el cine [ahora mismo pienso en la Dama de las Camelias,en la Violetta de la Traviatta y hasta en Julia Roberts en Mujer bonita..] Me perdonarás? Ando un poco más cursi de lo normal...esperamos saber más de María.Un beso
Vivo en una fiesta innombrable,, por que ma hayas dedicado esta filigrana. Y también espero la parte dos de la Doña tremenda María camión. Creo que serás un narrador de lujo, y lo tendré en cuenta...
y ahora como te dije, te sugiero visites mi blog, pues ya he puesto en él la polémica sobre la diversidad sexual y el tratamiento en nuestros medios. ESpero tu grano de arena, que ya sé vendrá con brillo propio
un abrazo
Rei
Noche, es incitante que vayas haciendo tu propia búsqueda; ahora me obligas a hurgar más hondo, en el verdadero misterio todavía desconocido de esta María.
Y no te equivocas en nada, quién duda hubo cortesanas talentosas y transgresoras, ¿acaso no fueron del gremio Aspasia de Mileto y Madame de Pompadour?
Parece que a todas les llega la reivindicación, y la gloria de la Camión, que ya fue aludida genialmente por Enrique Núñez Rodríguez, un cronista cubano de los más geniales, tiene otro cantor...
Besos.
Cedeño, lo mío te va, claro, indetenible como el Undoso...
Astrolabio, tú eres el ángel que me lee...
María Camión, requiescat in pace.
Grazie mille por romper el silencio, viajero, ya lo había roto yo antes al decir su nombre (si dices mi nombre dejo de existir)
Mis Silencios son una telaraña protectora de atrezzos comunes y diarios, para alejarme del mundo físico. Tú eres sutil, puedes atravesarla siempre que quieras, pesas tan poco! y eso es delicioso.
En una vida pasada fui cortesana, no de tanto renombre, y tuve una hija, no sé porqué le bauticé como Nefasta. En el instante en que salía de mis entrañas y dije su nombre, terminó mi visión del pasado.
Seguro mis padres me regalaron a algún templo de alguna Diosa de la fertilidad.
Me gustan los cotilleos del pasado, jijiji, son mi parte humana.
Un beso, esperando a la Camión II
El ángel Astrolabio
He descubierto que el pasado nos deja obsequios, sorpresas que nunca se nos ocurrió prever y de pronto desde el pasado se tornan vitales, como recién inventadas.
Entre tantas cortesanas voy sintiéndome como en el siglo XVIII, la era de las ilustradas que subyugaron a los reyes. Te cuento que me han hablado de La Albina, una rival de la Camión que aún vive y tal vez pueda mostrarnos su propia perspectiva de aquella singular mujer. Pienso entrevistarla. Ya sabes, la divisa es ir al fondo.
Un beso, Astrolabio.
Ya 11 sin días sin saber de ti? Supongo estas algo ocupado con tus examenes y demás...pero se te extraña..
Sí, es cierto, se te necesita por estos lares. Has recibido mi carta?
bendiciones!
Noche, Astrolabio, queridos locos insomnes,
aquí estoy (ego sum),
algo silente pero jamás ausente.
Pronto tendrán noticias mías.
Los quiero, per saecula saeculorum.
(Y no se preocupen por el rigor de los exámenes; por suerte, aunque estas líneas trasnochadas apunten lo contrario, no estoy examinando latín jejejej).
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