lunes, 10 de septiembre de 2012

Maestros relojeros



Julio César y yo decidimos reparar el reloj público de la estación del ferrocarril. Julio es ingeniero civil, sabe de relojes y tiene vocación de artífice. Yo no sé nada. Hasta ignoro desde dónde fluye el tiempo. Unamuno decía que viene del mañana y deja una estela y ese fluir es la eternidad. Por eso angustian las cuentas regresivas, los relojes que restan. Sagua la Grande subsiste en una disminución de cifras, quizás todavía podamos devolverle el tiempo.

El reloj se detuvo hace más de veinte años. Me lo confirma el Jefe de Estación. Antaño estos funcionarios eran verdaderas autoridades, ahora se aburren en los andenes desiertos; nuestro jefe a menudo escudriña el frontón en busca de la campana. Los cazadores de bronce son capaces de escalar hasta allí –señala el borde de la fachada-. Julio me muestra una pieza hueca que alguien intentó quebrar. Los cazadores estuvieron aquí. 



Para llegar al reloj hay que tomar la escalera que da al andén. Arriba están desiertos los salones. Una escalera de caracol permite alcanzar el ático, la cámara del reloj. La estación posee los muros más compactos que he visto, indestructibles. Los agujeros en el suelo del ático no me dejan mirar abajo.

The Cincinnati Time Recorder Co., de Ohio, fue la relojería que fabricó el segundo reloj público de la villa. Sagua la Grande también posee un Seth Thomas –se hacía llamar “el fabricante de relojes más antiguo de América”- en la iglesia parroquial mayor.  Desconozco si otra ciudad de la región tuvo dos relojes públicos. Santa Clara, Cienfuegos, Remedios, antiguas cabeceras regionales de Las Villas, tuvieron un reloj cada una. La célebre fábrica Seth Thomas confeccionó el reloj de la estación central del ferrocarril de Nueva York. El casi centenario Thomas sagüero hace sonar las campanas de la torre en memoria de una joven de la belle époque. El esposo quiso hacerlas tañer eternamente por ambos, para probar que el tiempo no erosiona al amor. Menos novelesca es la historia del otro reloj. Adquirido acaso por la Cuban Central Railways, compañía inglesa que instaló su capital ferroviaria en Sagua la Grande, sustituyó a un mecanismo obsoleto del siglo XIX.


El pasado jueves bajamos el reloj para examinarlo a la luz. Las ruedas dentadas son un rompecabezas. Julio César lo desarmó sin tomar nota, dio garantías de su buena memoria para los mecanismos enrevesados; le tengo confianza. Mañana iremos a Isabela para conseguir el cordón de acero que sostendrá el contrapeso de la cuerda. Julio ya corrigió la deformación de la pieza dañada. Queda la limpieza de la maquinaria –mi tarea de relojero lego-, construir un péndulo de plomo y rectificar algunos ejes. En un archivo de Internet conseguí varios planos antiguos de la Cincinnati…; ojalá sean útiles.

Los relojes, meras máquinas para algunos, son metáforas del tiempo, tropos de la fugacidad; gozan de un carácter simbólico que trasciende sus cuerpos mecánicos. Julio César y yo ahora somos maestros relojeros medievales. Este reloj es un rompecabezas tropológico para mí. Estoy ceñido a la caja de sus piezas, ajustado a su condición de piedra filosofal por mis manos dentadas.


7 comentarios:

Gino Ginoris dijo...

Que obra esa, y esta, reparar el tiempo, detenido en un reloj necesita de poesía y sueños.
También en Cárdenas el reloj de la parroquia quedó detenido hace muchos años, en mi libro anda un poema que lo recuerda.
Me encantó lo de las manos dentadas y la frase de Unamuno que no conocía.
Abrazo.

◊ dissident ◊ dijo...

¿Nos contarás si el tiempo vuelve a Sagüa con tu ayuda?

Un fuerte abrazo

Buena suerte viviendo dijo...

Nadie conoce el corazón secreto del reloj, afirmaba Elias Canetti.
Suerte en tu labor de reparar el tiempo.-

Maykel dijo...

Ayer apareció el péndulo. Alguien lo tiró al fondo de una columna hueca construida para disimular las pesas del reloj.

Vamos bien.

Saludos y abrazos a todos.

Animal de Fondo dijo...

Tan bueno el artículo como el oficio. ¡Que disfrutéis!

Maykel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Maykel dijo...

La pesa extraviada apareció hoy: la usaban para calzar la puerta de una oficina.

Pronto daremos cuerda al reloj.

Abrazos.