Es un sitio casi abandonado en el
camino de Isabela. Por carretera no lo anuncian, en el camino de hierro
subsiste un letrero: El Dorado. Aquí hubo un ingenio. No recuerdo quién era el
dueño, aunque creo que el mapa de Francisco Lavallé (1840) atribuye estas
tierras a Howland, un norteamericano.
Cuando se viaja en tren y aparece
El Dorado, ya quedaron muy atrás los muros sobrevivientes de Júcaro, antigua
posesión de los condes de Vegamar. El poema de Francisco Pobeda (1796-1881) que
describe la visita de un conde a su plantación azucarera se me figura una
estampa acaecida en Júcaro: llega uno de los Drake a bordo del vapor Jején,
desembarca y sigue hasta su ingenio para asistir al drama narrado en el romance
de Pobeda. El ingenio Vegamar, como
tantos, poseía su propio cementerio. Me prometo volver a esas ruinas.
La última vez que fui en
bicicleta por la carretera de Isabela no llegué a Júcaro porque me apuraba
hallar San Jorge. En algún sitio de San Jorge está la momia de Augustus
Hemenway, el dueño, o de su asociado Bartlett. Hemenway solo se basta para una
novela: fue marino, comerciante, hacendado y filántropo; alguna vez lo
secuestraron cuando regresaba a San Jorge y pagó un rescate por su liberación;
se sugiere que acabó lunático en Boston, pero consiguió salir de la casa de
orates y volvió a Sagua la Grande para morir.
Reconstruir la vida de Hemenway me ha costado años. También me debo un pequeño
reportaje acerca de San Jorge. Fotografié, con los dedos enfangados, la laguna
donde John Russell Bartlett (1805-1886) consiguió un caracol desconocido.
Decía Ramón Roa, el secretario de
Sarmiento, que la Sagua
del siglo XIX era como El Dorado o California. De este El Dorado, trasunto del
célebre mito de la Conquista,
quedan unas letras oxidadas.
2 comentarios:
Otra vez tú y tus historias llevándonos a sitios enigmáticos. He disfrutado estas líneas que me recuerdan otros sitios visitados y que por cotidianos no nos hacen suspirar. Tú siempre consigues hacerme al menos a mi suspirar con estas búsquedas. Te abrazo desde unos Andes que te esperan... R
Cuando hablas de los ingenios siempre recuerdo los que aquí en el antiguo reino de Valencia también habían, solo que antes.
Saludos, amigo.
Publicar un comentario