Los viajes por el campo
conducen a sitios de apariencia sagrada o monstruosa.
Heme frente a un sentido agreste del viaje,
en pos de un antiguo crimen jamás premiado.
Éramos los pequeños convidados
que no consiguen un sitio en las estacas,
entre los pájaros.
Antes,
cuando el viaje acaecía sobre las aguas,
quizás hubo un trigal, un campo
que nos daba de comer.
Y ahora, donde lo agreste me parece
un halago, cultivaré un trigal semejante,
para que los viandantes que siguen
al norte enhiesto
puedan comer durante el viaje.
De pequeño, con intuición agreste,
subí la colina que aparece en un cuadro de Caspar David Friedrich.
Pero la cruz era terrible
y a su pie florecía la cizaña.
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Foto: Isabela, 28 de abril de 2012.
2 comentarios:
La imagen me aterra, el texto es bello, porque tú estás lleno de belleza.
Un abrazo muy fuerte
Poesía, gracias a Dios.
Abrazo.
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