miércoles, 8 de febrero de 2012

Cerros lejanos

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Se tiene la certeza de los cerros imposibles,
la lejanía supone una incontinencia.

Un calar de aguas suspende la noción de lontananza,
sugiere que un crimen mío no ha sido confesado.

No podré alcanzar los cerros porque he sido incontinente.

La lejanía como una neblina
enfría los rostros de los viandantes que suben.
La lontananza los alude a ellos;
no me secundan y los cerros suponen que debo confesar.

La lluvia soplaba de un lado con una apelación desigual.
Advino la calma y alguien preguntó por un árbol,
quizás abatido por la tormenta,
que señalaba una ruta equívoca a los distraídos.

Hemos pasado junto a un árbol maligno, dije,
y lo registraron como una confesión.



Una libélula

Antes de emprender el último vuelo
aseguraba comprender
que viesen al Diablo a bordo suyo,
cabalgando sobre una laguna de bambúes
en cuyas aguas verdes silbaban sus sentencias
las ánimas perseverantes
y los corrillos del sabbat.

Y dijo antes de morirse
que atribuía a un ardite el mentado don de hablar
a las bestias que ostentaba San Francisco de Asís.

"Cierto que nos hablaba, pero nadie pudo responder
a su galimatías, más confuso que el fragor de la cabalgata luciferina."

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