viernes, 29 de julio de 2011

Marx

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Un cubano residente en Alemania me comentaba ayer la paradójica conducta de aquel país, que se pronuncia y legisla contra el marxismo con energía y parece tolerar los brotes fascistas. Mi amigo no entiende, pero yo sí: el fascismo, minoritario y envilecido, jamás emergerá; Marx, el vetusto, todavía habla con una lógica influyente, capaz de poner en peligro el orden de estos mundos… Mi amigo, un poco germanizado, sostiene que ambas tendencias –fascismo y marxismo- son peligrosas y me invita a no descuidarme. Se olvida de que Marx es alemán, pero de otra familia; se olvida un poco de que somos cubanos.

Mi relación con Marx, como la de mis coetáneos, es menos íntima en comparación con las generaciones precedentes. Hubo un fervor por los hallazgos económicos y filosóficos de Marx en la época de mis abuelos y mis padres. Parecía la fórmula para entender el devenir del mundo. Por Marx llegaron a Hegel y siguieron hasta Heráclito. Por él llegaron hasta la raíz de las utopías. A mi generación correspondió otro orden, más abstruso. La plusvalía, pese a su vigencia, solo es uno de tantos mecanismos. Ya no estamos en el siglo XIX. Se ha visto que las revoluciones pueden malograrse o derrumbarse, la línea dialéctica acaso no exista. Asumida esta relativa caducidad, ¿por qué entonces los alemanes reservan su vade retro para Marx?

La conversación de ayer me recuerda la fobia marxista de hace tantos años. En Auschwitz, junto a los judíos y los homosexuales, también estuvieron los comunistas. Breivik, el que disparó sobre los jóvenes en la isla de Utoya, dijo detestar a Mahoma y a Marx, a los gays y a Fidel Castro.

Algunos que me leen invocarán a Stalin, a Ceaucescu y a Pol Pot como marxistas ejemplares. Yo prefiero a Rosa Luxemburgo. Toda teoría se expone a la distorsión, el ejemplo mayor ni siquiera es el marxismo, sino el cristianismo.

No sé si quiero ser marxista -me gustaría ser poeta- pero sé que el proyecto de Marx para este mundo es más noble que cualquier plan capitalista de hacer oro a costa de nuestra sangre. La Alemania que acoge a mi amigo, la Alemania próspera del momento, ha dicho que los países socorridos durante la crisis actual deben ceder parte de su soberanía. El origen de tal pretensión no le viene de Marx. Eso me sugiere la epojé que a veces intento cuando me acuerdo de Husserl; cuando mencionan a Marx, recuerdo a Martí, que no era marxista pero le hizo justicia:

Ved esta gran sala. Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. […] Ved esta sala: la preside, rodeado de hojas verdes, el retrato de aquel reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos, y organizador incansable y pujante. La Internacional fue su obra: vienen a honrarlo hombres de todas las naciones. La multitud, que es de bravos braceros, cuya vista enternece y conforta, enseña más músculos que alhajas, y más caras honradas que paños sedosos. El trabajo embellece. Remoza ver a un labriego, a un herrador, o a un marinero. De manejar las fuerzas de la naturaleza, les viene ser hermosos como ellas.

Este es el lugar común donde me encuentro con el Prometeo de Tréveris.

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Ilustración: El marxismo dará salud a los enfermos. Frida Kahlo.

2 comentarios:

Animal de Fondo dijo...

Tu cita me recuerda esta otra:
"El alcalde del pueblo cubano de Regla convoca al gentío. Desde la vecina ciudad de La Habana ha llegado la noticia de la muerte de Lenin en la Unión Soviética y el alcalde emite un decreto de duelo. Dice el decreto que "el susodicho Lenin conquistó merecida simpatía entre los elementos proletarios e intelectuales de este término municipal. Por tal motivo, a las cinco de la tarde del próximo domingo sus habitantes harán dos minutos de silencio y meditación, durante los cuales personas y vehículos quedarán en estado de quietud absoluta".
"A las cinco en punto de la tarde del domingo, el alcalde del pueblo de Regla sube a la loma del Fortín. Más de mil personas lo acompañan, a pesar de la lluvia furiosa. Y bajo la lluvia transcurren los dos minutos de silencio y meditación. Después, el alcalde planta un olivo en lo alto de la colina, en homenaje al hombre que tan para siempre ha clavado la bandera roja allá en el centro de la nieve."
Eduardo Galeano, "Memoria del fuego".
Un abrazo, Maykel, me ha encantado tu escrito.

Maykel dijo...

Esa loma del fortín se llama desde hace mucho colina Lenin. Nunca he estado en Regla.

Un abrazo.