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Lo pongo aquí para que no se pierda. En el caos de los papeles de mi cuarto, la hoja suelta se expone a extraviarse para siempre; es hoja muerta. Una mujer que conserva cierta rezagada afición al orden -mi madre- de vez en cuando pretende imponer su ley de las armonías universales y viene a repartir mi patrimonio en cajas y gavetas donde difícilmente se salvan estas encomiendas mías. Yo tiemblo. Siempre he desconfiado de la simulación que implica ordenar los espacios físicos -el escritorio, la habitación, la casa- cuando el mundo está sujeto a las espirales del caos. Desconfío de lo simétrico, de lo aséptico, de los libreros donde nadie ha hurgado y los libros exhiben lomos decorativos con el estigma de no haber sido leídos jamás. Obligado a admitir sin embargo que duermo entre polillas, argumento de buen juicio pergeñado para ganarme a la causa del orden, concedo ciertas libertades, súbitas flaquezas. La más reciente de estas debilidades casi me hace perder el manuscrito de Maylé.
Este año me han obsequiado con dos poemas. Uno que alude a la Isla, es la confesión de Yordán Rey Oliva, el testimonio de la pérdida; en el otro, signado también por la experiencia de habitar cierta porción insular, se advierte el sentido ambivalente de la recuperación gravosa que se descubre una vez confirmada la posesión. No voy a juzgarlos. Ni me importa que anden muy lejos -las maneras de cada uno- de ese vórtice centrífugo que uno supone la justificación necesaria de las antologías. Basta que ambos hayan sido depositados en mis cofres para creerlos afines hasta en la caligrafía. Así los he reunido, para no perderlos, para saber luego a dónde acudir por los escuetos fragmentos que se me han encomendado. El acto de preservar siempre implica una concesión al afecto y en ocasiones establece nexos -desde los depósitos- entre las materias disímiles de nuestra heredad. Ahora mismo, yo siento un parentesco de tono en la coda de ambos poemas. Después de todo -no puedo negarlo- tengo latente una vena simétrica, aficionada al orden, que no desmiente mi genealogía y a mi madre le encantará confirmarlo mientras dejo, por esta vez, que me sacuda el polvo de los ojos.
A Maykel.
La ciudad de mis sueños
tiene más puentes,
edificios altos
y aviones.
No se nombra
igual que la mía.
Hay mucha gente
y a nadie conozco.
En mi ciudad,
vivimos juntos,
no estás tan lejos
y alguien duerme
pegado a mi espalda.
Los transeúntes,
se deleitan
con los colores de mi
paleta
en un soleado parque
cualquiera.
Hay más vegetación,
los perros no mueren
y mi mamá no canta
algunas canciones
que me recuerdan
mi soledad tapiada.
Aún vivo donde nací;
pero a la ciudad de mis
sueños
la acecha el mar
y al parque
lo bordea una casa
antigua
que abrió sus puertas
para acogernos.
Sagua, 2008.
(Tal como me lo entregó Maylé, una mañana de febrero en el Museo de la Música, en memoria del primer encuentro).
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8 comentarios:
Te confesaré mis pesquisas: he importado la foto, con la esperanza de recuperar algo del fondo con mis maravillosas herramientas; nada; desdichadamente, la fotografía está bien expuesta para el interior, con lo que lo que yo quisiera ver por las ventanas se quemó; está irrecuperable. Solamente unas manchitas que no hacen más que exacerbar mi interés. Con la lupa, he podido ver el anillo en el índice, y una franja blanca en el libro rojo, que mi imaginación supone será la numeración de una supuesta biblioteca. No he podido leer ni el título de un libro; no hay derecho.
Y todo esto te lo digo para que compruebes por ti mismo el interés que nos despiertan tus fotografías, lo que nos dejas entrever de tu vida. Ya has convertido Sagua en un lugar con el que soñamos; tu casa y tus columnas, el modo que tenemos de imaginarnos la casa de la calle Trocadero. ¡Queremos más!
Es que era mediodía, qué vas a ver afuera si el sol efectivamente lo incendiaba todo...
Para que seas resarcido por la sagaz imaginación que demuestras, sí te revelo que capté a Maylé efectivamente en una biblioteca. Es la vieja biblioteca municipal que ha tenido un destino muy tormentoso: desde un palacio ecléctico vino a dar a un extenso almacen en los bajos de un edifico con nombre vasco -Beriguistaín- donde nunca alcanza la luz y siempre hay que leer en la penumbra. Dista de parecerse a la biblioteca hexagonal de Borges aunque mi condescendencia me ha hecho suponer que las abundantes columnas del almacén -las que sostienen los pisos del edificio y se prolongan hasta el fondo con apariencia de bosque- le otorgan cierta vocación de infinitud.
Paciencia, ya verás que poco a poco vamos mostrándolo todo.
Abrazos.
Querido Viajero,
Te me revelas como Alquimista, de esos que saben hacer eternas ciertas cosas porque llevan dentro la eternidad misma. Maylé se me revela como otra alma muy antigua, dicen mis maestros que es a través de los ojos que nos asomamos, ( almas que somos) hacia el mundo, y es a través de ciertos gestos ( la manera en que la mano descansa) o la palabra misma (...una casa antigua que abrió sus puertas para acogernos), que nos manifestamos en este templo cabellos y pieles.
El sol de Cuba es bueno para la Alquimia y hace hervir la sangre, (por eso la tierra es a veces roja) El sol de exterior difumina los rasgos, mientras que el del interior, los define.
Mi padre vendió ¿regaló? su Biblioteca luego del accidente que tuvo, y nunca más se permitió tener libros en casa, (salvo los viajeros, amigos prestados que vienen y van). El olor de los papeles viejos me acompañó desde entonces y desde antes, y ese mismo caos de tesoros escrito sobre árboles que mueren como árboles para transformarse en algo más sutil y vivo, me perseguirá siempre. Cada vez menos papeles me acompañan, el pez, en una hoguera que hizo en medio del Bosque, hizo morir mis primeros escritos, mis "tetrástofos monorrimos" como los bautizó. Desde entonces, y en cada ciclo, algo en mí se quema, se marcha, se pierde.. y es cuando viene a morir la libélula de mis insomnios, los árboles y las poetisas antiguas.
Pero esta vez fue distinto viajero, esta vez no hubo hoguera ni estrépito de alas, ni pasado que se olvida, y como sello perfecto de estos tiempos, encontré, dentro de un libro ( los pocos que quedaron de una Biblioteca posterior, la de mi casa de la Calle Neptuno) un manuscrito de aquellos tiempos.
Creo que fue tu alquimia, o el murmullo de Maylé, o el polvo de tus ojos que tu madre ha sacudido, suavemente, pero ha sido bello ese segundo que me ha transportado a mi infancia, al niño aquel que inventaba historias para dormirse mientras los ciclones intentaban hacer nido en mi cama.
Una vez más tienes razón, se hace imprescindible para el viajero el grano de sal en la leche de las mañanas, lo mismo que el gris del Almendares con tu verde, y una cucharada del pasado a quien intenta que su vida nazca con el sol y muera con la luna de un mismo día.
Gracias....
P.d Aún espero me susurres sobre el tema de tu consulta a mis arcanos....
Me he quedado muda al llegar a este espacio insular. Olor a libros, olor a polvo y a desorden (este último es un olor que conozco muy bien), a ciudad vieja, a nostalgia, si es que se puede tener nostalgia de lo que nunca se ha visto. Todo eso he sentido. Un abrazo muy fuerte. Volveré.
Mi Astrolabio,
con respecto a los arcanos y las preguntas que es menester hacer para recibir una respuesta, te confieso que me he quedado de pronto imperturbable, sin saber qué preguntar. No estoy seguro si es que debo preguntar tanto que ya no sé como jerarquizar mis preguntas, o es que he alcanzado el límite en el que ya nada impone su ansiedad, ni siquiera el futuro o el pasado. ¿Será la ataraxia de los estoicos? No lo sé. Pero sí confieso que ya no tengo dudas y que me basta saberte cerca para experimentar la cercanía, el vínculo expedido con los astros...
El manuscrito que mencionas, ¿es la Carta al Ictiángel?
Hubiera querido conocerlo, es que tu paje me parece tan lacónico, a veces críptico...
Isabel Romana, gracias por esta súbita aparición, por esa nostalgia... Agradezco mucho que hayas venido a pasearte mayestática por estas sombras que ocultan otra ciudad neoclásica. Un abrazo para ti. Espero verte.
Querido Viajero, estoy en tiempos de Tormenta, una muy fuerte, poderosa.. cuando pase, construiré con los arcanos las respuestas a las preguntas que no necesitas.
Te extraño
Asrolabio
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