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Grand Hotel Sagua. Aquí se hospedó Lorca, en la habitación 320, tercer piso.
Estoy obligado a poner el último punto al itinerario de Lorca en la Villa del Undoso, provisionalmente al menos. Para internarse en el pasado con fortuna hay que confiar más que en el azar o en los predecesores; es necesario encontrar la puerta y las llaves para abrirla de una vez. Cuando escribía mi introducción a la visita de Federico García Lorca a esta ciudad suponía dicho casi todo y atribuía el sentido de mi misión a comunicarlo. Luego descubrí que estaba equivocado.
Los cronistas más conocidos de la estancia del poeta en Cuba son los historiadores –y curiosamente también periodistas- Nydia Sarabia y Ciro Bianchi Ross. Ambos dedican sendos capítulos de sus libros al paso de Lorca por Sagua, con la información elemental: dónde durmió y comió, a quiénes frecuentó, cuándo impartió la conferencia "Mecánica de la poesía", etc. Los sagüeros, más privilegiados sin duda que los santiagueros, poseemos también el pequeño testimonio de Gayol Fernández, publicado en Bohemia, una crónica emotiva pero demasiado escueta para saciarnos. Hasta aquí lo que está a la vista de todos. Ahora sé que soterrado hay mucho más, el verdadero secreto de los días sagüeros de Lorca que –como corresponde a los legítimos misterios- sólo puede reconstruirse con especulaciones.
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Vestíbulo del Grand Hotel.
Esta lámpara iluminó las noches sagüeras de Lorca.
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Escaleras del Grand Hotel. Tercer piso.
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En esta ruta mía hacia 1930 di con
Luis Machado Ordetx, -otro periodista- que se ha ocupado ampliamente del itinerario de Lorca por Las Villas. Luis Machado, amigo generoso con sus descubrimientos, -como corresponde a un investigador de veras honesto- me envió el capítulo dedicado a Sagua en su inédito “Fervientes corceles”. Aquí descubrí otras circunstancias muy singulares sobre la predilección de Lorca por la primera ciudad cubana que insistiera en convidarlo; entendí por qué los sagüeros no se separaron luego del poeta en su tránsito por Las Villas; imaginé, con el consentimiento del autor y sus comentarios al margen, las razones ocultas de la afiebrada estancia de Federico entre nosotros. Luis me confirmaría lo que ya empezaba a vislumbrar yo mismo: “Sagua es un misterio”. Los periódicos locales que se referían a los pormenores de la visita han desaparecido de los archivos. Las decenas de fotos que hiciera Stinglietz -fotógrafo de la sociedad sagüera- a Lorca son inhallables. Hay quién dijo haber visto el extenso fotorreportaje publicado por “La Voz de Sagua la Grande”, pero nadie sabe donde pueda estar hoy mismo. El semanario de Carnicer Torres, “El Temporal”, tampoco puede leerse ni siquiera en archivos privados. Sagua es el misterio. En Caibarién, Cienfuegos y Santa Clara, Luis Machado Ordetx halló abundantes indicios en la prensa. De Caibarién se conserva una foto de Lorca con el grumete del Yacht Club. Sagua sigue siendo el misterio. Y como una parte esencial de ese misterio parece residir en la persona de Arturo Carnicer Torres, he decidido transcribir sin omitir palabra –como insistía Emilio Roig de Leuchsenring en su comentario de Carteles a este mismo texto- “El epicentro psicógeno…”, que suscitó polémicas y opiniones antagónicas entre los intelectuales cubanos de entonces después de la entusiástica aprobación de Federico García Lorca. Helo aquí.
El epicentro psicógeno y la euforia en la rítmica lorquiana
Por A. Carnicer Torres
garcía lorca –poeta ipotrocasmo- el que ha dado un epónimo a la nueva ritma literaria, nos ha visitado no ha muchas horas, y desde el tríptico escenaril –del italiano caserón “principal”- nos dio toda la euforia de su ritmo.
su principal centro, gira en su alma, en su psiquis, preparada –véase por qué vórtice plasmático- en una clarividencia poseedora, de la nueva fase, que nos ha inoculado en su peroración literaria, la que apartándose de las medias tintas nos ha bañado de lleno en el anate substancial…
garcía lorca se revela contra el epítrope; extirpando de plano, y no admitiendo como árbitros, la introducción de ideas medievales, restadoras de fuerza a la euforia del verso preponderante que es la atención de hoy.
él –federico garcía lorca- en su romancero gitano y en sus estilísticas producciones desde occidente, ya nos indicaba la ruta como Maquiavelo que anunciaba una gran tempestad en las letras –y así yo- embebido en su nueva mecánica, le oí, le escuché encontrando en su vasto campo explicativo no a las simples luciérnagas de luces fluctitivas, sino lampos ecletantes, prepotentes focos lumínicos, cuyas proyecciones han dejado a algunos (que se precian de intelectuales) en miopía tiniebliscas.
todo lo que gravita en una técnica nueva (como no es comprensible) se adapta a la sustracción de fuerza y de calor –por consecuencia- como fenómeno físico, restándole todo esto a un cuerpo viene la inanición.
pero aquí no vendrá; pues ya todo el que lee, y escudriña, y se ha querido quitar las “escamas” de la retrogradación, con las obras surgidas por un osvaldo spengler, por un ofauder, mejerson, jean steig y otros, y los mismos de lorca tiene que convenir en que ya los versos de cadencias han pasado a las concupiscencias de la historia.
garcía lorca en la tribuna, en sus obras, ha probado ser un poeta factista –de hecho- y por añadidura eidecosustancioso- él se traspone en el magicismo dadaísta; en su mecánica él se va más allá de la literatura –la nada- garcía lorca –como josé maría carretero- en sus fenomenologías hace razonamientos intencionales; es un dialéctico y metafísico analista, está contra los paranoicos, contra esos apasionados oníricos visionarios soñadores de todas las épocas.
fui a oír en tribunicio cerco a garcía lorca, porque interpretando la vigencia de su módulo, sabía que no iba a encontrarme melismos de decadencia cansona, sino la puridad, con una fobia literaria no echada en campo desmombero, llevaba toda enfática etimología de la palabra no sobada.
en el asta de las nuevas orientaciones de letra flamea el pendón verdoso de la esperanza, y en la clepsidra del templo está ahora que los mocetones, los surgidores, limpien el cerebro de toda paranoia y digan a los vegetarianos: “aquí estamos con todo nuestro litargirio”.
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Teatro Principal -"el tríptico escenaril del italiano caserón".
Aquí ofreció Lorca su conferencia el domingo 23 de marzo de 1930.