Toda la mañana he buscado el Diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes. Parece haberse perdido ahora también para mí.
El cuaderno fue una especie de trofeo de guerra. Céspedes lo llevaba consigo al momento de morir. Propietarios sucesivos lo mantuvieron a la sombra hasta que Eusebio Leal obtuvo los folios y los dio a conocer.
La tragedia política de la primera guerra de independencia está consignada ahí. La amargura del presidente asediado y depuesto se descarga sobre Salvador Cisneros Betancourt, que aparece vulgar y libidinoso, aunque marqués. Un insulto peor dedica a Juan Bautista Spottorno. Después de observar que se trata un sujeto de maneras algo raras, dueño de un timbre demasiado agudo, Céspedes, refiriéndose a algún agravio recibido, ironiza: ¡Dios te lo pague, maricón!
Sé muy poco de Spottorno. Era de Trinidad y fue uno de los miembros más influyentes de la Cámara. ¿Ocupó alguno de los ministerios llamados entonces secretarías? En Lagunas de Varona lo nombraron Presidente de la República en Armas, acaso por dúctil. Regía Vicente García, que no vacilaba en rebelarse contra cualquier gobierno decidido a gobernar.
Del incidente deduzco que es bastante antigua entre nosotros la costumbre de disimular la homofobia –callarla para que su causa parezca también inexistente- y luego, ante un disgusto de cualquier índole, echarla de súbito a la cara del otro.
En vano he rastreado algún desliz homofóbico en la obra de José Martí. Solo echo de menos que no dejara margen, en el obituario dedicado a Julián del Casal, para que al menos algunos hombres también lloraran al poeta ostensiblemente homosexual. Cuando dice las mujeres lo lloran parece que nadie más tiene derecho a llorarlo. Admito que es una interpretación sutil. Muchos años antes Martí se definió a sí mismo en un poema como desventurado con alma de mujer varón formado. Esta dualidad, que alude a su delicadeza, quizás le permitió entender.
Tengo la “rara” suerte de poseer un ejemplar del diario, Ediciones Boloña(1998) aunque te confieso no haber leído ni la primera pagina, sospecho de esa edición” Comentada y corregida” no sé por qué.
ResponderEliminarInteresante tu entrada de hoy.
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ResponderEliminarDebes leerlo. Está probado que solemos manejar criterios falsicados y edulcorados sobre la época y sus protagonistas. El exabrupto de Céspedes que consigno es apenas una perla.
ResponderEliminarSi por un lado Martí dice en su texto sobre Whitman que el poeta norteamericano "es de todas las castas, credos y profesiones, y en todas encuentra justicia y poesía", en el párrafo siguiente arremete contra los que han querido ver una homosexualidad latente en algunos textos de Whitman, por lo que parece que Martí no ubica la hosexualidad ni como casta, credo, u otra cosa que pueda representar el poeta; el homosexual queda fuera de ese cosmos que representa Whitman con su verso, según la interpretación martiana: "imbéciles ha habido que cuando celebra en Calamus, con las imágenes más ardientes de la lengua humana, el amor de los amigos, creyeron ver, con remilgos de colegial impúdico, el retorno a aquellas viles ansias de Virgilio por Cebetes y de Horacio por Giges y Licisco."
ResponderEliminarHace referencias a la hosexualidad Martí a través del término "retorno", vuelta atrás, mirada a un pasado superado, pero lo que es peor, llama a los deseos homosexuales "viles ansias", no se atreve a enunciarlo directamente, no escribe ningún término directo, la referencia es tangencial a través de estos vocablos peyorativos y por medio de las figuras de Virgilio y Horacio, dos poetas latinos a los que leyó y de los que aprendió no poco en materia literaria.
A lo que llama Martí "viles ansias", Virgilio lo llamó "amor" desde el primer verso de la Égloga II: "El pasto Corydon ardía de amor por el hermoso Alexis".
En las líneas siguientes del texto martiano, para contradecir la supuesta inclinación de Whitman y la supuesta referancia a la homosexualidad que él destierra, Martí alude a su deseo por las mujeres citando algunos versos, haciendo énfasis en la virilidad ciclópea de sus estrofas y de su verbo, oponiéndolo a lo que creían aquellos a los que llama "imbéciles" o "colegiales impúdicos". Parece que Martí asume "homosexualismo" solo relacionado con debilidad, amaneramiento, delicadeza, algo que es parte de la norma de pensamiento de su época, que desgraciadamente perdura, y que también es evidente en su texto Vindicación a Cuba. En esa defensa a los cubanos, por oposición también hay vestigios de homofobia, lo cual creo que debe verse dentro del contexto histórico que vivió. A veces pedimos a Martí más de lo que podía dar, aunque dio mucho. Dio más para su tiempo y para el nuestro de lo que hoy algunos pueden brindar
Esto solo evidencia, una vez más, que Martí era un hombre de su tiempo, y que muchas veces, en materia de pensamiento patriarcal y de roles sexuales y sociales, se ve lastrado por la época en que vivió. Sus ideas sobre la mujer, lo femenino y la virilidad dejan mucho que desear a lo largo de toda su obra y da lugar a textos tan contradictorios como "A los niños que lean la edad de oro", donde el genérico "niño" y "niño" masculino se confunden y extravían el significado y el sentido, además de dejar las historias de batallas para los niños y el tejido y los asuntos domésticos para las niñas.
En fin, hay tela. La verdad es que de todo esto poco llegó a entender.
Yoandy, enhorabuena. Recordaba vagamente el artículo dedicado a Whitman y pasé por alto esos vestigios. Tienes razón: solemos pedirle demasiado. Un amigo mío piensa, incluso, que sobrevaloramos a Martí.
ResponderEliminarDespués de Virgilio el concepto sufrió una degradación ética y semántica: del amor virgiliano a las viles ansias martianas.
Me gustaría que siguiéramos rastreando manifestaciones de esta índole. Quizás sea provechoso -y recuerdo cierto pasaje de Vindicación de Cuba- asumir que la homofobia, si no fue constitutiva de la nación, al menos figuró acechante, presta a mostrar la garra, en algunos discursos fundacionales.
Gracias por mostrarme cómo Martí no le hizo toda la justicia a Whitman, aunque nos hayan hecho creer lo contrario.
Un abrazo.
Martí no le hizo toda la justicia a Whitman precisamente -y de algún modo- porque Whitman nunca se la hizo él mismo. Whitman no fue nunca un hombre diáfano, de una vida expuesta. Como todos los grandes escritores del XIX, sobre todo en la sociedad americana, tuvo que ocultar su vida íntima. Hay que entender las circunstancias individuales y sociales que hacían por ejemplo que el amor de Wilde (lujurioso y exuberante) se viviera en la sombra de Londres, que Melville enmascarara sus temas y personajes, que James se dedicara a predicar discursos de moralidad y luego escribiera cartas de amor en estricto privado, que Byron coqueteara con la más exquisita ambigüedad y que todo cuanto se decía de los grandes autores americanos tuviera que ser reducido a la oscuridad de las estancias. Whitman era un inmenso desconocido al que muchos defendían desde la ignorancia. Su discurso de un yo plural tenía una gran dosis de religiosidad, y desde siempre la religiosidad (sea cual fuere) no da cabida al impulso homoerótico, al menos no de una forma abierta. Whitman era políticamente tibio, creía en la democracia y se arriesgó a hablar de ella en un tratado con tintes claramente políticos. Pero no hay que perder de vista que jamás fue un activista y ni siquiera militó en ningún partido. Se apuntaba a los carros de moda de la época (incluso a la frenología popular), a todo lo que suscitara desarrollo científico en plena revolución industrial del XIX, y admiraba el progreso de la humanidad. Alabando esos detalles, hubo quienes -como Martí- defendieron una poesía del progreso, un discurso sobre la necesidad de unión en tiempos difíciles (siempre son y han sido difíciles para los que lo viven y vivieron). Reducir la poesía de Whitman al homoerotismo la empobrece sobremanera. En una carta de Dickinson a Higginson, esta menciona que nunca ha leído la poesía de Whitman pero que le han dicho que es escandalosa o indecente, ahora no recuerdo bien la palabra exacta que usó. Y eso lo dice una ermitaña puritana, encerrada en su casa, a mediados de los años 60, en un pueblito perdido en la naturaleza de New England. Imagínense qué podría decirse en los círculos más concurridos de las grandes ciudades.
ResponderEliminar(sigue)
Whitman acabó sus días en Camden, al lado de Philadelphia, cruzando apenas el Delaware. Un pueblo que transpira cierta nostalgia y que nunca fue un lugar muy seguro. Hasta allí, especie de confinamiento, llegaban los amigos, lejos del mundanal ruido de la ciudad por excelencia de la nación americana. Hasta allí llegó Wilde a visitarlo cuando ya el americano estaba paralítico, y la leyenda urbana dice que el irlandés lo besó en los labios. Allí vivía acompañado de sus enfermeros y sus amigos íntimos. Sin embargo, nada de lo que plasma en su literatura fue realmente vivido: ni fue promiscuo, ni bebió nunca alcohol (como tanto hablaba de emborracharse con el vino en sus textos), ni visitó la geografía americana que tanto narra, porque apenas fue poco más allá de New Jersey. Esto es importante tenerlo en cuenta a la hora de evaluar la forma en que fue recibido en su tiempo, donde se confundían las identidades del sujeto del texto con las del sujeto real/autor, la biografía con la ficción, algo que trajo bastantes dolores de cabeza a novelistas y poetas arriesgados.
ResponderEliminarSobre Martí, lo primero que habría que rastrear en sus textos es su sinceridad. ¿Hasta qué punto Martí dice lo que piensa y lo que cree, o hasta qué punto cede o se autocensura? El texto de Martí sobre Whitman es extremadamente valiente, fue el primero que escribiese un hispanohablante sobre la labor del americano, que por aquellos años era motivo de una enorme polémica en los Estados. Sin Martí, la recepción de Whitman no habría sido igual. Y por otra parte, también suele olvidarse con frecuencia el público al que escribía Martí, que no eran más que familias católicas mexicanas, extremadamente conservadoras, a las que ni siquiera podía nombrar el amor entre hombres (o entre mujeres) por su verdadero nombre y tiene que utilizar eufemismos o perífrasis. Otra cosa es que Martí fuera homófobo, pero como casi todos los autores de la época, como casi todas las personas de entonces incluyendo muchos homosexuales, no creo que despreciaran a los individuos sino al acto en sí. Es típico del discurso religioso incluso hoy, de la doble moral de la Iglesia. Si alguna vez llegan a leer un texto de Úrsula Céspedes de Escanaverino, de los años 60 del siglo XIX, un poemita donde le da consejos a una señorita, podrán ver de boca de una mujer instruida lo que antes se consideraba como actitud de marica y de marimacho. Es un texto curioso.
Martí no solo está sobrevalorado, sino que está demasiado manido, tergiversado, extrapolado y endiosado. Fue una mente genial, pero con miles de limitaciones, y parece que continuamente le tenemos que deber la Nación. Me niego a pensar que el concepto de una nación, en este caso Cuba, quepa en un solo individuo. Me parece un poeta extraordinario (sobre todo porque escribió a la sombra y sin ejercer influencia sobre sus contemporáneos como hoy se intenta hacer ver -influencia prácticamente nula hasta después de muerto, pues él mismo no se consideraba poeta ni publicaba en grandes tiradas o con gran repercusión crítica). Es un mal novelista, un dramaturgo novato, un excelente orador, un magnífico cronista y un crítico impresionista y verborreico la mayor de las veces. Su pensamiento político partía de su vocación periodística. Fue una persona con una capacidad envidiable de análisis, y al mismo tiempo un extremista en muchas de sus posiciones, vitales e ideológicas. Sin duda es una figura única en la historia y la literatura cubana, pero creo que cometemos un error llevando a misa su ideario... sobre todo porque las misas son tan variopintas como nuestros caracteres y credos.
(sigue)
Y volviendo al inicio, nadie le hizo toda justicia a Whitman, tampoco porque nadie (desde un punto de vista canónico) en el siglo XIX vio ni pudo reconocer el trasfondo homoerótico tan fuerte de la poesía whitmaniana; pocos conocieron sus intimidades a fondo, y los que lo hicieron callaron por puro interés. Eso sigue ocurriendo hoy. Precisamente por esa oscura nube que se posaba sobre la obra de Whitman fue que tuvo tanto éxito poco después el discurso nacionalista de Frost, y tanto crédito se le negó al de Camden. De haber Martí pasado por alto ese punto (el homoerotismo) o de haber justificado medianamente ese punto de vista, el artículo nunca se habría publicado (¡bajo seudónimo, no lo olvidemos!) y hoy no lo conoceríamos. Seamos justos hasta donde se pueda ser justos, y no actuemos con ventajismos inútiles, que es muy fácil leer el XIX desde el XXI. Martí habrá podido ser machista, homófobo, extremista, pero aquellos no fueron tiempos de lo políticamente correcto: la homosexualidad era considerada una enfermedad y una aberración social y religiosa. Martí fue masón, si alguna vez conocen a algún masón de estos tiempos tan avanzados, tengan el gesto de preguntarles qué creen al respecto de los temas que ustedes plantean, e intenten no llevarse las manos a la cabeza.
ResponderEliminarY que conste que no entro a defender a nadie, pero me parece que ciertas interpretaciones se hacen tras perder de vista algunas cuestiones que deben manejarse y contextualizarse. Una de ellas, la propia biografía y la recepción de Whitman como autor y como sujeto real en los Estados Unidos del siglo XIX.
Saludos a ambos.