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Frente a un mar interior,
y deseándole que haga reflotar
los pecios hundidos en mí
durante el retroceso –el atrás involuntario-
hacia la calma del mar de Moebius,
adonde quise fijarme tenaz
como un risco; pero es paisaje suave
–no hay rocas- y quien declina
la única planicie de una cinta
sigue el hilo de su caída infinita.
Quien crea exiguo el reino de Moebius
no decaerá –será confundido por sus filigranas-
delante de este mar que le acompaña
como la sinfonía más apacible de Mahler.
Recuerdo la falsa piedra
-una senda para nadie- y las habitaciones
que agita el terral.
Era sombrío nuestro retrato.
Aparecemos impresos sobre la humedad
que nos caló como la marea
inversa de un mar interior.
Muy buena!
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