miércoles, 22 de diciembre de 2010

Autorretrato con eclipse

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Miré las aguas oscuras de la taza:
un secreto humeante se resiste,
irresoluto como los brazos cruzados sobre el pecho.

Me enciendo con un rubor ajeno.
Excluido de mí,
el rojo infame va cubriéndome.

Han dispuesto una escala pesadísima
-otro palmo falta para arrimarte-,
descolorida como cualquier descenso.

Supongo que mi pecho -deshecha la cruz vacilante-
sea un buen sitio para encender un hogar
de briznas vivas y asomarte a la luna
que sobrevuela con su hechura deforme.

En el té se levanta un oleaje oscuro
que me empuja hasta la inanidad.

Te adjudico un letrero arcaizante:
La belle Angèle.

Como la dama horrible del cuadro de Gauguin
cíñete la cofia de contender y embísteme con la sombra.

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Foto: Eclipse, desde el pasillo. 21 de diciembre de 2010.

2 comentarios:

  1. Los eclipses siempre me inquietan, pero me atraen mucho.

    Saludos y un abrazo.

    P.S.: si me escribes a mi correo con una dirección tuya, te mandaré aquello que me pediste, como un si de un regalo se tratase.

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  2. Tan inquietante que no pude evitar exponerme casi toda la noche.

    Ahora mismo iré por el regalo.

    Eres generoso.

    Un abrazo grande.

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