Alguien cambió la cancioncita republicana que deplora la ausencia de Martí. ¿Quién? Donde nos faltaba se supone que le tenemos; donde decía que “no debió de morir” se afirma que “vuelve a vivir”. Pese a tal reescritura antónima, la gente común la considera una tonada sediciosa.
La canción, de origen al parecer ignoto, es atribuida por algunas fuentes al trovador Alberto Villalón. La versión que he escuchado, interpretada por la remota –y desconocida para mí- Lalita Salazar, comienza con una alusión al Himno de Bayamo. Su cubanidad rítmica y plañidera me ha conmovido. Sobre ingenuidades menos emotivas se erigió nuestra nacionalidad. Las palmas, por ejemplo, que no vio Heredia en los riscos del Niágara. Y a mí me gustan los parques con palmas.
Nadie que no sea cubano entendería por qué hemos deplorado obsesivamente durante los últimos ciento quince años la orfandad que nos impuso la muerte anticipada de Martí.
La utopía martiana se halla tan difundida en nuestro imaginario que retorna en cada crisis, en cada delirio; vuelve con la marea de las frustraciones y se muestra siempre como la única panacea para la desdicha de Cuba.
Oyendo a Lalita Salazar, recordé otra vez el discurso de Jorge Mañach en el Salón de los Pasos Perdidos: en medio de tanto extravío, Martí es el gran ausente. Pero su ausencia será siempre paradójica; diríase que es el ausente más recordado, el más invocado de los idos.
José Cemí, alter ego de Lezama en “Paradiso”, tropezó en el laberinto de las criaturas habaneras con un guajiro borracho que se tambaleaba de felicidad mientras decía: “estoy como lo soñó Martí”.
Ay –digo también, al ritmo gozoso de esta pequeña elegía-, él se apagó.
¿Para qué decir que le tenemos? ¿No fue él quién quiso “hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien”?
Con mi arraigada afición elegíaca, y la ingenuidad de los que se consideran destinatarios de las cartas a María Mantilla, donde se dice que “amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto”, sigo repitiendo la cancioncita republicana de su ausencia:
Aquí falta, señores, una voz: (bis)
ese sinsonte cubano, ese mártir hermano
que Martí se llamó.
-
(bis)
-
Pero falta el clarín de mi Cuba,
pero falta su voz.
Él se apagó.
-
Martí no debió de morir,
ay, de morir. (bis)
-
Si fuera el maestro del día, otro gallo cantaría,
la patria se salvaría y Cuba sería feliz. (bis)
-
_______
Foto: Martí de Caibarién, Paseo Martí, 30 de julio de 2007
Clave a Martí, versión libre de las Hermanas Márquez
La canción, de origen al parecer ignoto, es atribuida por algunas fuentes al trovador Alberto Villalón. La versión que he escuchado, interpretada por la remota –y desconocida para mí- Lalita Salazar, comienza con una alusión al Himno de Bayamo. Su cubanidad rítmica y plañidera me ha conmovido. Sobre ingenuidades menos emotivas se erigió nuestra nacionalidad. Las palmas, por ejemplo, que no vio Heredia en los riscos del Niágara. Y a mí me gustan los parques con palmas.
Nadie que no sea cubano entendería por qué hemos deplorado obsesivamente durante los últimos ciento quince años la orfandad que nos impuso la muerte anticipada de Martí.
La utopía martiana se halla tan difundida en nuestro imaginario que retorna en cada crisis, en cada delirio; vuelve con la marea de las frustraciones y se muestra siempre como la única panacea para la desdicha de Cuba.
Oyendo a Lalita Salazar, recordé otra vez el discurso de Jorge Mañach en el Salón de los Pasos Perdidos: en medio de tanto extravío, Martí es el gran ausente. Pero su ausencia será siempre paradójica; diríase que es el ausente más recordado, el más invocado de los idos.
José Cemí, alter ego de Lezama en “Paradiso”, tropezó en el laberinto de las criaturas habaneras con un guajiro borracho que se tambaleaba de felicidad mientras decía: “estoy como lo soñó Martí”.
Ay –digo también, al ritmo gozoso de esta pequeña elegía-, él se apagó.
¿Para qué decir que le tenemos? ¿No fue él quién quiso “hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien”?
Con mi arraigada afición elegíaca, y la ingenuidad de los que se consideran destinatarios de las cartas a María Mantilla, donde se dice que “amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto”, sigo repitiendo la cancioncita republicana de su ausencia:
Aquí falta, señores, una voz: (bis)
ese sinsonte cubano, ese mártir hermano
que Martí se llamó.
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(bis)
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Pero falta el clarín de mi Cuba,
pero falta su voz.
Él se apagó.
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Martí no debió de morir,
ay, de morir. (bis)
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Si fuera el maestro del día, otro gallo cantaría,
la patria se salvaría y Cuba sería feliz. (bis)
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Foto: Martí de Caibarién, Paseo Martí, 30 de julio de 2007
Clave a Martí, versión libre de las Hermanas Márquez
También Buena Fé asegura que otro gallo cantaría...
ResponderEliminarA veces pienso que es mejor que Martí no nos vea. Un abrazo
¡Yolanda!
ResponderEliminarNo recuerdo la canción de Buena Fe que citas. "Otro gallo cantaría" no será poético pero sí cubanísimo.
De esta "Clave a Martí", me sorprendió, al escuchar a Lalita Salazar, que existan dos versiones antagónicas. como si todos quisieran reivindicar la canción para sí.
La versión de las hermanas Márquez es todavía más tendenciosa.
El peor destino de Martí: servir de pendón en batallas que nos dividen.
Un abrazo.
"...huellas que provocan la porfía, que otro gallo cantaría, si Manzana
ResponderEliminarEchavarría, cambia el curso de Batista..." es una canción dedicada a la Universidad, que si mal no recuerdo fue tema de un congreso de la FEU
No se me ocurre qué hubiera pasado si el Directorio Revolucionario consigue liquidar a Batista en 1957...
ResponderEliminar¿Otro gallo cantaría?
Probablemente sí.
Hola, encontré tu blog gracias al de paquito. Me gusta mucho y voy a seguirte. Suerte!!!
ResponderEliminarGracias, Alterius.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sé si eras muy joven para haberlo vivido, pero en mis tiempos de pionero, nos enseñaron la "Clave a Martí" en la asignatura Educación Musical, con los "profesores invisibles". Al poco de habernos difundido la famosa tonada, se hizo popular también como la cabecera de Radio Martí y misteriosamente desapareció de nuestro plan de estudios, al punto de que ni la podíamos tararear siquiera. Casos y cosas de casa.
ResponderEliminarLeo un poco tarde tu post, precisamente buscando info sobre la Clave de Marti , aqui te dejo este enlace http://www.cubarte.cult.cu/periodico/resenas/sobre-la-%E2%80%9Cclave-a-marti%E2%80%9D/15048.html
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