miércoles, 18 de marzo de 2009

La aldea

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Aunque próxima a la costa, no tiene el halo fragante de las ciudades marítimas; un trecho tierra adentro, tampoco es absolutamente mediterránea: un río le atraviesa el centro, un irse de aguas. ¿Adónde? ¿Cómo puede ser éste el río de Heráclito si nos quedamos siempre?

La aldea es un enclave irreal donde el ocio excita la mala fe, cada hombre atraviesa el vidrio de un prisma y se parte en siete rayos distintos; un sitio donde los árboles no abrigan y las ruedas crujen por la ausencia de buen aderezo en los caminos.

Salvo cuatro años ya remotos en Santa Clara y algunos días dispersos que he transitado por otras ciudades, siempre volveré a pensar en la aldea, al pie de las columnas, el cuerpo sobre el mismo sillón, la cabeza calentando la mano fría que sumerjo a ratos en las aguas verdes.

Un año aquí es igual al siglo breve de las calabazas. Un ahogado anda lo mismo que cualquier hombre viviente destinado al retorno mental; cada vez, el animal inveterado vuelve.
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2 comentarios:

  1. Hola Maykel
    ¡Hola Cuba!

    Al amanecer, antes de salir de casa, leo un cuento. Luego, dentro de una botella bien tapada lo lanzo al mar y así dejo un rastro para poder regresar. Preparo entonces un morralito y me voy de paseo por la red en busca de contadores de cuentos, letras nuevas, fabuladores, nuevos amigos, para aprender y compartir.
    Esta semana la estoy dedicando a leer escritoras contadoras de cuentos y me he encontrado cosas maravillosas que deseo compartir. Te invito para que pases por mi Casa, espero que lo que estoy leyendo te guste tanto como a mí.
    Saludos desde Mérida-Venezuela.
    Jabier.

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  2. Te visito.
    (Ahora mismo).
    Un abrazo desde la Isla.

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