Sobre La Albina, misteriosa cortesana que debe sobrevivir todavía en algún refugio incógnito de Sagua la Grande, fue la primera referencia conseguida en mi empeño de biografiar a María Camión. Hasta me señalaron la probable ubicación de esta dama, ya anciana, en la acera este de la antigua calle de la Merced entre Misericordia y Jesús, piadosos apelativos que correspondieron en tiempos coloniales a las actuales vías de Máximo Gómez, Marta Abreu y Enrique José Varona, un general, una benefactora y un filósofo; así de veleidosos son los apelativos, corroídos cada vez por el tiempo. Dígalo María Camión, a quien muy pocos recuerdan en la fecha por otro nombre que no fuese su alias de guerra. Tal vez La Albina sepa cómo prefería que le dijeran en privado, cómo gustaba de presentarse, lejos de la vida pública, ante sus novatas pupilas. No me detendré hasta averiguarlo.
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Manolo Borges, septuagenario algo fisgón que tiene su propio parque vespertino para urdir ciertas crónicas -el viejo socarrón- sobre el pasado de la ciudad, me remitió a la cortesana sobreviviente con una malévola bocanada: Ah, la Camione! Yo conozco a la que fue su rival y sucesora: Albina le decían. Según él, esta digna mujer -conste que no lo digo con ironía- solía ser una de las más elegantes de su tiempo, no sin algún esnobismo en la indumentaria y en las maneras. Se paseaba en un coche tirado por caballos, a la señorial usanza de la Villa del Undoso; jamás se le vio a pie. Fue una mujer de donaire tan renombrado, que aún debe conservar el encanto, a pesar de la revancha de los años; yo sé que la encontraré. Dar con ella equivaldría a resucitar, de primera mano, la estampa de nuestra María.
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¿Perteneció esta Albina a la casa de María Camión? ¿Qué vínculo las unió? ¿Fue su díscipula, colaboradora, socia, amiga o émula inconciliable? Todo esto me propongo averiguar. Mientras tanto, sí he alcanzado a conocer a algunos hombres que aceptan haber frecuentado, cincuenta años atrás, la mansión solariega de los ex gobernadores de Sagua, donde asentaba su dominio María Camión a mediados del siglo XX, en el ocaso de su carrera.
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María fue una mujer muy decente -así me han dicho; en mi asombro por el calificativo convencional, asentí a la elogiosa evocación de mi interlocutor-, siempre de buen humor, comprensiva. Era una mulata corpulenta, -oh, sorpresa; tampoco esperaba esto-, bien erguida para sus años. Dirigía la casa, que era bar y asilo de sus muchachas, asistida por un hijo suyo. María -el antiguo cliente parecía regocijarse en este punto del relato- nunca se negó a seguirnos en cualquier ocurrencia y siempre estaba dispuesta a organizar cenas y francachelas. Que Dios guarde su memoria -concluyó.
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Mi sencillo testimoniante, que sin duda fue cliente de bolsillos rotos, no conoce la pequeña gloria literaria que ha merecido en la posteridad el nombre de María Camión.
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Enrique Núñez Rodríguez (Quemado de Güines, 1923-La Habana, 2002), famoso autor de memorias, recuerda cómo los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza de Sagua la Grande, para alardear de refinados y encubrir la asiduidad al burdel, inventaron otro alias para la añeja matrona: le decían Mary Truck, truco tan ingenioso al menos como la clave de los choferes de alquiler, voceada cada domingo en el parque de Quemado: !A guasa a garsín! Invertidas las sílabas de cada palabra, deshecho el criptograma, puede leerse una imperiosa invitación al célebre chateau de madame Camión.
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Cuenta Enrique que los quemadenses tenían atroz envidia a los sagüeros por las razones más disímiles: porque Sagua era partido judicial y ellos apenas fueron siempre término municipal; porque el cauce del río Manacal podía medirse "con latas", y en Quemado había sólo una prostituta y un poeta mediocre que rimaba "Quemado" con "melado", mientras que Sagua, altiva metrópoli, contaba con el burdel de María Camión, el célebre cauce del Undoso, al que habían cantado -al río, no al bayú, se cuida de aclarar el escritor- literatos de tanto fuste como Plácido y Jorge Mañach.
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Mientras releo a este divertido cronista, evoco a la Mary Truck de principios de los cuarenta, que no fue la juerguista empedernida que uno tiende a imaginar en la vertiginosa crónica; más bien ensimismada y sumamente cortés debió comportarse -"mujer decente"-, hecha al estoicismo prudente que los años instauran en la gente juiciosa. A la larga, he sacado en limpio de la conversación de mis testimoniantes, fue superada la popularidad de aquel establecimiento por la lozanía de Bohemia, una rubia suculenta del mismo vecindario, soez y convidante con sus pechos bovinos, a la caza de clientes en el portal...
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De María quedará el apelativo, y aquella mirada que sabía diluir el paisaje en un ademán conmiserativo, como una singular filósofa que por los vericuetos del cuerpo llegó al alma, y solía absolver a los apresurados jesuitas que cruzaban El Triunfo, en pos de su torre gótica, persignándose a la vista de la esfinge en su cuerpo.
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Voy tras La Albina, aunque no sé si será pertinente ahora. He recontruido, casi sin quererlo, sin albedrío, mi propio retrato de María Camión.
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Nota: El cuadro de Gustave Courbet, Les demoiselles des bords de la Seine (1856), traducido siempre como "Cortesanas al borde del Sena", alude extrañamente al paisaje de Isla Verde, sitio singularísimo de la Villa del Undoso, promontorio en un recodo del río, justo frente a la antigua calle de tolerancia, residencia perpetua de doña María Camión.
Wow! Fantástica crónica! Has revivido a María, por unos minutos la sentí muy cerca, con esa risa de todos los dientes típicas de nuestras madonas.
ResponderEliminarMe gustan mucho las crónicas de Enrique. Su hijo Tupac Pinilla fue mi jefe de redacción cuando yo trabajaba en la editorial en Cuba, más que jefe fue un amigo y quien me iniciara en las artes del periodismo cultural, me tenía demasiada fe porque nunca fui muy bueno. Una de las cosas que le llamó la atención de mí era mi habilidad para leer al derecho y al revés cualquier texto, como también hacía el poeta Raúl Hernández Novás.
Sobre las cortesanas... en la Habana Vieja estaba el barrio de Colón, donde, como en el barrio rojo de Amsterdam, las "muchachas de vida alegre" se exhibían en sus "vidrieras con barrotes", eso recuerda mi abuela. Una de las casas, podría decir la primera, donde viví solo, era parte de estos sitios de "tolerancia", con un ventanal enorme por donde entraba el hollín y donde escribí "mis tetrástofos monorrimos", como decía el pez.
Ojalá charlaras con la Albina, de todos modos, ya has cumplido con María y con nosotros.
Felicitaciones
Amigo mío...me has olviddao. He leído detenidamente algunos de tus ultimos comentarios, pequeñas joyas emás bein,,, en la medida de mi poco tiempo, festival del caribe, carnavales, 26 de julio...
ResponderEliminarLo de La Avelelandea, brillante, Es una de mis favoritas, Ya comentaremos.
felicidades y un abzro, auqneu sigas en deuda...
reinaldo
Astro, una vez conversé con Tupac. Él vino a Sagua a presentar un volumen de obras escogidas de su abuelo, titulado precisamente "A guasa a garsín". La presentación fue muy emotiva. Habló mucho de lo que pudiéramos llamar "el territorio sagüero" en la obra de Enrique. Fue aquí donde el escritor quemadense, cuando era apenas un estudiante de bachillerato, conoció algunos adelantos y revelaciones de la época que todavía no soñaban con verse en el Quemado querido.
ResponderEliminarAjá, así que viviste en la alcoba de una mujer "pública"! Debió ser un sitio maravilloso para urdir rimas!
Por cierto, ¿no era cerca de ese barrio de Colón donde vivía Lezama?
Reinaldo, decir que te tengo "olvidado", es un acto de suprema injustica.
ResponderEliminarAunque no me haga oír, paso por tu isla y a veces hasta me atrevo a acariciar la espina, siempre punzante y a la vez convidante.
Otro abrazo para ti, y en cuanto a las deudas, dame prórroga: ya pagaré con creces.
Te quiero.
Es grato saber que conociste al ángel de Tupac... ya no me asombra nada, no en balde estamos en la maravillosa Edad de la Confluencia.
ResponderEliminarSí, ese mismo era el barrio de Lezama, mi "casa" estuvo primero en la Calle Neptuno y luego en la de Jesús Peregrino y por último en la de las Ánimas, creo que se llamaba así por la manera peculiar en que el viento se agolpa en esa calle contra las puertas y ventanas de manera que parecieran espiritus que tocan a la puerta y lloran. Todas ellas en diferentes calles pero cosa curiosa, todas hacían esquina con la calle Márquez Gonzáles... Otra que tuve, antes de irme a México, fue también en el Barrio de Colón y fue la más curiosa, era un antiguo Hotel que fue tomado por "asalto" y hecho "habitable" a la manera muy cubana, ya sabes. Esa casa da para un cuento, vivimos allí con una señora a la que bauticé como mi Mamá de Noche porque es de piel negra y me mimaba con una ternura de estrellas. Mamá de Noche era tan gafe conocía su futuro cercano al dedillo, decía por ejemplo, una vez que fuimos al mar... "Ricitos de oro, vamos a alejarnos un poco de la orilla porque aquí hay un cocotero con cocos enormes y a
un estando verde el que va a caer no quiero que me rompa la cabeza y pienses que estoy dormida cuando en realidad estoy muerta", diciendo eso y justo donde ella estuvo parada un segundo antes, calló el coco más duro del mundo y casi se entierra en la arena.. fue uno de la larga lista de evento ordinarios para ella pero dignos de antología para nosotros.
Todas estas fueron mis casas de vivir con mi amante árabe, pero La Casa donde nací está en la Calle de la Obrapía y estaba también la de la calle Obispo, donde vivía el "abuelo" nazi que murió de susto, pero son otras historias que contar cuando empecemos con las genealogías.
jajaja parezco el número de la revista la Edad de Oro, el de "la historia del hombre contada por sus casas".....
Dioses, cuánto hemos vivido y en poco tiempo...
Esperamos por tu visión de Cemí y su asma, yo me espero a que te asomes, como te conté, prefiero ir de tu mano.
bendiciones
Astro
Quer increíble que hayas dado con tanta información en tan poco tiempo...Sería genial que consiguieras dar con La Albina...Muchos abrazos..te esperamos en la Villa..
ResponderEliminarEn la casa de Diodati nos vemos entonces...
ResponderEliminarVoy para allá.
Astrolabio, jajajaja, sí... también sucumbo a la magia de las historias fragmentadas.
ResponderEliminarUn beso para ti. Y para Noche, otro beso trasnochado.
Maykel, da gusto haber esperado por María Camión, mejor aún que hicieras astillas aquello de que segundas partes...ya veo que son mejores...
ResponderEliminarRastra a Albina, con perros, espías, paciencia, trampas y todo lo que haga falta, pero aún con el riesgo que implica no la dejes escapar, gracias y un abrazo
Yolanda, ni te preocupes: Albina no se me escapa; está cercada por mis diálogos aunque no lo sepa. Ya nos veremos las caras, con la anuencia de María Camión.
ResponderEliminarTe contaré, minucioso.
Un abrazo grande.