domingo, 6 de enero de 2008

La marca de Absalón en un tatuaje sobre los muslos carcelarios

(Fotografía de Internet: Mara Salvatrucha)

La marca de Absalón
en un tatuaje
sobre los muslos carcelarios.
La noche que nos tendimos a filosofar sobre la continencia
los argumentos no soportaban un examen largo
ni el disentimiento acucioso.
Otros trashumantes
solían fecundar sus propios pasos
con el sahumerio de una sagrada niebla.
Los calendarios deshojaban la corteza del invierno,
árbol crispado y añoso de los avisos crueles.
Creímos divisar carteles de desafío,
insinuantes recompensas por nuestras cabezas,
pese a que ninguna descripción colmaba
la realidad de aquella inclinación filosofante.
El lienzo de la carne inviste de nobleza
los dibujos villanos de Absalón,
supone la locura de atar los hilos de salvación al pecio de un velero sin arboladura.
Yo no quería transitar a solas
la dolosa hilaridad de una avenida tan prolongada por el desasosiego de eludir
los amables sicofantes, gente muy ejercitada por la soledad.
En los muslos
un tatuaje carcelario anticipa la cancelación,
el develamiento de la huida en una berlina tirada por seis caballos,
atravesar la niebla con los atuendos de la viudez
en pos del artista incógnito.

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