Comprábamos un vino artesanal. La niña a cargo de la venta opinaba con convicción de experta. En la familia Alba, famosa por su afición vinatera, hasta la prole fabrica sus propias bebidas. Carlos Alejandro y yo vacilábamos: él prefería el vino de piña; yo indagué por las cualidades del tinto. El vino tinto es seco –nos instruyó-. Sirve para acompañar la comida, pero no para beber con mujeres. ¿Y el rosado? –pregunté-. Lo mismo –recapituló la pequeña Alba-, no podrás tomarlo con mujeres. Compré el tinto. Carlos Alejandro optó por la piña.
…
Mis sobrinos jugaban con Brian en un parque; Carlos Alejandro y yo los supervisábamos. La brujería no se toca –regañó mi novio-. Todos los árboles tenían una ofrende al pie. Maniatados por la orden, los niños comenzaron a provocarse inventando motes. Mis hermanos y yo también nos divertíamos así. Estos chiquillos son mucho más originales: en lugar de dedicar los nombretes al prójimo, prefieren atribuírselos a sí mismos.
-Yo me llamo Paco.
-Y yo, Peco.
-Yo soy Pico.
-Mi nombre es Caca.
-Yo me llamo Coco.
De repente, en busca de un insulto mayor, Brian tuvo una ocurrencia perturbadora:
-¡Yo soy una niña!
Nada de lo anterior suscitó la intervención de los adultos, pero esta declaración resultó excesiva. Mis sobrinos corrieron hacia mí:
-¡Brian dijo que es una niña!
-Yo me llamo Paco.
-Y yo, Peco.
-Yo soy Pico.
-Mi nombre es Caca.
-Yo me llamo Coco.
De repente, en busca de un insulto mayor, Brian tuvo una ocurrencia perturbadora:
-¡Yo soy una niña!
Nada de lo anterior suscitó la intervención de los adultos, pero esta declaración resultó excesiva. Mis sobrinos corrieron hacia mí:
-¡Brian dijo que es una niña!
…
En el comedor de la universidad había una niña, hija o nieta de alguna
cocinera. Al mediodía, cuando los estudiantes se precipitaban a la
barra, la pequeña ayudaba a servir las bandejas. En la fila gesticulaba
O., un homosexual militante. La niña observaba al muchacho, analizaba
sus modales, se contrariaba. Cuando llegó el turno de O., le dedicó un
rictus de molestia. A continuación, sin reflexionar, la pequeña lanzó un
insulto que la implicaba:
-Puah, pareces una niña…
-Puah, pareces una niña…
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Foto: 1 de mayo de 2013, Sagua la Grande.
Alguien debería aclararle a la Familia Alba que ellos no producen vino, que el vino es el producto resultante de la fermentación del mosto de la vitis vinífera, todo lo demás son vulgares fermentados o aguardientes, también alguien debería hacer que se informara más la vendedora sobre los gustos y los maridajes del presente.
ResponderEliminarLo que viene no me sorprende, asusta sí, saber que son el futuro eso niños.
Me gustó.
Maykel, estos son los posts que más me gustan. Te quiero mucho...
ResponderEliminarGino, para tratarse de un fermentado de cualquier cosa, el tinto me supo a vino, jajaja...
ResponderEliminarAbrazo para ti.
Yuris, di en el blanco esta vez. ¡Beso!
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