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Carmen me sedujo. Su libertad le bastaba y debía servir de aviso a los que aspiraban a poseerla. Solo se le puede tener si ella consiente; jamás se ofrece por complacer. Exige que otros sacrifiquen lo suyo pero no se asume deudora de nadie.
Admiré a Carmen por este celo de sí misma. A Carmen, cuyo amor resulta tan amargo, la preferí hasta que mi naturaleza se ha revelado obsedida y castigada, tan semejante al carácter de don José.
Mimí
Mimí es mínima. Sus maneras revelan turbación y encogimiento. El poeta, decidido a seducirla, se coloca por encima. Parece que se chancea. Cuando se pregunta –retórico- “¿quién soy?”, declara su superioridad.
En ella no hay doblez. Le gustan “esas cosas que llaman poesía”. Su criterio es vacilante. Rodolfo sonríe: será suya sin esfuerzo, está ganada. Borda lirios y rosas. ¿Me comprende? –dice Mimí. Él asiente.
Luego viene el deshielo, en el relato y en la buhardilla. Ella, la mínima bordadora, aguarda por la primavera y siente que el primer sol le pertenece. Lo repite: “es mío”. Ella, la balbuceante, lo posee. Ella, que nada pretende, ha espiado el crecimiento de las rosas y lamenta que las flores que inventa no tengan olor. Es la imposibilidad del arte, que no sabe erigirse en naturaleza y naufraga en el artificio. Ella posee una genuina poética. El poeta no es él. No soy yo.
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Ilustración: The opera season. Madame Calvé as Carmen. Covent Garden.
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Carmen me sedujo. Su libertad le bastaba y debía servir de aviso a los que aspiraban a poseerla. Solo se le puede tener si ella consiente; jamás se ofrece por complacer. Exige que otros sacrifiquen lo suyo pero no se asume deudora de nadie.
Admiré a Carmen por este celo de sí misma. A Carmen, cuyo amor resulta tan amargo, la preferí hasta que mi naturaleza se ha revelado obsedida y castigada, tan semejante al carácter de don José.
Mimí
Mimí es mínima. Sus maneras revelan turbación y encogimiento. El poeta, decidido a seducirla, se coloca por encima. Parece que se chancea. Cuando se pregunta –retórico- “¿quién soy?”, declara su superioridad.
En ella no hay doblez. Le gustan “esas cosas que llaman poesía”. Su criterio es vacilante. Rodolfo sonríe: será suya sin esfuerzo, está ganada. Borda lirios y rosas. ¿Me comprende? –dice Mimí. Él asiente.
Luego viene el deshielo, en el relato y en la buhardilla. Ella, la mínima bordadora, aguarda por la primavera y siente que el primer sol le pertenece. Lo repite: “es mío”. Ella, la balbuceante, lo posee. Ella, que nada pretende, ha espiado el crecimiento de las rosas y lamenta que las flores que inventa no tengan olor. Es la imposibilidad del arte, que no sabe erigirse en naturaleza y naufraga en el artificio. Ella posee una genuina poética. El poeta no es él. No soy yo.
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Ilustración: The opera season. Madame Calvé as Carmen. Covent Garden.
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Querido Maykel, envidio tu estilo, como siempre.
ResponderEliminarAunque he pasado a la "reserva" y mi blog ya no está en activo, como dije allà donde la ventana, no dejaré de atisbar...
Tuyo
Por allá sigues velando.
ResponderEliminarNos veremos, claro.
Un abrazo, senyor.