En el verano de 1860 llegó a Sagua la Grande un famoso navegante de los aires. Se aventuró en el ferrocarril recién estrenado, a horcajadas sobre la locomotora como había hecho por esos días el enciclopédico De la Sagra. Su bote de surcar los cielos era ingobernable, por eso tomó los rumbos extraordinarios de tierra firme. El camino de hierro, cada vez más cotidiano, todavía propiciaba una entrada mágica a los confines de la isla conocida, la terra incognita que decía otro viajero de aquel tiempo.
Boudrias de Morat, el aeronauta, creyó que esta comarca lo recibiría con asombro, como alguna vez fue acogido en sitios donde nadie sabía que se pudiera volar ni habían asistido al despegar suave de un globo. Acaso fue culpa de su tardanza, debió venir un par de años antes para evitar que se adelantaran sus competidores. Cuando por fin apareció, en 1860, no pudo volar. (1)
En La Habana se había enfrentado a Céfiro, Bóreas, Euro y Noto. Se sabe que tres meses antes de que Matías Pérez se perdiera para siempre, un francés con maneras excéntricas convocó a los habaneros al Campo de Marte. Algún cronista consignó un nombre: monsieur Morad. Ascendió a los cielos –y para fortuna suya, consiguió descender- el 22 de marzo de 1856. Este Morad –en realidad Boudrias de Morat- no era francés. Había nacido en Montreal. Su hermano era un respetable profesor de la Escuela Normal Jacques Cartier y a él, el aventurero de la familia, se le atribuían más de 70 ascensiones en su ciudad natal. (2)
Volar todavía era un arriesgado ejercicio de locos que él desempeñaba con destreza. La fama lo precedía además. ¿Entonces por qué no voló? ¿Hubo mal tiempo? ¿Recordaban los sagüeros al empleado del periódico que subió en una barquilla con dos banderas españolas y apareció luego en cayo Verde sobre su globo náufrago, arropado con jirones como un mendigo de amarillo y gualda?(3) ¿Desdeñaron la audacia de Boudrias de Morat? Son conjeturas. Sí se sabe que el aeronauta había sufrido lo suyo por culpa de los malos vientos: una vez se le escapó el gas y descendió, airado, ante la decepción de los espectadores, en otra ocasión tuvo que devolver el dinero de las entradas a los habaneros enfurecidos… Sus descalabros fueron tan comentados como sus éxitos. Él, que según sus admiradores “asombró al continente”(4), fracasó ante los sagüeros. Nada más se supo. Las razones de su fracaso no se salvaron para los anales de la villa.
Un autor costumbrista se sirvió del aeronauta para ilustrar la necedad de un mal poeta. ¿Quién ignoraba en Cuba que Boudrias de Morat podía llegar más alto que nadie?
[…] Oh! Seguramente yo estoy llamado á ocupar un puesto muy elevado entre los hombres que más se han elevado…
-Mucho más si te sientas á la mesa de Mr. Godard ó Mr Boudrias de Morat.(5)
La chanza funcionaba en la capital. En la Villa del Undoso el rey de las esferas no pudo volar. Pasó de prisa, como llevado por cualquier viento, y hubo quien afirmó que se fue volando a una comarca más lejana donde los globos aerostáticos todavía resultaran nuevos. Iba pensando en el soneto que le obsequió el habanero Enrique Gronlier:
Alzose el genio y con serena frente
surca valiente la región vacía,
y el cielo alegre de la patria mía
derrama flores con placer vehemente.
Y es solo Morat, astro fulgente
que en ciencia brilla como en claro día,
y un rayo de luz el sol le envía
formando mole de carmín luciente.
Viajero sin igual, tuya es la gloria
que Minerva te da con fe sincera;
empuña el pabellón de tal victoria
que cante Cuba con su ley primera,
y en los blasones que te de la historia
el águila tendrás, rey de la esfera.(6)
__________
Notas:
(1) […] la llegada sin exhibirse, del célebre aeronáuta Mr. Boudrias de Morat […]. Antonio Miguel Alcover y Beltrán: Historia de la villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 198.
(2) Álvaro de la Iglesia: Tradiciones completas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1983, p. 48.
(3) J.-B.-A. Boudrias de Morat (1857), frère d'un professeur de l'École normale Jacques-Cartier, est né à Montréal et y a exécuté plus de 70 ascensions. Jacques M. Clairoux: Le théâtre ambulant et ses amuseurs publics, Cap-aux-Diamants : la revue d'histoire du Québec, n° 35, 1993, p. 49.
(3) Por la tarde se elevó en la Plaza del Recuerdo un hermoso globo aerostático , operación que realizó un empleado de la Hoja, cuyo nombre no se dio á conocer. El globo llevaba en su barquilla un aeronáuta agitando dos hermosos pabellones españoles. Una bonita red tejida por la familia del referido empleado cubría la superficie del globo bajando hasta el borde la barquilla. Ascendió hasta perderse de vista, descendiendo en Cayo-Verde á 7 leguas de Sagua. Antonio Miguel Alcover y Beltrán: Historia de la villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 167.
(4) A. Roy: Bulletin des recherches historiques, Volúmenes 51-52, Québec Archives, Société des études historiques, Québec, p. 198.
(5) Juan Francisco Valerio: Cuadros sociales. Colección de artículos de costumbres, Imprenta y librería “El Iris”, La Habana, 1865, p. 106.
(6) Al distinguido aeronauta Mr. A. Boudrias de Morat, en su primera ascensión. Samuel Feijóo: El soneto en Cuba, Dirección de Publicaciones, Universidad Central de las Villas, 1964, p. 90.
Boudrias de Morat, el aeronauta, creyó que esta comarca lo recibiría con asombro, como alguna vez fue acogido en sitios donde nadie sabía que se pudiera volar ni habían asistido al despegar suave de un globo. Acaso fue culpa de su tardanza, debió venir un par de años antes para evitar que se adelantaran sus competidores. Cuando por fin apareció, en 1860, no pudo volar. (1)
En La Habana se había enfrentado a Céfiro, Bóreas, Euro y Noto. Se sabe que tres meses antes de que Matías Pérez se perdiera para siempre, un francés con maneras excéntricas convocó a los habaneros al Campo de Marte. Algún cronista consignó un nombre: monsieur Morad. Ascendió a los cielos –y para fortuna suya, consiguió descender- el 22 de marzo de 1856. Este Morad –en realidad Boudrias de Morat- no era francés. Había nacido en Montreal. Su hermano era un respetable profesor de la Escuela Normal Jacques Cartier y a él, el aventurero de la familia, se le atribuían más de 70 ascensiones en su ciudad natal. (2)
Volar todavía era un arriesgado ejercicio de locos que él desempeñaba con destreza. La fama lo precedía además. ¿Entonces por qué no voló? ¿Hubo mal tiempo? ¿Recordaban los sagüeros al empleado del periódico que subió en una barquilla con dos banderas españolas y apareció luego en cayo Verde sobre su globo náufrago, arropado con jirones como un mendigo de amarillo y gualda?(3) ¿Desdeñaron la audacia de Boudrias de Morat? Son conjeturas. Sí se sabe que el aeronauta había sufrido lo suyo por culpa de los malos vientos: una vez se le escapó el gas y descendió, airado, ante la decepción de los espectadores, en otra ocasión tuvo que devolver el dinero de las entradas a los habaneros enfurecidos… Sus descalabros fueron tan comentados como sus éxitos. Él, que según sus admiradores “asombró al continente”(4), fracasó ante los sagüeros. Nada más se supo. Las razones de su fracaso no se salvaron para los anales de la villa.
Un autor costumbrista se sirvió del aeronauta para ilustrar la necedad de un mal poeta. ¿Quién ignoraba en Cuba que Boudrias de Morat podía llegar más alto que nadie?
[…] Oh! Seguramente yo estoy llamado á ocupar un puesto muy elevado entre los hombres que más se han elevado…
-Mucho más si te sientas á la mesa de Mr. Godard ó Mr Boudrias de Morat.(5)
La chanza funcionaba en la capital. En la Villa del Undoso el rey de las esferas no pudo volar. Pasó de prisa, como llevado por cualquier viento, y hubo quien afirmó que se fue volando a una comarca más lejana donde los globos aerostáticos todavía resultaran nuevos. Iba pensando en el soneto que le obsequió el habanero Enrique Gronlier:
Alzose el genio y con serena frente
surca valiente la región vacía,
y el cielo alegre de la patria mía
derrama flores con placer vehemente.
Y es solo Morat, astro fulgente
que en ciencia brilla como en claro día,
y un rayo de luz el sol le envía
formando mole de carmín luciente.
Viajero sin igual, tuya es la gloria
que Minerva te da con fe sincera;
empuña el pabellón de tal victoria
que cante Cuba con su ley primera,
y en los blasones que te de la historia
el águila tendrás, rey de la esfera.(6)
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Notas:
(1) […] la llegada sin exhibirse, del célebre aeronáuta Mr. Boudrias de Morat […]. Antonio Miguel Alcover y Beltrán: Historia de la villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 198.
(2) Álvaro de la Iglesia: Tradiciones completas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1983, p. 48.
(3) J.-B.-A. Boudrias de Morat (1857), frère d'un professeur de l'École normale Jacques-Cartier, est né à Montréal et y a exécuté plus de 70 ascensions. Jacques M. Clairoux: Le théâtre ambulant et ses amuseurs publics, Cap-aux-Diamants : la revue d'histoire du Québec, n° 35, 1993, p. 49.
(3) Por la tarde se elevó en la Plaza del Recuerdo un hermoso globo aerostático , operación que realizó un empleado de la Hoja, cuyo nombre no se dio á conocer. El globo llevaba en su barquilla un aeronáuta agitando dos hermosos pabellones españoles. Una bonita red tejida por la familia del referido empleado cubría la superficie del globo bajando hasta el borde la barquilla. Ascendió hasta perderse de vista, descendiendo en Cayo-Verde á 7 leguas de Sagua. Antonio Miguel Alcover y Beltrán: Historia de la villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 167.
(4) A. Roy: Bulletin des recherches historiques, Volúmenes 51-52, Québec Archives, Société des études historiques, Québec, p. 198.
(5) Juan Francisco Valerio: Cuadros sociales. Colección de artículos de costumbres, Imprenta y librería “El Iris”, La Habana, 1865, p. 106.
(6) Al distinguido aeronauta Mr. A. Boudrias de Morat, en su primera ascensión. Samuel Feijóo: El soneto en Cuba, Dirección de Publicaciones, Universidad Central de las Villas, 1964, p. 90.
Siempre querindo tocar el cielo. Unos lo consiguen y otros no
ResponderEliminarUn abrazo inflado de aire caliente...
Lo conseguimos en ocasiones, y cuando no sucede lo deploramos como si jamás hubiésemos subido...
ResponderEliminarUn abrazo, senyor.