Una taza sobre la silla, que estaba vacía de aliento. El plantío detrás imponía su verde funesto.
Y él, inclinado al licor de la frívola Rosamunda, extiende un vaso bajo el chorro que derraman los aleros.
…
El esmalte de los arcos húmedos no es tal. Sólo se vislumbra una efigie que evade los reflejos. Ojalá fuera de veras ciclópeo este sillar caído. Yo, casi impertérrito, he visto la torre caediza; he soplado sobre mis manos con vigor inútil.
…
Cómo poner un hálito en la taza vacía para ofrecerlo a la abuela, una taza sarmentosa como su piel.
Un ojo desolado en el cuadro de Odilon Redon, como el mío, cuando advierte el torbellino de hojas que sopla sobre las sienes y agita la resolución de cifrar en los biombos algún chiste japonés que distraiga a los fisgones. Esto, desde mi aturdimiento de cíclope.
…
Un domingo por la tarde en la isla de la Grande Jatte, con música trepidante y una fila de lonas junto al mar, donde resguardar el ocio hasta el próximo turno.
…
A Esteban, en el café
Llevaba consigo la llave perdida a la mesa del café, la hundía en el bolsillo donde me hacía velar; equivocaba siempre el camino de regreso, que seguía la raíz dorsal de un bosque extinto.
¡Cuántas abejas!Y él, inclinado al licor de la frívola Rosamunda, extiende un vaso bajo el chorro que derraman los aleros.
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El esmalte de los arcos húmedos no es tal. Sólo se vislumbra una efigie que evade los reflejos. Ojalá fuera de veras ciclópeo este sillar caído. Yo, casi impertérrito, he visto la torre caediza; he soplado sobre mis manos con vigor inútil.
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Cómo poner un hálito en la taza vacía para ofrecerlo a la abuela, una taza sarmentosa como su piel.
Un ojo desolado en el cuadro de Odilon Redon, como el mío, cuando advierte el torbellino de hojas que sopla sobre las sienes y agita la resolución de cifrar en los biombos algún chiste japonés que distraiga a los fisgones. Esto, desde mi aturdimiento de cíclope.
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Un domingo por la tarde en la isla de la Grande Jatte, con música trepidante y una fila de lonas junto al mar, donde resguardar el ocio hasta el próximo turno.
…
A Esteban, en el café
Llevaba consigo la llave perdida a la mesa del café, la hundía en el bolsillo donde me hacía velar; equivocaba siempre el camino de regreso, que seguía la raíz dorsal de un bosque extinto.
Revuelan, asedian nuestro brío.
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Esto sí que llega hondo y desgarra...
ResponderEliminarMi poeta amigo
ResponderEliminarcomo Odilón, nos conmueves a verdades
esta, tu misión de hacernos diluir las dudas,
la lógica de lo que no vemos
es la que nos hace volver
siguiendo el zumbido de tanta abeja,
poesía digo.
Olvidé denotar las fotos: la primera, lo que vi desde mi puerta durante la última lluvia; un fragmento del conjunto escultórico del español Restituto del Canto dedicado al sagüero Francisco Rodríguez, también en mi calle; la tercera es la aldaba de mi casa.
ResponderEliminarUn abrazo para Dissortat; otro para Gino.