Aseguran que vino de cura, mascullando un nebuloso latín, y así descendió del tren, tras los soldados. Parecía un digno capellán, reconoció alguno de los burlados. Otros creyeron que el General –entonces coronel- asomó con el aspecto y los modales de un pastor protestante: biblia en ristre, mohín puritano en los labios. Era julio y 1895. José Lacret Morlot se iba a la guerra. Le faltaban pocos meses para cumplir cuarenta y cinco años y se enorgullecía de la condición de ayudante de Antonio Maceo, de la aprobación a las palabras de su jefe en Baraguá y del año sobrevivido en los presidios españoles.
El norteamericano Trumbull White fue uno de los primeros que narró el lance:
Cuando la actual revolución comenzaba en Cuba, el general José Lacret Morlot, que por este título es popularmente conocido, aseguró un pasaje en el vapor Mascotte para Jamaica, en su camino hacia Cuba. El gobierno inglés tuvo información con respecto a sus intenciones e impidió la salida para Cuba desde Jamaica. Lacret entonces viajó a México y más tarde a Nueva York. En esa última ciudad consultó a la junta y regresó a Tampa. Ahí embarcó en el vapor Olivette hacia La Habana, ataviado como sacerdote.
Todavía de esta guisa abordó el tren para Sagua la Grande. Iba acompañado por un gran número de soldados españoles. Sus modales educadísimos, hombre de buena presencia y padre(1), fueron suficientes para franquearle el trato de la mejor sociedad española de Sagua la Grande. Lacret se alojó en el mejor hotel, y departió en el café con allegados del alcalde.
Después de comunicarse con los insurrectos el padre súbitamente desapareció del hotel. Se unió a los insurgentes y tiró su disfraz sacerdotal […](2)
De la mambisada se refieren otras versiones; ninguna es menos novelesca. Según Miró Argenter, Lacret se disfrazó de pastor bautista para burlar a los agentes españoles y tomó pasaje en un tren, en el que iba Martínez Campos con su estado mayor(3). Esta última noticia parece inverosímil: se admite que el General esquivara espías y compartiera asiento con soldados, sin embargo viajar en semejante compañía parece temerario. Creo que la narración fue magnificada con el tiempo.
Una escueta biografía declara que el mambí se alzó el 15 de julio de 1895, en Sagua la Grande, con grado de coronel. Al no encontrar fuerzas constituidas –explica- las organizó y se subordinó al Mayor General Manuel Suárez, jefe de la segunda división del cuarto cuerpo.(4) Esto parece otra inexactitud. Lacret no era un improvisador, vino porque le garantizaron que podría unirse a las fuerzas que ya peleaban en la campiña del Undoso. Alcover, cuando se refiere a los conspiradores y laborantes de entonces, asegura que […] redoblaron sus esfuerzos para auxiliar á los revolucionarios con armas y municiones, vestidos, medicinas y en recibir y encaminar individuos que venían de La Habana y otros puntos á orientarse. El General Lacret, el Comandante Badosa, el hoy Capitán de artillería Sr. Pujol y muchos otros vinieron á esta Villa para dirijirse al campo insurrecto, como entonces se decía.[sic](5) Varias partidas se levantaron en armas pocas semanas antes de la llegada de Lacret; los que permanecieron en la ciudad asistieron al simulado religioso y le indicaron cómo trascender las líneas militares. En la manigua halló al sagüero Francisco Peraza, futuro general:
[Peraza] recibe la felicitación y el abrazo de un viejo amigo de las guerras pasadas que acaba de incorporarse, escapando a las autoridades de Sagua, vestido de cura, el brigadier José Lacret Morlot.(6)
Es probable que Lacret haya tratado también al joven José Luis Robau, pues cuando el sagüero se incorporó a la columna invasora lo hizo en la extrema vanguardia(7) , a las órdenes del falso sacerdote que irrumpió en la villa de Sagua la Grande en el verano de 1895.
Las peripecias del general Lacret, rumbo a Sagua, decidido a incorporarse a la guerra, se convirtieron en otra leyenda mambisa, y la exactitud está reñida con las leyendas. La naturaleza del disfraz usado, por ejemplo, seguirá sujeta a dudas: ¿cura o pastor? ¿sotana o biblia? Los hábitos de cura parecen más apropiados para burlar el espionaje español. En el senado, años después de su muerte, insistían sin embargo en el atuendo severo de pastor. La antigua heroicidad consiguió de los escuetos legisladores una pensión para Ana Lacret y Figueredo, la primogénita del general:
Nadie desconoce el rasgo heroico que, con exposición de su vida, hubo de realizar en plena guerra, llegando á esta ciudad, y embarcándose por ferrocarril hasta Sagua, guardando la incógnita con el disfraz de Ministro protestante.(8)
José Lacret Morlot volvió a la Villa del Undoso al final de la guerra. Las crónicas no explican las razones de su viaje: vino primero y solo(9). Los generales Monteagudo y Núñez, que llegaron a la ciudad por los mismos días, se ocupaban de gestionar ocupaciones para los libertadores. Lacret, viajero sin objeto declarado, acaso visitó a los bienhechores del furtivo cura.
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Foto: Expedición al mando del general José Lacret Morlot. Archivo Nacional de la República De Cuba, Fototeca, Caja No. 16 / Sobre No.145 / Registro: 150
Notas:
(1) En español en el original.
(2) When the present revolution in Cuba began General Jose Lacret Morlot, by which title he is popularly known, secured passage on the steamer Mascotte for Jamaica on his way to Cuba. The English government had information regarding Lacret's movements and prevented his sailing for Cuba from Jamaica. He then went to Mexico and later to New York. At the latter place he consulted with the junta and returned to Tampa. Here he embarked on the steamer Olivette for Havana in the garb of a priest.
Still in this disguise he boarded a train for Sagua la Grande. Accompanying him were a large number of Spanish soldiers. His being highly educated, a man of good presence and a "padre" were sufficient to give him entrance into the best Spanish society of Sagua la Grande. Lacret stopped at the finest hotel, and when in the cafe sat at the alcalde's right hand.
After communicating with the insurgents the "padre" suddenly disappeared from the hotel. He joined theinsurgents, and, throwing off his priestly disguise […].Trumbull White: Our war with Spain for Cuba’s freedom, 1898, p. 83.
(3) José Miro Argenter: Cuba: crónicas de la guerra, Editorial Lex, La Habana, 1945, p.115.
(4) Centro de Estudios Militares: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, Tomo I, Ediciones Verde Olivo, 2001, p. 204.
(5) Antonio Miguel Alcover y Beltrán: Historia de la Villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción, Imprentas Unidas de La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905, p. 478.
(6) Fermín Peraza Sarausa: Un hombre del 95: el general Peraza, Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1950, p. 52.
(7) Centro de Estudios Militares: Ibídem, p. 314.
(8) Diario de sesiones del Congreso de la República, Vol. XIII, Num. 56, Habana, 24 de junio de 1910, p. 3.
(9) Alcover: Ibídem, p. 530.